Capítulo Doce

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El lunes por la mañana, Anna permaneció sola en el

Instituto. Alissya le mandó un mensaje diciendo que no

podría ir ya que, estaba enferma, y ahí fue cuando ella

empezó a temblar… Sin Alissya no podría caminar con

tranquilidad por los pasillos, no podría estar tranquila

porque cuando estaba con la rubia, Sandy solo le

insultaba, y ahora… estaba sola, podía lastimarla.

Anna chocaba la punta del lápiz contra el escritorio

cuando una mano con unas uñas largas, y rojas se apoyó

en el mismo. Levantó la vista, y Sandy le sonrió de lado.

« Oh, Dios mío. »

La clase había terminado, y ahora, todos se irían a su

casa… Menos Anna.

Sandy la tomó del borde de su camisa, y le rompió una

parte de esta.

Lo que le faltaba, que le rompiera todas las blusas que

llevaba al maldito colegio.

—Estás sola… Y en el aula, no hay nadie que pueda

defenderte. —Dijo mirando a los alrededores. —Tampoco

está ese nuevo novio tuyo, el grandote… —Rió, y la

levantó por la camisa del pupitre.

La apoyó contra la pared, sin golpearle la cabeza, y llevó

sus manos a las caderas en forma de jarra. Le miró de

arriba, abajo, y después soltó una carcajada… Anna

sentía inseguridad en ese momento. Sandy le señalaba

con el dedo índice, y le decía cosas, y cosas feas sobre su

cuerpo, su ropa, su cara, y su manera de peinarse… Una

puerta se abrió, y un chico con pelo castaño claro

apareció… Justin.

Anna agradeció al Cielo que apareciera, si era bueno; se

llevaría a su novia y esta, la dejaría en paz hasta que

pudiera escapar del Instituto pero, si era malo; vería

como Sandy le pegaba hasta dejarla sin respirar.

Justin les miró, y cuando Sandy llevó una mano a la

mejilla de Anna, él avanzó hasta tomarla de la cintura, y

besarle el cuello, el agarre de ella se fue relajando hasta

dejarla a Anna, el tiempo para escapar.

Si corría, podía salir de Instituto y alejarse lo suficiente

para que Sandy no le alcanzara pero, su mente estaba en

otro lado, y si en vez de caminar, corría, algo podría

pasarle por estar desconcentrada.

Iba por la calle cuando sintió pasos detrás de ella, paró

en seco, giró la cabeza, y no había nadie. Siguió

caminando por la vereda, rota, y casi tropieza; escuchó

Let Me Die|Adaptada|Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora