Anna volvería a su casa, llevaba dos días en ese maldito
hotel y no lo soportaba. Necesitaba su cama, su bonita
cama, no le gustaba para nada aquel lugar. Cerró la
puerta de la habitación con su mochila en su hombro
colgando, en algún momento tenía que volver, no tenía la
suficiente ropa como para vivir fuera de su casa.
Encendió el auto, y di una vuelta en ‘u’ para volver a la
carretera y llegar hacia el centro de Londres.
Llevaba tres horas andando por la ruta, y se había
perdido de nuevo. Era un completo desastre, no llamaría
de nuevo a Justin, Anna no le haría pensar que él era
siempre su salvavidas… Así que, cuando encontró una
estación de servicio paró y preguntó por dónde tenía que
ir, estaba yendo en dirección contraria hacia dónde es el
centro de la ciudad. Volvió a entrar al coche, y golpeó el
volante con fuerza que se terminó lastimando ella, la
mano se le ponía roja con el paso de los segundos e iba
maldiciendo en voz baja. Le dolía.
Habían pasado dos horas más, se habían convertido las
ocho de la noche cuando paró el auto enfrente de su
casa. Prendió su celular, y tenía mensajes, llamadas,
mensajes de voz de su padre, Alissya y Justin, abrió el
último: el castaño le preguntaba cómo estaba y que si
necesitaba algo que la llamara sin importar la hora.
Sonrió al verlo y apagó el aparato de nuevo.
Bajó del coche con la mochila en el hombro, sentía una
presión en el pecho, se sentía completamente nerviosa, su
padre estaba en casa porque se notaban las luces
prendidas, su estómago se revolvió del pánico que tenía.
No quería verle la cara, en esos momentos, no le quería…
Por más que quisiera decir que le odiaba, no podía.
Oh, vamos, era su padre y el odio era un sentimiento
demasiado grande así como el amor, imposibles de
identificarlos a tan solo días.
Caminó, subió un escalón, después otro y estaba enfrente
de la puerta.
Al abrir, se encontró con vidrios en el piso, las cosas
desordenadas y botellas que contenían alcohol, el líquido
también estaba tirado por todo el piso, había muchas de
estas. Anna se quedó con la boca abierta, y sin hacer
ruido; cerró la puerta, y caminó entre todo esto pero, no
era tan silenciosa. Sintió unos pasos, y la puerta del baño