A la mañana siguiente, el clima sorprendió a Anna más de
lo usual. El cielo estaba cubierto con algunas nubes, y
con un sol tapado por algunas de estas. Refunfuñó, era
un día lindo como para llevar una blusa con las mangas
hasta la muñeca, o como para llevar consigo una
campera pero, no podía ir con sus brazos descubiertos.
Tenía marcas por todas partes, y no iba a mostrarlas
como si nada.
Abrió la ventana de su habitación, el aire era cálido,
fresco, puro, y limpio.
Sus brazos dolían cada vez que estos se flexionaban, no
pensó en el dolor al día siguiente que este le otorgaría,
solo pensó en la manera que la hacía sentir en ese mismo
momento.
Su padre tocó a la puerta.
—Anna, estoy a punto de salir al trabajo, ¿estás mejor?
Miró a sus brazos.
—Sí, suerte en el trabajo, pa.
—Suerte en la escuela, Anna. —Dijo esto, y se fue.
Cuando Anna escuchó la puerta de la casa cerrarse,
destrabó la puerta de su habitación, y abrió la puerta
para comprobarlo.
Fue a su armario, y en el último cajón, buscó unas vendas
que tenía.
Se deshizo de su pijama, y se cubrió con las mismas para
que si las heridas se le abrían, este pudiera detener la
sangre por lo menos un rato. Cuando apretó con fuerza
para que esta se le quedara bien ajustada a su antebrazo.
{…}
La cantidad de maquillaje que se había puesto en su cara
fue increíble. Cuando se vio en el espejo de su baño,
sintió pena por sí misma.
Cinco moretones alrededor de su cara, y unos dos en su
cuello.
Al entrar al Instituto, iba con la cabeza baja, había
perdido sus lentes de contacto, por lo tanto, llevaba gafas
y lo peor de todo, se notaban sus hermosos ojos verdes,
siempre los tapaba con sus lentes de contacto de color
café.
Estos llamaban mucho la atención, y por eso sus ojos no
le agradaban.
Llegó a su taquilla, y buscó su libro de biología, cuando
llegó una chica con pelo rubio largo hasta la cintura,
estaba apoyada contra el mismo. Anna le pidió permiso, y
ella se quedó en el mismo lugar.