Capitulo 31: "Telaraña"(Mamá de Evan)

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Molly Peterson

No había forma de explicar el dolor inhumano que guardaba en el alma, en cada pequeño rincón. Pensaba desde un principio que si era amable y buena con los demás, me pagarían de igual modo pero no podía estar más equivocada.

Siempre sonreía, nunca demostraba mi tristeza, no vamos a decir que estaba errada o que sufría en silencio porque sería una exageración, simplemente pensaba que las otras personas también tenían problemas, a lo mejor no era el mismo, pero podía llegar a doler igual. Cada persona siente distinto el dolor. Nadie lo afronta de la misma manera y me gustaba poder ayudar a la gente a sentirse mejor.

Cuando conocí a Patrick, pensé que dios me había mandado a un ángel, a mi caballero de brillante armadura el que combatiría a todos los demonios por mí, que alejaría las tristezas y no me dejaría en soledad jamás. Eso demostraba en cada palabra o en cada actitud, siempre me ponía en primer lugar sin importar la situación, pero, supongo que nada es para siempre y yo lo descubrí de la peor manera posible.

Recuerdo que cuando nos conocimos yo tenia 18 años y el 23, Patrick era una persona atenta y hermosa. En aquel entonces estaba trabajando de moza en un restaurant que por la noche era un bar. Lo hacía para poder pagar mi universidad, ya que no había logrado conseguir una beca. No era un mal trabajo, me pagaban bien y tenía unos compañeros excelentes.

Lo conocí una tarde, recuerdo como si hubiese sido ayer como iba vestido, llevaba una sudadera blanca y un jean azul oscuro, tenía su cabello negro revuelto y unos ojos azules impresionantes; su sonrisa era perfecta, sincera, tierna y a su vez encantadora.

Recuerdo que se sentó solo en una mesa que estaba justo en frente de la barra, así que tome mi comanda y me acerque a él. 

-¿Está esperando a alguien o puedo pedir su orden?- pregunte tratando de sonreír lo más tranquila posible.

-No, tranquila vengo solo. Simplemente quiero un café- dijo mientras me sonreía y sacaba un cuaderno de su mochila.

-Excelente, entonces sale un café- le dije riendo.

-Muchísimas gracias, por cierto ¿cómo te llamas?- me pregunto sin dejar de sonreír.

-Molly, Molly Peterson- conteste.

-Molly, un nombre hermoso que va completamente contigo- dijo y mis mejillas se volvieron rojas en cinco segundos.

-Ahora traigo su orden- dije mientras sonreía.

Luego de eso le deje su café en la mesa, y me dedique a mirarlo, a mirar los gestos que tenia mientras escribía en su cuaderno, a mirar como articulaba cada palabra que se cruzaba por su mente. Como posaba su lápiz sobre sus labios mientras pensaba hasta cansarse. Simplemente me encantaba. Cuando se fue pensé que no volvería a verlo, pero no fue así. Volvía todas las noches, simplemente a hablar conmigo y tomar su café.

Quería ser escritor, ese era el motivo de que patrick, llevara su libreta a todos lados. Tantas veces vino a verme que ya era costumbre hablar con él, verlo tomar su café, verlo era la costumbre más hermosa que tenían mis días.

Así que una de esas noches le anote mi número de teléfono para que me llamara si quería hablar bien otro momento y me dijo:

-Oh mi querida Molly, acabas de alegrarme el día- termino de decir mientras le daba un beso al papel.

Así comenzó nuestra historia, una hermosa historia de amor, mi príncipe azul.

Luego de un año de noviazgo comenzamos a vivir juntos, teníamos un departamento para los dos, nos quedaba cerca de la universidad, el estaba cursando su último año de derecho y yo en el segundo año de arte. Nos complementábamos por excelencia, no existía la monotonía en nuestra relación, cada día era único. El hacía que nuestro amor se renovara continuamente, enamorándome siempre un poco más, aunque pensara que eso ya era imposible.

Recuerdos de mi primer amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora