Uno, dos, tres....
—¡Ya sal, es hora! —Gritó Chris tocando la puerta de mi habitación. Siempre lo hacía a la misma hora.
—¡Ya voy! —tomé mi bolso y me rocié un poco de perfume. Me miré en el espejo y traté de sonreír. No me salió como yo quería. Me dolía la mandíbula gracias a que mi maravilloso hermano me tiró una bola de billar en la mejilla, no fue a propósito, él la tiró hacia la nada y de la nada salí yo.
Salí de mi habitación y después pasé a la de mi madre para despedirme, estaba en la cama leyendo una revista. Estaba muy débil, le costaba caminar y comer, el doctor nos dijo que le quedaban pocos meses de vida y de tan sólo verla hacía que el corazón se me estrujara.
—Hola mamá. —Dije entrando lentamente.
—Hola hija. ¿Ya te vas? —Sonrió un poco.
—Si, es un poco tarde. Sólo venía a despedirme. —Su castaño cabello caía sobre sus hombros, no tenía ni una pizca de maquillaje, estaba pálida, muy pálida.
—Ok, que te vaya bien. —Dijo y me dió un beso en la frente, hice lo mismo y también le di un cálido abrazo. La solté para luego salir de la habitación e ir a buscar a Chris.
Lo busqué en la cocina pero no estaba, fuí a la sala de estar pero tampoco se encontraba allí. Escuché que un auto sonaba afuera, vi por la ventana y me encontré con Chris dentro del auto indicándome que ya era hora mientras me enseñaba un reloj invisible en su muñeca.
Salí apresuradamente y me tiré dentro del auto, Chris arrancó rápidamente haciendo que casi pegara mi cara con el parabrisas.
—¡Hey! —Exclamé viéndolo—. Ten cuidado.
—Lo siento, pero es la segunda vez en la semana que se te hace tarde, Mora —se encogió de hombros.
—No es mi culpa que mi cama sea tan cómoda —me encogí de hombros al igual que él y Chris rodó los ojos divertido.
Empezó a conducir por la calle principal y todo se tornó en silencio hasta que Chris decidió romperlo.
—¿Crees que mamá extrañe a papá?
—Claro que si. —Respondí.
Mi padre había muerto en un asalto, el trató de defenderse pero no le sirvió, uno de los asaltantes tenía un arma y le disparó en la cabeza. Bueno, ese fue el testimonio de los culpables y lo que aseguraban las cámaras de seguridad del parqueo del supermercado.
Yo tenía catorce años en ese entonces, a mi mamá le detectaron anemia un año después de la muerte de mi padre y después de unos meses, le dió leucemia. Mi hermano tuvo que dejar sus estudios y su sueño de ir a la mejor universidad de Australia para trabajar y poder mantener a la familia, yo quise hacer lo mismo pero mi madre y Chris me lo impidieron.
Lo bueno era que hacía unas semanas atrás le dieron un trabajo a Chris en un taller, no ganaba mucho pero si más que en el trabajo anterior. Nuestra vida había ido mejorando un poco gracias a eso.
La vida de Chris no tanto porque había una chica en el trabajo que lo acosaba mucho y muchas vecez lo habían regañado gracias a ella.
—¿Cómo está Jesse? —dije recordando a la acosadora de mi hermano.
—No me la menciones —dijo susurrando como si alguien fuera a escucharnos. Reí y él trató de quedarse serio, pero no funcionó porque después empezó se me unió..
Después de reír un poco y contar locuras, llegamos al Instituto, un gris y alegre Instituto. Las personas reían, usaban sus celulares o estudiaban para el examen que había olvidado que tendríamos hoy.
ESTÁS LEYENDO
Mansión De Narcos ©
Mystery / ThrillerUna grupo de narcotraficantes y secuestradores acecha la ciudad de Darwin, Australia. Los Grifos. La gente sabe de ellos y les temen, pero no saben quiénes son, pasan desapercibidos entre los demás habitantes, son demasiado cautelosos y cuidadosos c...