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-No preguntes nada más sobre eso, lo que debas saber, Dereck te lo dirá en su debido tiempo -dijo Nate sin apartar sus verdes ojos de los míos-. ¿Entendido?

Asentí.

-¿Cuándo empezaremos a enseñarle a usar un arma? -Preguntó James poniéndose de pié con una gran sonrisa esperando la respuesta de Nate.

-Después del almuerzo -respondió poniéndose de pié él también.

-¿Puedo salir? -Pregunté. Quería ver el exterior de la mansión. Me sentía sofocada dentro de este lugar.

-¿Salir? -Preguntó Nate.

-Al jardín.

-Ah. Claro -James nos observaba seriamente, nisiquiera recordaba que estaba allí.

Los dos se dieron una mirada cómplice y luego James desapareció de nuestra vista.

-¿Quieres ir ya o?...

-Ya -lo interrumpí.

-Está bien.

Nos dirigimos hacia la puerta de enfrente, cuando estábamos llegando, se escucharon unas voces de hombres y otras de chicas. Miré sobre mis hombros y venían tres hombres altos y morenos sujetando a Shira y a Rebeca.

Las miré casi con lágrimas en los ojos, ellas cuando me vieron me sonrieron de oreja a oreja. Corrí hacia ellas.

-Moriah -dijeron las dos al unísono.

-¿Cómo estás y que haces aquí? -Preguntó Shira viendo a Nate-. También te llevan a...

-No, yo... Dereck...

-Moriah -advirtió Nate.

Me quedé en silencio sin decir nada, las dos sonrieron entendiendo la situación. Llevaban una larga capucha que les cubría el cuerpo hasta más abajo de las rodillas, era negra.

-¿Estarán bien? -Pregunté viéndolas con tristeza.

-Claro, no te preocupes -dijo Rebeca con la voz temblorosa.

-¿Y Chlöe? ¿Cómo está?

-Está bien, ha estado bien -una lágrima se escapó de los ojos de Shira.

-No se las lleven -imploré viendo a Nate con los ojos llorosos.

Se me encogía el corazón de tan sólo verlas allí y saber lo que harían con ellas.

Rebeca me miraba preocupada, su rostro me trajo muchos recuerdos de cuando éramos compañeras en el instituto y me sentí peor.

-Diego, llévatelas, se hace tarde... -ordenó Nate.

-Un minuto más... -rogué-por favor -Nate asintió.

Las tomé a ambas en un abrazo y escondí mi cara entre sus cuellos.

-Rebeca, Shira -susurré lo más bajo posible para que no escucharan Diego ni Nate- saldremos de aquí, mi padre era el dueño de la mansión, me la dejó a mi como herencia.

Lo dije tan rápido como pude. Me separé de ellas y vi sus rostros.

Las dos abrieron los ojos sorprendidas, miré a mis lados para comprobar si alguien nos había escuchado pero parecieron no haberlo hecho.

-Moriah... -dijo Rebeca.

-Saldrán de aquí, saldremos de aquí, lo haremos juntas.

Una lágrima se escapó de mis ojos y la voz se me quebró.

-Diego... -le dijo Nate a uno
chico castaño y alto.

Los otros dos tipos tomaron a las chicas y empezaron a caminar hacia una minivan.

Mansión De Narcos © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora