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Después de escuchar todas esas baladas aburridas de los setenta que ponía James, nos detuvimos en un lugar cerca de la ciudad.

James bajó del auto y fue a buscar a una persona, según él era uno de los clientes y consumidores.

El aire en el auto se volvió tenso y el silencio incómodo. Nathan no dijo nada y yo tampoco.

Una extraña melodía de jazz se escuchaba por todo el auto, una melodía relajante que sólo nosotros dos podíamos escuchar.

En el lugar en el que estábamos no se veían muchas personas, era un lugar tranquilo y de ambiente cálido.

Podría escapar ahora mismo, pedir ayuda, pero Nate pareció leer mi mente porque le puso el seguro a las puertas de inmediato.

Mis ojos se dirigieron hacia él, quien miraba hacia el frente, casi sin parpadear.

-Oye... -la voz de Nate hizo eco en mi cabeza, un escalofrío recorrió mi espina dorsal al escuchar su voz ronca y grave-. Lo del beso... nunca pasó ¿si?

-¿Qué? -Dije confundida.

-Nosotros nunca nos besamos. -Dijo secamente.

-Pero...

-Sólo olvídalo -dijo viéndome hacia los ojos por el espejo retrovisor.

Nuestras miradas se quedaron conectadas por un largo tiempo que se hizo una eternidad. Volvió a ver hacia el frente y luego suspiró pesadamente.

¿En serio pensaba que olvidaría el beso así de fácil?

¿Qué le sucedía?

Primero me besaba y ahora quería actuar como si nada hubiese pasado.

Y decían que las mujeres éramos las difíciles de entender.

No le dije nada. La verdad, me sentía furiosa, era un idiota, y yo también por haberme sentido bien al besarlo.

James regresó después de cinco minutos y Nate empezó a conducir por una calle rocosa y rodeada de árboles. Al final de la calle se veía un pequeño pueblo, era muy lindo. Había un lugar gigantesco, tenía un tamaño parecido al de la mansión. Nathan se parqueó enfrente del lugar y James salió y me abrió la puerta para que saliera.

Nathan y James intercambiaron algunas palabras y luego Nate se fué, dejándonos solos. Me quedé asombrada viendo el pequeño pueblo.

Realmente era el lugar prefecto para una cita, porque suponía que eso era para James.

James me condujo hacia el lugar gigantesco y empezamos a caminar alrededor de él.

Al llegar a la parte trasera, mi mandíbula calló definitivamente, abrí los ojos al ver lo que tenía enfrente y luego miré a James, quien me miraba con una gran sonrisa en su rostro.

-¿Te gusta? -Me preguntó sin borrar su sonrisa.

-Me encanta -dije y sonreí volviendo a ver el hermoso lugar.

Era un tipo de jardín botánico, había un gran kiosko en el centro, rodeado de hermosas flores púrpuras, al otro lado había una fuente de agua cristalina. El poco viento que había hacia que las hojas de los árboles perennes se retorcieran como si estuvieran haciendo una danza.

El césped estaba cortado perfectamente, el pequeño camino de semento que conducía hacia el kiosko estaba rodeado de pequeños arbustos de flores rojas.

Empezamos a caminar hacia el kiosko, en el centro de éste, había una mesa para dos, con un pequeño ramo de rosas sobre ella, dos copas y una botella de vino.

Mansión De Narcos © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora