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Y sucedió.

Sánchez jaló el gatillo.

Y yo también lo hice.

Un grito espantoso se escapó de mi garganta. Los ojos me empezaron a arder y a nublarse.

Sánchez se retorcía en el sueño debido a los dos disparos en el abdomen que yo le había dado.

Todos me observaban estupefactos y en silencio.

Pero mi vista estaba en Nate.

Quien estaba de rodillas con sus ojos fijos en mi.

—Mo-Moriah —dijo James.

Mis ojos se cristalizaron y segundos después sentí la cascada de lágrimas bajar por mis mejillas, se mezclaban con las gotas de lluvia que bajaban por todo mi rostro.

Me dirigí hacia James, quién estaba tirado en el sueño ante Nate.

Sánchez había disparado dos veces en dirección a Nate, pero James se interpuso.

Tenía dos disparos, uno cerca de su cuello y uno en el estómago. Nathan lo observaba horrorizado.

Me acerqué a James, quién pronunciaba mi nombre cada vez más dificultosamente.

Me arrodillé ante él.

Me miró unos segundos y después a Nate.

—Cuídala, hermano -dijo con la voz temblorosa y esbozando una débil sonrisa—. Desde que ella llegó, te he notado más feliz. —rió.

Nathan asintió y pude ver como los ojos se le empañaban.

—¡James! —Dereck corrió hacia nosotros.

—Pa... —dijo y la voz se le cortó. Sangre empezó a brotar de su boca.

Derek lo miró horrorizado al igual que Nate y yo.

Derek se arrodilló a mi lado y en su rostro sólo había tristeza.

—Perdón... —susurró Nate a James.

—Perdón... —susurró Dereck al igual que Nate segundos después.

Ambos bajaron sus cabezas.

Los miré con el ceño fruncido y las lágrimas saliendo sin control.

James ya había cerrado sus ojos y la sangre seguía saliendo a chorros de su garganta más que de su estómago. Mis ojos no dejaban de recorrer su rostro. Estaba pálido.

Dios, esto era una tortura.

Siempre fallaba los disparos.

Sollozos salieron de mi.

Derek se puso de pié, tomó el arma que Sánchez había soltado y lo miró con el odio acumulado en sus facciones. Sánchez seguía tratando de controlar la respiración. Me miró con odio y desprecio.

Yo sólo me limité a sostenerle la mirada mientras sostenía las manos de James.

Derek se acercó a él, Sánchez  estaba acostado de espaldas apollado en sus codos.

—Tú no entiendes que quien más da, más recibe ¿no? —dijo Dereck soltando una risa irónica—. Ahora te toca recibir todo lo que has dado.

Ninguno de los hombre de Sánchez hizo algo, Sánchez no había dado órdenes de nada pero incluso si lo hacía era difícil que obedecieran al ver a su jefe en el estado en el que estaba. Busqué a Chlöe con la mirada, ella estaba junto a algunos hombres observando todo con detenimiento.

—Te vas a pudrir en el infierno -dijo Sánchez soltando la risa.

—Entonces... no vemos allá. —Seguido de eso, disparó dos veces más de las que le había disparado Sánchez a James.

Abrí la boca y ahogué un grito.

Se sentía una energía extraña en el lugar, todo estaba tenso.

La policía llegó.

Todos los hombres corrieron y empezaron a disparar en dirección a la policía y miré a mi alrededor desorientada.

Mis manos temblaban sobre las de James, pero segundos después alguien me tomó de la cintura para levantarme.

Mis ojos encontraron los de Nate y una chispa de temor se asomó en ellos.

Me tomó de la mano y tiró de ella llevándome hacia el Jeep. Rebeca corrió hacia nosotros junto a la chica rubia y al chico que venía con ella. Nos acuclillamos junto al Jeep para no recibir disparos.

Visualicé a Chlöe al borde de la locura, sus ojos navegaban por todo el lugar.

Trató de correr hacia el bosque. Pero un fragor la hizo parar en seco. Le habían disparado.

Calló de rodillas y recibió otro disparo. No sé quién los introdució en ella, pero la mataron.

Su cuerpo se desplomó en el suelo lentamente.

Mis ojos estaban abiertos al extremo viendo todo con afacia.

Los policías indicaron que colocaran todas las armas en el suelo. Ya varios hombres estaban tendidos en el suelo retorciéndose del dolor por los disparos.

Nathan me atrajo hacia él y me abrazó fuertemente desde mis espaldas. Hundió su rostro entre mi cuello y mi hombro.

Y sabía lo que eso significaba.

La policía se lo llevaría.

Presioné su mano y giré la cabeza para besarle la mejilla.

La chica rubia estaba llorando en brazos del moreno. Rebeca tenía su vista perdida entre todos los hombres que estaban desplazados por el suelo, unos por los disparos y otros arrodillados por órdenes de los policías. Ya no se oían los disparos. Sólo a los policías dando indicaciones de que no se movieran. Todo esto parecía de película o como si fuese un sueño.

Una luz blanca hizo que entrecerrara los ojos y buscara de donde provenía. Nathan levanto su rostro de mis hombros y miró al mismo punto que yo.

Era un policía alto y con una figura que decía que le iba bien en el gimnasio, sostenía una linterna en sus manos y nos inspeccionó a todos detalladamente señalandonos con un arma, nosotros los observamos en silencio.

La rubia seguía sollozando, el moreno suspiró aliviado y Rebeca sólo se limitó a seguir observando el mismo punto.

Yo sólo miré al policía y una oleada de paz me inundó.

De pronto, salieron me volví a derrumbar en lágrimas, pero no me sentía mal, al contrario, estaba llena de paz. Nate suspiró y me soltó. Coloqué las manos en mi rostro y lloré.

Lloré porque sabía que lo había logrado. Había logrado escapar de la condena de John Peters. Mi padre.

—Tranquilos —dijo el policía—, están a salvo.

Y tomó su radio y pidió refuerzos.


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Mansión De Narcos © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora