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Las nubes se movían lentamente sobre la luna, logrando que su brillo dejara de iluminar nuestros rostros. Nate tenía su vista pegada en ella, mientras yo lo miraba a él, tratando de saber lo que había en su mente. Claramente era imposible. Sabía muy bien como esconderse allí adentro.

No sólo los lobos le aullan a la luna.

Eso quería decir que él no estaba del lado de Dereck.

—¿Nunca has sentido como que vives en un sueño? —Preguntó.

—Es lo que quiero que todo esto sea. —Dije en un susurro.

—Quisiera despertar —dijo cerrando los ojos.

—Yo igual. —Levanté la vista hacia el cielo y dejé que el viento rozara mi rostro.

El silencio volvió a reinar, tenía la piel erizada, mi mente no dejaba de mandar imágenes de los padres de Nate siendo asesinados aquí.

Quería saber quién lo había hecho. También quería conocer más sobre Nate, sentía que él tenía mucho por desahogarse hablando sobre el tema de sus padres y de su vida aquí. Me gustaría ser esa persona con la que se pudiera hablar.

Nathan se puso de pié en un movimiento ágil, me tendió la mano y la tomé, me impulsó para levantarme y quedé frente a él, a escasos centímetros. Sentía su cálida respiración, su mano todavía sujetaba la mía. La soltó lentamente, como si no lo quisiera haber hecho nunca.

Aparté mi mirada de sus ojos y los dirigí hacia el bosque.

Habían luces, eran como focos. Miré a Nate y él también miraba hacia el bosque con el ceño fruncido.

Luego se escucharon voces, pero sólo reconocí una.

—¿Porqué está él allí? —Pregunté volviendo la vista hacia el bosque.

—No lo sé, pero será mejor que entremos si no nos queremos meter en problemas.

—¿Problemas? Él es el que se meterá en problemas. La mansión no es de él. —Dije furiosa.

—Tiene más poder que tú y Dereck —dijo— tiene el mismo poder que tenía tu padre.

—Pero ahora yo estoy en el lugar de mi padre —no sé, pero, me sentí un poco orgullosa y poderosa al decir eso.

Pero no debía dejarme llevar, tenía que llevar a cabo mi plan.

—Pero llevas no más de dos semanas aquí —frunció una ceja y rió. Observé su sonrisa, no recordaba que estábamos muy cerca. La sonrisa se borró de sus labios lentamente y luego acarició mi mejilla.

Recordé cuando James lo hizo. Nate si provocaba a mis pequeñitos pajaritos en el estómago.

Lo miré a los ojos, mientras él miraba cada rasgo de mi rostro.

—No te pareces a él —dijo en voz baja. Las voces se seguían escuchando, hablaban en un tono tan bajo que sólo podíamos escuchar susurros. Nate todavía me miraba atentamente, escuadriñándome.

—¿A quién? —Pregunté logrando que me mirara a los ojos.

—Olvídalo —dijo alejando su mano lentamente. Se apartó con un aspecto serio—. Deberías entrar, hace mucho frío —dijo viéndome de pies a cabeza. Luego entró en la habitación.

Por un momento me sentí sola, abandona y sin protección. Entonces me di cuenta de que Nate hacia muy bien su trabajo, sabía como protegerme y hacer que me sintiera protegida al estar con él.

Hice caso a sus palabras y entré en la habitación, estaba congelándomde afuera.

Cerré lentamente la puerta del balcón y me dirigí a la cama. Nate salió del baño y apagó la luz.

Mansión De Narcos © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora