El verde de sus ojos estaba oscuro, ya no tenían aquel brillo, estaban totalmente oscuros y perdidos.
Su rostro estaba golpeado, se veía muy delgado y decaído. Sentí como si sacaran mi corazón y lo hicieran en un puño. Quise acercarme a él, besarlo y abrazarlo, pero la puerta me lo impedía.
Rebeca me llevó a un tipo de sótano cuya entrada estaba en la parte de atrás de la mansión.
El lugar tenía un aire muy pensado y denso, las paredes eran grises y les hacía falta limpieza.
El olor era asqueroso, todo lo era, y verlo encerrado allí, símplemente me destrozaba el corazón por completo. Miles de emociones vinieron a mi. Al verlo no hice nada, me quedé inmóvil, observándolo detenidamente, cada detalle de él traía flashbacks a mi cabeza.
Verlo me hacía recordar todo desde el primer día en el que lo vi, la primera vez que escuché su voz, la primera vez que sentí su piel, el primer sueño en el que consumió mi mente.
Nathan estaba allí, en aquella pequeña celda, encerrado y descuidado. Cuando nos vió entrar, pude ver la desesperación notable en sus ojos, pude ver la confusión y el miedo en ellos. Sus ojos eran los que lo delataban siempre.
Él se puso de pié y empezó a caminar hacia mi, los ojos se me nublaron al verlo hacer un intento para sonreír. Estaba agitada, nerviosa y tenía la piel de gallina.
Me dolía hasta el alma verlo así. Tan triste, tan temeroso de hasta el lugar que pisaba, tan temeroso del lugar que por muchos años había sido su "hogar".
Se acercó más hasta quedar frente a mi, mis manos estaban alrededor de unas rejas medianas que habían en la puerta, él colocó sus manos sobre las mías y apoyó la cabeza sobre el hierro. Levantó la mirada y observó a Rebeca.
—No debiste traerla —dijo con dificultad.
—Sabe todo —le contestó Rebeca mordiendo su labio inferior.
Nathan posó su mirada sobre mi y deseé no tener esa puerta entre nosotros. Extrañaba mucho tenerlo cerca, tener sus labios sobre los míos y sus brazos alrededor de mi. Extrañaba todo de él.
—No pueden estar aquí, menos tú —dijo viéndome.
—No permitiré que me alejen de todo lo que amo —aseguré presionando sus manos.
—Y yo no dejaré le pase nada malo a la única persona que me ha demostrado que me ama sobre todas las cosas. —Suspiró y miró sobre sus hombros, observando detenidamente la celda en la que se encontraba—. Si esto es lo que tengo que pasar para que estés bien, lo haré, no me importa que tan malo sea, no dejaré que nada te pase, no romperé mi promesa, saldrás de aquí. Conmigo o sin mi, lo harás.
—¿Crees que me iré de aquí sin ti? Estás mal si crees que no, tú te irás conmigo, no te dejaré aquí después de todo lo que has hecho por mi. —Dije con lágrimas en los ojos—. No dejaré que éstas personas se sigan saliendo con la suya. Hay que ponerle fin a las locuras de mi padre.
—Sabes que si quieres lograr salir de aquí tienes que acabar con Sánchez y Derek, lo cuál no dejaré que hagas sola. Si crees que es pan comido pues no lo es, es mucho más fácil caminar sobre el agua que intentar derribar una vida que tiene experiencia sobre cómo acabar con la vida de los demás.
—Sé que no es fácil, pero no estoy sola. —Dije tragando un nudo que tenía en la garganta—. Los tengo a ustedes.
—Claro que nos tienes —dijo Rebeca esbozando una tímida sonrisa.
—Haré lo posible por ayudarlas, saldré de aquí, se los aseguro, pero no pueden idear planes solas, necesitan coordinación. Necesitan a alguien que conozca todos los alrededores de la mansión.
—James... —susurré.
Sería difícil lograr encontrar toda la información de la mansión en poco tiempo, pero más difícil sería descubrir lo que Sánchez estaba planeando hacer.
¿Derek también era parte de todo esto?
Tenía que ser sumamente cuidadosa con lo que hacía o decía, hasta para respirar tenía que tener cuidado.
—James siempre estará del lado de su padre —concluyó Rebeca— porque sabe que es lo que lo mantendrá vivo.
—Pero no le diremos que se ponga de nuestro lado, no le diremos nada. —Dije.
—Max... —dijo Nate— tienen que vigilarlo también, es la mano derecha de Sánchez, pero él es mucho más cauteloso que James.
—James es un idiota —dijo Rebeca con simpleza. Nate y yo la miramos estando un poco de acuerdo.
—Está enamorado de ti —me dijo él- puedes aprovecharte de eso.
Hizo un pequeño encogimiento de hombros y yo pensé en que era una buena idea, un poco cruel pero funcionaría.
—Aún puedes ganarte la confianza de todos —dijo Nate.
Si, claro que aún podía, si no nos descubrían.
Las cosas estaban un poco complicadas, ya que no sabía los planes de Sánchez.
Aunque lo más seguro era que sus planes iban directamente dirigidos a mi. Y así me empecé a cuestionar.
¿Qué se suponía que iba hacer con Sánchez y Derek?
¿Cómo me iba a deshacer de ellos?
Realmente era complicado pensar en un buen plan.
Escuché un ruido proveniente de afuera y Rebeca me observó espantada. La tomé del brazo y la saqué de inmediato, no sin antes dejar que Nate besara mi mano.
Salimos como alma que lleva el diablo y nos escondimos entre unos arbustos que habían cerca. Miré cuidadosamente entre las hojas y visualicé a Derek y a Max. Escuchamos como le decían a Nate que agradeciera que lo alimentaban, porque si fuese por ellos lo dejarían morir o símplemente lo matarían de una vez.
—Sabes —dijo Derek—. Justo aquí también estuvo encerrado tu padre. Es una linda coincidencia ¿no?
—Éste es el lugar que merecen los de tu sangre. Una celda asquerosa en la que han muerto miles de personas, comiendo desechos de los narcotraficantes que un día fueron tus amigos —espetó Max.
—¿Y tú crees que terminarás vivo? —Dijo Nate con brusquedad.
—Al menos no moriré en una celda asquerosa, yo tengo más probabilidades de morir ahogado en una piscina entre miles de chicas hermosas, o en dinero —Dijo Max guiñándole un ojo.
Rebeca me tomó de la mano y me llevó lejos de ahí, volvimos a entrar a la mansión, pero ninguna dijo nada.
Que gente tan enferma.
Jamás pensé verme envuelta con gente que pensara así.
Definitivamente estaban perdidos.
Estaban atados a su propia muerte, estaban encerrados en una burbuja de hierro, matándose a sí mismos.
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Mansión De Narcos ©
Misterio / SuspensoUna grupo de narcotraficantes y secuestradores acecha la ciudad de Darwin, Australia. Los Grifos. La gente sabe de ellos y les temen, pero no saben quiénes son, pasan desapercibidos entre los demás habitantes, son demasiado cautelosos y cuidadosos c...