Epílogo

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El sol se estaba ocultando, el cielo tenía tonos combinados de anaranjado y morado, las olas estaban creciendo un poco y la suave brisa me refrescaba.

Tenía un poco de calor, había bailado mucho gracias a que Rebeca me obligó.

Estábamos sentadas frente al mar, observando el sol esconderse.

Era treinta y uno de diciembre, estábamos en Sídney contemplando el atardecer esplendoroso.

Era la primera vez que asistía a una fiesta de fin de año en Sydney .

Eran aproximadamente las seis de la tarde y tendríamos que esperar hasta las doce para que soltaran los juegos artificiales y empezara el escándalo.

Suspiré y sonreí al ver que Rebeca se ponía impaciente.

—Tranquila —le dije y ella me miró desconcertada— tal vez se encontró a una rubia de camino y se fué a tomar algo con ella, tal vez a bailar. —Me encogí de hombros.

Ella me fulminó con la mirada y solté una carcajada.

—No es gracioso —dijo cruzando los brazos y alzando una ceja— además, a Chris no le gustan las rubias.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Chris sentándose a su lado.

Ella lo miró sorprendida ante su repentina aparición y él siguió esperando su respuesta con dos bebidas en la mano.

—Moriah me lo dijo —añadió.

—Tuve una novia rubia —dijo Chris dándole la bebida a Rebeca y tomando de la de él.

—Si, era lesbiana tratando de disimularlo —dije alzando una ceja—  por eso no te gustan ¿no?

—Seh y porque nunca sabrás si son rubias naturales o teñidas.

—Eso no es cierto —dijo Rebeca riendo.

—La cosa es que no soy bueno lidiando con rubias. —Chris entrecerró los ojos.

—Yo pensé en teñirme el pelo de rubio. —espetó Rebeca pensativamente.

—Eres hermosa pelirroja y lo sabes —dijo Chris logrando que se sonrojase.

Y aquí íbamos de nuevo con la cursilería.

—¿Dónde están los demás? —pregunté interrumpiendo su batalla de quién era más lindo.

—Astrid tenía que ir al baño y Alex insistió en esperarla pero yo no quería que las bebidas se me calentaran. —Dijo Chris.

Suspiré y miré hacia el mar otra vez.

Rebeca y Chris se habían tomado mucha confianza, empezaron a salir y estaban empezando a tener algo formal.

Astrid era la novia de Alex.

Ella era una chica muy dulce y tímida, morena, de pequeña estatura pero no tanto y de ojos color miel.

La había conocido en el hospital en el que recibía mis terapias, ella tenía desórdenes alimenticios y problemas con las drogas.

Nos hicimos amigas entre las charlas que teníamos en la sala de espera, el psicólogo de ella no era el mismo que el mío, y ambas teníamos que esperar unos quince minutos para recibir la sesión.

Salimos varias veces juntas, con Alex y Rebeca.

Alex y Astrid se hicieron muy cercanos y terminaron en lo que terminaron.

Así que mi vida social había aumentado, conocía a muchas personas maravillosas que cuando las veía en la calle me saludaban, ya sea que fueran al otro lado de la calle, gritaban mi nombre y me saludaban o me sonreían.

Mansión De Narcos © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora