Capítulo 40 : Rubí

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Canción: The Rolling Stones - All Of Your Love

Desperté con el sonido del timbre, pero me sentía tan somnolienta que volví a dormir casi inmediatamente. Ahora ya había cortinas en la habitación, de modo que no sabía bien la hora. Supuse que sería temprano.

Usualmente cuando me despierto como dos o tres horas antes de la hora en que debo levantarme tengo pesadillas. Esa vez estaba cómoda, muy relajada, así que mis sueños fueron más bien raros. Soñé a la hija de Vincent, cuando debía saludarla por primera vez ella era una joven de mi edad, bella y muy parecida a Darla; es decir, rubia y alta. La chica me miraba con desdén y se acercaba a su padre para decirle que no se sentía cómoda conmigo, que no deseaba tener una madrastra de la misma edad que ella y que prefería vivir en otro lado. Yo me sentía muy mal, pero decidía encogerme de hombros y restar importancia. Al ver que la joven se marchaba, debido a mí, yo simplemente me tragaba las lágrimas y le decía a Vincent: Ya ves, te dije que no le agradaría. Le di la espalda y cogí mi bolso para marcharme de su casa.

Lo que me despertó fue sentir que se movía a mi lado. Ahora la habitación estaba más iluminada, por un resquicio de las cortinas se asomaba un poco de sol.

—Mmm, ¿qué hora es? —pregunté enrollándome a él.

—Casi las diez.

—¡Oh! ¡Las diez de la mañana!

Había tenido la sensación de que era más temprano.

—Descuida —dijo él—, no creo que sea necesario levantarse.

—Pero tengo que ir por mis cosas a la casa que es de Pete.

—Ya está hecho, hace dos horas vinieron por las llaves de tu casa y no tardan en llegar con tus pertenencias.

Me levanté un poco asustada. Primero pensé en lo que él acababa de decirme. Si él había pedido que vaciaran la casa y trajeran todo, eso significaba que tendría que regresar las cosas que no me pertenecían, como la ropa y todo lo demás.

—Oye —murmuré—. Pero no era necesario.

—Está bien...

—Vincent... Yo no te dije que era lo que tenía que mudar. No todo lo que está en esa casa me pertenece. La mayoría de las cosas me las compró Pete. Pensaba dejarlo.

Él respiró hondo antes de hablar. Tuve la sensación de que estaba siendo paciente conmigo, tal vez yo estaba casi desquiciándolo. Lo noté relajarse luego de un par de respiraciones profundas.

—Mi vida, si él te lo compró a ti, entonces es tuyo.

De alguna manera supe que discutir con él por eso no tendría sentido. No tenía ganas de discutir. Sentía que no me entendería.

—Está bien, haz lo que quieras.

Dije, me acosté dándole la espalda y pensando que quizá ese gesto no estaba bien. Pero me sentía enojada y él tenía que saberlo de alguna forma.

—¿Qué de todo lo que está en tu casa ibas a dejar, Rubí?

—Todo. Solamente iba a mudar mis libros.

—¿Ni siquiera ibas a llevarte tu ropa, tu vajilla, tu cafetera?

—Humm...

Lo pensé bien. Tal vez Pete había pagado por la ropa, pero yo la había usado desde nueva. No tenía ningún sentido dejarla. La cafetera también me la había comprado él, pero me gustaba mucho. Podría servirnos en esa casa. Así como todo el café de mi alacena y los chocolates que tenía en el congelador.

Rubí (Cherry Ladies 1) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora