Capítulo 35 : Vincent : Rubí

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Canción: James Arthur - Certain Things

Aún cuando me despedí de Darla, ya en la Ciudad de México, me sentía mal

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Aún cuando me despedí de Darla, ya en la Ciudad de México, me sentía mal. Cogí su mano antes de que se marchara y la acerqué a mí para abrazarla. Justo en ese momento pensé "cómo podría odiar a esta mujer", no podía, por más que hubiera querido hacerlo, no podía. Me sentía mal por abandonar a su padre a su suerte; a pesar de que él se lo merecía totalmente. Sabía que Darla también se sentía mal por él, porque sabía que, a pesar de todo, le amaba. Amaba a ese hombre porque le había dado la vida, porque así y todo le había dado todo lo que necesitaba; excepto amor.

Besé a Darla en la frente y le dije que contara conmigo, que cualquier cosa que ella necesitara que se acercara a mí. Le repetí muchas veces que no pensaba dejarla sola y que no le iba a quitar su derecho sobre Julie.

—A pesar de todo lo que te hice —había murmurado—. No lo merezco. Ni siquiera te he pedido perdón.

—Claro que lo mereces, Darla. Además ya te perdoné.

Volví a abrazarla y entonces nos separamos.

—Gracias —dijo—. Por ayudarme con mi padre y por perdonar todo lo que te he hecho.

—De nada.

Tomé un taxi con rumbo a casa de mi padre. Julie brincó a mis brazos y yo la cargué con mucho gusto. Le besé sus mejillas como a una bebé. Al bajarla comenzó a mostrarme todos los dibujos que había estado haciendo antes de que yo llegara.

—La llevé a un curso de dibujo —murmuró mi padre mientras yo hacía malabares con todas las cartulinas donde estaban sus obras maestras.

—¡Vaya! —expresé al ver una acuarela con colores azules y rojos que parecía un amanecer—. Al rato vas a ser la siguiente Van Gogh.

—¿Te gustan, papá?

—Son bellísimas. Así como tú, hermosa.

Su preciosa sonrisa me recordó a la de mi madre. Después de guardar sus acuarelas le pedí que se lavara para ir a comer. Me pidió quedarse a comer en casa así que me dirigí a la cocina.

—Espera a mi cocinera, ya no tarda —me dijo papá, moviéndose repentinamente hacia la puerta, como si fuera a impedirme que entrara a la cocina. Me volví hacia la sala donde dejé mi equipaje y luego miré, un poco azorado, a mi padre. Me froté la nuca.

—Señor, no te he pedido permiso para quedarme esta noche en tu casa.

—¿Quién soy, un desconocido? Soy tu padre, puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras y sin pedirme permiso. Esta también es tu casa.

—Gracias, papá.

Quise caminar hacia la cocina, pero él me llevó de regreso a la sala.

—Pero no me has dicho qué pasó en Inglaterra —me dijo, su curiosidad me pareció un tanto forzada.

Rubí (Cherry Ladies 1) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora