Canción: Crazy, versión de Alanis Morissette (James Michael mix)
El lunes siguiente acudí a la junta de manera puntual, de la cual atendí apenas la mitad de lo que se expuso; mi vuelo se había retrasado y casi no dormí. Me obligué a estar presente y nada pasó a mayores. Pero seguía teniendo en mis pensamientos esa piel tan suave, esos labios carnosos y sensuales, esos ojos rasgados; Rubí.
Recogí mis cosas y me dispuse a marcharme junto con todos al finalizar la reunión, pero Hayden me detuvo a tiempo.
—Entonces, ¿vas a asistir a la fiesta? —me preguntó, su voz era suave y estaba relajado; no era el mismo tono que usaba con las demás personas.
Lo miré a los ojos. Mi hermano traía puesta la chamarra café de cuero que le regalé la Navidad pasada. Él no era un hombre alto, medía apenas el metro con sesenta, pero su llamativa personalidad dominante le aumentaba como cuarenta centímetros. Nunca se sintió menos, mi padre y yo nos aseguramos de ello.
—Bueno, ya dije que sí.
—Lo mismo dijiste la vez pasada, Vince —mencionó uno de mis socios, Oliver Cruise.
—Mira, Vinnie —continuó Hayden, con su tono condescendiente otra vez—. No estás obligado, de verdad no importa. A nadie le molesta.
—¿Nadie? A mí me molesta.
—Oliver, cállate —ordenó Hayden, mirando a Oliver de reojo, luego cambió su tono de voz, como utilizando un interruptor, para dirigirse a mí—. De verdad Vinnie, no tienes que venir, no quiero que te sientas incómodo...
—Estoy bien. Además, papá tiene razón. Ya pasaron dos años. El hecho de que me junte con ustedes no me vuelve un pervertido.
—¡Qué lástima! —comentó Oliver, su amplia sonrisa se desinfló cuando Hayden lo miró furioso—. Ah, está bien. Ya. Eres chaparro, pero sí que impones.
Oliver salió junto con los demás, mi hermano y yo nos quedamos solos en su oficina.
—Casi no hablamos sobre eso, Vinnie. Puedo prometerte que evitaremos el tema.
—No, nada de eso. Ya no quiero huir. Me siento como un imbécil cuando lo hago.
Aún me sentía mal por ser tan bastardo con la chica de Sudáfrica. Me llamó al día siguiente y traté de compensarlo siendo amable con ella invitándola a la dichosa fiesta.
—Pero ve con alguien, Vinnie. No quiero verte solo y emulando a los peces en el río.
—No vayas a llevar villancicos. Me iré solo por eso.
—No —dijo y rió a carcajadas. Hayden sabe que odio esas canciones, en especial la que mencionó. De verdad las detesto—. Va a estar un DJ profesional, casi olvidarás que en un par de semanas se celebra Navidad.
—Ajá. Seguro vas a iluminar el balcón y a adornar los pinos con esferas rojas.
—Oh. Los quitaré. Voy a pedir que quiten la decoración y cambien los motivos navideños.
—¿De verdad soy tan bastardo?
—Sí, pero no importa. Con tal de tenerte en la fiesta.
—Ay, ya. Qué empalagoso. Deja tus insípidas decoraciones en paz, voy a ir de todas formas.
—Bien. Si quieres te presento a alguien. Busco a una chica que no le guste... el tema en cuestión.
—No, está bien. Déjalo. Sí voy a llevar a alguien.
—¿En serio?
—Basta, Hayden —dije molesto, luego salí de su oficina sin más dilación.
Tenía algunas cosas que hacer en el Rochester Inn de la avenida Reforma así que me dirigí hacia allá. En el camino mi secretaria me informó que un reportero pedía una entrevista conmigo y le pedí que arreglara mi agenda para el día siguiente. Estaba muy agotado, después de los pendientes que tenía pensaba dormir hasta muy tarde.
Justo cuando crucé el vestíbulo mi secretaria me encontró para explicarme que había recibido la llamada de un número privado que yo ya había respondido antes, que ese era el "reportero" que había mencionado. Eso quería decir que se trataba de algún contacto que solo yo podía reconocer. Pensé que podría ser la agencia de cherries. Aunque no había motivo para esa llamada.
—Puedo responder ahora —le dije a mi secretaria.
Una vez en mi escritorio esperé a que sonara el teléfono. Me sorprendió saber que quien llamaba no era la agencia.
—¿Señor Connolly?
—Vincent Connolly, al habla.
—Me da gusto poder contactarlo por fin. Soy Miriam Ríos, de la Revista Comfort Zone.
Esa revista. Había trabajado con ellos como fotógrafo.
—¿En qué puedo ayudarla, señorita Ríos? —dije con mi tono más frío que pude lograr. Como si el recuerdo de aquellos años no me afectara en lo absoluto.
—Oh, estamos realizando un reportaje sobre los beneficios del BDSM, y como usted fue uno de nuestros mejores...
—Lamento tener que decirle esto, señorita Ríos. No estoy más en ese estilo de vida. Me temo que no puedo ayudarla.
—Lo sé, señor Connolly. Lo único que deseaba pedirle era un par de fotografías. Nada más. Nuestro fotógrafo tuvo un accidente y no hemos logrado conseguir ningún otro.
Logré escuchar el tono de alguien desesperado. Era obvio que tenían el tiempo encima y pensaron en mí como su último recurso.
—Lo lamento. No tengo fotografías nuevas y no tengo el tiempo para realizar más. En la época navideña es cuando más ocupado me encuentro.
—Ojalá pudiera dedicarnos un solo día. Nosotros tenemos los materiales y el estudio, todo, excepto un buen fotógrafo.
—Intentaré buscarles algo, pero no es seguro.
—Oh, con eso es más que suficiente. Espero su llamada antes de Navidad, señor Connolly. Que tenga un buen día.
Y tras decir eso colgó. Comencé a crear algunas excusas para no aceptarla, pero no se me ocurría nada. Nada que no fuera actuar como el imbécil que soy.
Mi teléfono móvil sonó a los pocos minutos de haberme ido a la cama, dudé en contestar, sin embargo lo cogí. La bonita voz al otro lado de la línea me calentó un poco.
—Señor Connolly —dijo—. Soy Viviane.
—Viv, sí —contesté imaginándome la piel negra sedosa, su cabello negro ensortijado, sus carmines labios gruesos, sus ojos marrones, una subbie sudafricana—. Te escucho.
—Oh, señor. Tengo una muy mala noticia.
La calidez se disolvió de inmediato, intuí lo que iba a decirme.
—¿Sucedió algo, pequeña? ¿Estás bien?
—Yo estoy bien, señor. Pero mi jefe me ha obligado a asistir el sábado, ya le he dicho que no puedo, pero no me escucha. Oh, señor, no sé qué hacer.
Odio escuchar a las subbies llorando, no me gusta que se sientan mal ni mucho menos debido a mí. Comencé a tranquilizarla para que terminara de explicarme, pero no había más qué decir: ella tenía que hacer horas extras en su trabajo y no podía asistir a la fiesta conmigo en casa de mi hermano. Ahora debía acudir solo.
*Subbie: Abreviatura de sumisa, del inglés submissive. Se trata de una persona ansiosa por complacer a su Maestro (Amo o Ama). La palabra subbie ya se emplea como un apelativo cariñoso.
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Rubí (Cherry Ladies 1) ©
RomansaNovela contemporánea erótica con un ligero toque kinky. Rubí trabaja como prostituta de lujo para costearse la carrera de Psicología. Vincent es un hombre misterioso que le inspira temor; sin embargo, se convierte en el único cliente que la ll...