Novela contemporánea erótica con un ligero toque kinky.
Rubí trabaja como prostituta de lujo para costearse la carrera de Psicología. Vincent es un hombre misterioso que le inspira temor; sin embargo, se convierte en el único cliente que la ll...
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Extendí mi brazo derecho hacia arriba, levantándome para formar "la estrella", una postura de yoga que exige mucho esfuerzo de los brazos y el torso.
—Se debe mantener el equilibrio con el brazo izquierdo que está en el suelo y las piernas estiradas. Lo único que toca el suelo son la palma de la mano y el pie.
Mi hermana lo intentó también; no obstante, ni bien levantó la mano de inmediato cayó al suelo.
—¡Ay, no puedo!
Yo continué con la postura sin mayor esfuerzo, burlándome de ella.
—También puedes levantar la pierna derecha y formar una estrella.
Me empujó con bastante fuerza, caí en la alfombra y comencé a desternillarme de risa. El programa que se reproducía en la pantalla del teléfono continuó con las indicaciones: formar "la plancha".
—Jamás voy a lograr eso.
—Es porque no lo intentas, Andy. Las cosas se logran poco a poco, no vas a hacer las posturas más difíciles si no logras las más sencillas.
—Pues ya con eso. Voy por mis cosas, tengo que regresar a casa.
Me levanté para recoger mi teléfono y el tapete de yoga.
—¿Quieres que te acompañe?
—No. Por cierto, olvidé decirte que tu jefe vino otra vez.
—¿Vino? Como por qué.
—No sé. Intentó abrir la puerta, pero como tiene el candado no insistió. Me asomé y lo vi.
—¿Te vio él?
—No, lo vi por la mirilla.
—Ah, perfecto.
—Es guapo. No es alto como mi amorcito, pero no está mal.
—Bueno.
—Tampoco está tan bueno como tu Vincent.
—¿Mi? Es solo un cliente, Andy.
—Sí, bien —dijo. Colocó su ropa en la mochila y las cosas que compró ya estaban guardadas en otra.
—¿Cómo te vas a llevar el resto del pastel, Andy?
—Ah, sí. Ya se me había olvidado. En la misma caja.
Mientras nos despedimos en la estación del autobús logré ver de reojo el coche de Pete. Esperé adentro a que el autobús saliera, abracé a mi hermana con el corazón en la garganta. Ni siquiera yo sabía a qué se debía tanto miedo. El chofer tuvo que esperarme a que terminara de abrazar y besar a mi hermana.
