Capítulo 38 : Rubí

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Canción: Beth Hart & Joe Bonamassa - I'll Take Care of You


Temía a su reacción, por eso no supe cómo decirle sobre el hecho de que me expulsaron de la escuela. Lo pensé mucho, tanto que él se enojó. Lo sentí tenso. Deshizo su abrazo y se alejó de mí. Tenía que hacerlo, solo era una frase que consistía en dos palabras: fui expulsada. No tenía sentido ese temor, él no era mi padre y no iba a regañarme. Pero le temía. ¿Y si me abandonaba?

—Muy bien, Rubí.

Su voz era tensa. Mi corazón tembló por la ansiedad, porque no sabía qué hacer o qué decirle. No sabía qué estaba sintiendo más bien. ¿Qué era: miedo, angustia, ansiedad? ¿Todas las anteriores?

—Vincent...

—No, Rubí. Ya basta. No puedo seguir así. Te amo, es cierto. Eso no cambia. Pero no puedo seguir de esta manera.

Abrí los ojos con todo el terror ablandándome las piernas. ¿De qué manera? ¿De qué hablaba?

—No... no.

¿Cómo decirlo? ¿O qué decirle?

—Tú tienes algo —me dijo—. Estás guardándote mucha información que necesito saber. Necesito que hables conmigo.

Asentí. Iba a decirlo, solo no sabía cómo. Tenía que recobrar mi valentía que se quedó en alguna parte de la oficina de Pete. Allí ocupé toda, porque me planté frente a él pidiéndole que firmara la hoja de mi renuncia.

Vincent no era Pete. Yo confiaba en Vincent. Quería a Vincent.

—Todavía piensas que en el amor no se cree, como un dios o... —dijo, como pensando en lo que debía decir—. O magia... aquello que me dijiste cuando te mostré mi colección de playeras...

Pensé en ello. Sí, le había hablado sobre el amor.

—Que el amor se construye —afirmé—. Por supuesto que lo creo.

—Muy bien. Entonces, de acuerdo a tu teoría, esto que siento por ti es enamoramiento.

Asentí. Yo también estaba enamorada de él... mucho muy enamorada.

Él movió su cabeza afirmando, pensando. Movió las manos en círculo, dándome a entender que deseaba que me volviera, así que lo hice. Miré detrás de mí.

—Aún no lo he sacado de su protección —mencionó mientras le sacaba el plástico a un mueble alto.

Solo cuando terminó de retirar dicha protección me di cuenta de lo que era aquél mueble.

—Una cruz de San Andrés.

El corazón ya me había vuelto a la normalidad; pero al ver aquella cruz, de probablemente más de dos metros de altura, me sentí casi desfallecer. Si quería que la viera seguro que también quería que la probara.

—¿La vas a usar? —pregunté con temor.

—¿Yo? No —afirmó, después sonrió como si estuviera frente a una situación muy chusca—. Tú la vas a usar, Rubí.

—¡Oh, no! Me niego.

—Vuelve a decirme eso, Rubí.

Lo intenté. No podía repetirlo. No porque tuviera miedo, más bien porque estaba traicionando mis deseos si lo hacía. Sí quería, quería que me atara a aquella cruz y me hiciera todo cuanto deseara. Con solo imaginarme atada allí, desnuda... comencé a sentir una dolorosa palpitación en mi sexo. Él sonrió con gusto.

Rubí (Cherry Ladies 1) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora