Capítulo 31 : Rubí

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Canción: Anomie Belle - Before You Leave Me

Entré a la habitación donde estaba mi hermana

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Entré a la habitación donde estaba mi hermana. Por un momento sentí que debía regresar, pues Enrique susurraba para ella y acariciaba su cabello con mucha ternura. Me pareció una escena tan íntima que di media vuelta para retirarme; sin embargo, él me escuchó.

—No, Rubí. No te vayas —me dijo.

Me acerqué a ambos, pero se me hacía tan difícil ver a mi hermana así que me solté a llorar.

—Era tan bonita —murmuré entre sollozos—, como lo va a ser ahora. Su carita está muy hinchada.

Enrique me cogió la mano y me senté en la silla a su lado. Seguí hablando tonterías mientras él sólo me apretaba la mano. Estaba muy cansado, ya no lloraba. Esperó a que yo dejara de llorar, luego, como si se le ocurriera de pronto, se levantó para ir por papel higiénico. Me lo ofreció en silencio.

—¿Cuándo ocurrió?

—El día que llegó Chelsea. Tu mamá nos dio la idea de salir a caminar un rato por la iglesia y luego ellas dijeron que querían pan.

Él no me miraba. No culpaba a nadie, solo comentaba los hechos como ocurrieron. Yo sabía que su dolor no era únicamente debido a las lesiones de Andy, sino porque había perdido a su bebé.

Sin poder contenerlas, todas las imágenes de Andy siendo feliz por su bebé se me agolparon en la cabeza. Su sonrisa radiante mientras platicábamos con Vincent y Hayden. Su carita mientras se probaba la ropa nueva que le permitiría más comodidad cuando su pancita creciera. Su ilusión al decirle a todos que iba a ser mamá.

—Lo siento mucho, Enrique.

—¿Por qué te disculpas?

—Sé cuánto te ilusionaba esto.

Enrique bajó la mirada, prefirió brindarle atención a sus manos por un momento.

—No fue así siempre. Me asusté muchísimo cuando me lo dijo —admitió—. Pensé que sería mejor que abortara, que tratáramos luego. Yo le dije que no era buen momento. Pero ella estaba tan feliz que no me atreví a sugerir el aborto. Sé que la amo, Rubí, por eso le pedí que fuera mi esposa y que cuidáramos juntos a nuestro hijo.

En esa ocasión fue mi turno para consolarlo. Hice lo mismo, apreté su mano y lo conforté.

—¿Por qué no me hablaron enseguida? Todo este tiempo creí que estaban de vacaciones.

—Yo... yo debí hacerlo, Rubí. Perdón. Pero es que... ni siquiera pensé en ti. Andy era todo lo que me importaba. No fue ninguna mala intención, Rubí. De verdad...

—Está bien, está bien.

Su expresión era de verdadero dolor. Parecía estar tan reducido en la silla que temía por su salud. Si él no había tenido más que algunos golpes que no se notaban, tal vez vio todo lo sucedido.

Rubí (Cherry Ladies 1) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora