Capítulo 13

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Miénteme







Spencer era un cabrón sin corazón. Al menos, eso pensaba Jewelry mientras cambiaba una cubeta llena de vómito por otro vacío y, conteniendo la respiración, lo vaciaba en el fregadero. Apenas diez minutos después de dejar a Helen en el apartamento, se había marchado. Ambos llamaron a Kyle para asegurarse que le rubia no estuviera en peligro y, después, Spencer desapareció del mapa, no sin antes decirle algo al grupo.

 —Señorita Hamilton, ¿puedes hacerme un favor enorme?

 —Sólo si me dices qué coño está pasando.

Él suspiró.

 —Escúchenme todos... Cuando se despierte, da igual el tiempo que les lleve, díganle  que estaba soñando.

Jewelry abrió la boca con total descrédito, sobre todo cuando Alaric asintió y se dirigió a su habitación, como si el asunto no tuviese nada que ver con él. Bueno, técnicamente así era, pero aún así...

 —¿Al menos puedo saber por qué?

Spencer la miró, sin sonreír. Estaba tan serio que daba miedo.

 —Confía en mí, señorita Hamilton. Todo será mejor si hacemos como que no hubiese pasado nada —entonces, miró a Kendall, quien levantó las manos y declaró que ella no vivía allí, así que no era su problema —Sé que por ahora no tiene sentido, pero les prometo que si no han contado de lo que ocurre al final del mes, pueden hacerme lo que quieran. Por favor... Tan solo denme sólo tres semanas más; eso es todo lo que les pido.

 —¿Quieres que esté tres semanas mintiéndole a Helen? ¡Pues me ayudará bastante saber por qué lo hago! —gritó Jewelry.

 —A final de mes, señorita Hamilton. Juro por lo que quieras que, en Halloween, sabrás lo que ocurre.

Y eso fue todo. Jewelry echó una gran cantidad de detergente por el fregadero y encendió la trituradora, a pesar de que el ruido seguramente empeorase la migraña que sentía Helen. Jewelry lo fregó todo con furia, incapaz de contener la rabia. Además, la cosa había empeorado cuando le había preguntado a Alaric por qué había asentido tan rápidamente y él había sacado su lado "racional".

 —Spencer se ha portado muy bien con nosotros y deberíamos devolverle el favor —le dijo, consternado. En otras palabras; en lugar de dejarte llevar por los ovarios, piensa con la cabeza. Imbécil.

Por suerte, cuando volvió al salón, Helen no había vuelto a vomitar. Estaba despatarrada en el sofá, delirando sin sentido. Jewelry suspiró. Al escuchar las pisadas que venían del pasillo, levantó la vista y se encontró a Alaric con la mirada descontenta y una almohada bajo el brazo.

 —¿A dónde vas? —musitó ella.

 —Abajo. Ya va siendo hora de que Leopold me devuelva todas las veces que se ha quedado aquí —dijo Alaric tranquilamente. Entonces, se mordió el labio y buscó atentamente las palabras que diría a continuación —Eso significa... que dejo el apartamento en tus manos... —murmuró entre dientes, aunque lo suficientemente claro como para que ella le entendiera —Te harás responsable de ella —señaló con la barbilla hacia Helen —y de todo lo demás. Si, cuando vuelva, encuentro vómito en el suelo, en el baño... es más; si lo huelo al volver por la mañana, te ataré al contenedor y dejaré que los basureros te lleven con ellos. Lo prometo —entrecerró los ojos —Y con ésta me debes una muy grande. Estoy pensando en un menú de tres platos: carne asada con verduras cocidas, sopa de aperitivo y pastel de piña de postre. ¿Qué te parece, Hamilton?

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