Capítulo 26

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Eres a quien quiero.


Alaric se enfadó con ella, naturalmente. Nada de Maxine significaba nada de pavo de Acción de Gracias, respecto al que Jewelry empezaba a creer que Alaric sentía un exagerado cariño. Al margen de eso, la realidad era que su amigo estaba totalmente amargado y, después de dos intensos días de búsqueda, Leopold no pudo hacer otra cosa más que tumbarse en el sofá, totalmente desesperado. Nada de pavo de Acción de Gracias. Posiblemente, Alaric acabase arrojándose de la azotea de Las Noches.

Pero Jewelry era muy terca y seguía firme en su idea de que Leopold no se merecía otra cosa que perder a Max para siempre. Sin embargo, eso no parecía ser lo que más le molestara al chico; cada vez que intentaba preguntarle qué le ocurría, él se giraba, dándole la espalda, murmurando y diciéndole que se fuera al infierno. No hacía falta decir nada más para comprender que la vida en el apartamento Cacciatore era imposible. Dadas las miradas asesinas y decaídas de Alaric y Leopold, Jewelry decidió quedarse en casa de Helen; allí al menos habría alguien alegre que contrarrestara toda esa negatividad.

-¿A dónde vas? -preguntó Alaric, mientras la pelirroja sacaba el abrigo del armario.

-Helen me ha invitado a cenar a su casa. Volveré tarde -contestó Jewelry, sin ni siquiera mirarlo -Además, por lo que veo, no soy bien recibida aquí -negándose a girar la cabeza, la chica se perdió la expresión de dolor que se dibujó brevemente en el rostro de Alaric, antes de recuperar su mirada impasible. La observó mientras se ponía la cazadora, cogía su bolso y se marchaba, dejando el ambiente del apartamento mucho más estancado, al marcharse. Leopold se sentó en el sofá y lo miró.

-Y... ¿hay alguna razón especial que explique por qué aún no le has dicho lo mucho que deseas pasar las noches con ella?

-Eso no es verdad -repuso Alaric rápidamente, sin apartar la vista de la puerta -Pero supongo que... por la misma razón por la que tú no has ido a buscar a Max -se giró, sintiendo la escalofriante certitud de que el día en el que Jewelry saliese definitivamente de esa puerta, estaba cerca -Porque no me la merezco.

✱ ✲ ✱ ✲

Jewelry se sorprendió bastante de que Helen no se hubiera ido a vivir aún con Spencer, pero, tal y como ella le explicó, no sería demasiado sensato dar ese paso tan importante con un hombre con el que había estado años sin hablar, por mucho que lo amase. Jewelry descubrió que ambos habían decidido volver a recuperar su amistad primero y, a partir de ahí, se dejarían llevar por lo que sintieran.

Llamó a la puerta y esperó que se abriese, preguntándose si, a la vuelta, debería ir a ver a Kendall. La última vez que había hablado con ella, su amiga estaba muy contenta de que todo estuviera yendo bien, a pesar de haber amenazado de muerte a Alaric si las cosas se torcían.

Oh, si lo supiera...

La puerta se abrió un poco, dejando entrever parte del cuerpo de Helen- un ojo, parte de su nariz y de su boca, un mechón de cabello y un poco de su pecho. Jewelry la saludó con la mano.

-Hola. ¿Qué era eso tan urgente? -preguntó. Entonces, pegó un grito cuando su jefa se abalanzó hacia ella, le agarró de la camisa y la empujó hacia dentro, cerrando la puerta justo después -Pero, ¿qué demonios...?- Jewelry no terminó la pregunta, al descubrir quién más estaba en el salón -¿Max?

La francesa alzó la cabeza, pestañeando. Llevaba un pijama de Helen, su mojado cabello color caramelo estaba envuelto en una toalla y tenía un libro de texto más gordo que la Biblia sobre sus rodillas. Helen señaló hacia ella.

-Aquí está.

-¡Oh, Dios mío, Max! -Jewelry corrió hacia ella y le cogió de los hombros, meneándola -¿Tienes idea de lo preocupados que estábamos? ¡Maldita sea! ¿Has estado aquí todo este tiempo?

MUSA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora