Capítulo 23

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Querido difunto.

Una y otra vez, una y otra vez. La plancha se deslizaba, mientras Jewelry la pasaba por la tela y la colocaba al borde de la tabla. La joven levantó el vestido negro y lo colocó a contraluz para inspeccionarlo, suspirando; seguía arrugado. Nada más colocarlo de nuevo sobre la plancha, retomó su trabajo, mientras escuchaba el Claro de Luna llenando el apartamento. La taciturna melodía era incluso más deprimente en vivo, pensó, mirando al vestido con molestia. Aún así, durante los últimos cuatro días, Alaric no había dejado de tocarla y Jewelry empezó a plantearse seriamente darle un planchazo en la cabeza.

- ¿Podrías dejarla ya? -preguntó finalmente.

Alaric la miró, como si acabara de salir de un trance y sus dedos siguieron moviéndose sobre las teclas del piano.

- ¿Hmm?

- Esa canción me está poniendo de los nervios -la chica pasó la plancha por el vestido, con más insistencia. ¡Plánchate, maldita sea! Haberlo tirado a la maleta después del funeral de Washington no había sido buena idea, admitió entonces. Pero tampoco quería quemarlo, así que apartó de nuevo la plancha y lo observó -Además, tocándola no lograrás que vuelva.

Alaric no respondió a eso. Siguió tocando, ignorando su largo y sonoro suspiro. Los últimos cuatro días habían sido una desgracia, sin Spencer. Todo el mundo sentía su ausencia, sobre todo al bajar las escaleras y el nuevo conserje les saludaba, un chico rubio llamado Francis Hicks, cuya expresión de perrito abandonado podía casi rivalizar con la de Alaric. Casi. Pero, aún así, todos eran amables con él y él lo era con los demás, aunque entendió que el anterior había dejado una huella muy importante.

Jewelry ni siquiera podía refugiarse en su trabajo; estar cerca de Helen y su locura estaba siendo insoportable, a pesar de estar mucho más ausente aquellos días. Ni siquiera podía hablar con Molly; la chica se había tomado una semana de descanso del instituto y del trabajo, aunque Benjamín había ido al bar poco antes, para asegurarles que se encontraba bien. La policía había estado interrogándola y, después de observar su frágil estado mental, le sugirieron a sus padres que recurrieran a un especialista, para evitar daños permanentes. Benjamín también le dijo a Jewelry que Molly le había perdonado todo y le dio las gracias con ímpetu, por haberla mantenido a salvo.

Finalmente, el vestido quedó perfectamente planchado. Jewelry se lo colgó del brazo y se lo llevó al armario, mientras el Claro de Luna llegaba a su fin. Gracias a Dios.

- Creo que mañana lloverá -le dijo a Alaric -¿Puedo llevarme tu paraguas?

- ¿Vas a ir al cementerio sola? -preguntó él, tapando las teclas del piano.

-Creo que sí- repuso ella -Tú trabajas y tampoco tengo ganas de que alguien me acompañe. Sería demasiado triste.

- Hmm - a Alaric no es que le agradara precisamente que ella fuese sola a aquel lugar. Entonces se giró a la cocina, pues su estómago le estaba recordando que tenía hambre y probablemente ella lo tuviera también -Me tomaré el día libre. Así te ahorrarás el dinero del autobús.

- Estás siendo demasiado amable conmigo. Déjalo ya -gruñó una irritada Jewelry -¿Dónde está Paco? ¿Se lo han llevado ya los de Inmigración? Pues dile que vuelva a pasar la frontera mexicana.

Sabía que no era justo decirle aquello. Alaric no había sido él mismo durante los últimos días, aunque ella tampoco. Ni nadie. Lo que ocurrió en la fiesta de Halloween había afectado a todos los habitantes de Las Noches. Leopold estaba más calmado, Max pasaba más tiempo en la facultad, porque detestaba sentir como si hubiesen perdido a un miembro de la familia, Sawyer trataba de escribir canciones y estaba volviendo loca a Lily, Louis había cerrado temporalmente su estudio... Kyle fuera, tal vez, quien peor se encontraba, porque deseó haber sabido lo que ocurría para serle de más ayuda a Spencer. Jewelry y Max habían estado un largo rato en el apartamento del doctor, días antes, diciéndole que no pasaba nada. No había forma de que alguien supiera lo que iba a ocurrir esa noche...

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