Condiciones
—No, espera... ¡No, Kendall, escucha! No hará falta... No, no estoy metida en ningún lío. Oye, ¿podrías...? ¡No! No estoy con ningún mafioso. Estoy bien, de verdad. ¿Puedes escucharme?— Jewerly se apartó del teléfono, tratando de contenerse. Kendall no había dejado de hablar desde que había contestado al teléfono, en ese tono lastimoso que sugería que estaba a punto de echarse a llorar y nada de lo que Hamilton le había dicho hasta el momento había conseguido penetrar en su dura cabeza— Cálmate y escucha, por favor. Toma aire. Dentro y fuera. Otra vez; dentro y fuera. ¿Estás más tranquila ahora? ¿Vas a dejarme hablar?— un "sí" llorón— Sólo necesito estar fuera de casa durante algún tiempo. No estoy metida en ningún lío, así que no vayas corriendo a la policía como una loca, por lo que más quieras. De hecho, para demostrarte que estoy bien, seguiré pagando el alquiler.
— ¿Qué? ¿Cuánto tiempo piensas estar fuera?— le gritó Kendall a Jewelry, lo suficientemente alto como para que ella se apartara el teléfono de la oreja. Esperó unos instantes, hasta que estuvo segura de que no habría más interrupciones y respondió tranquilamente.
— No lo sé— sus dedos ausentes empezaron a acariciar la tirita de su mano— pero no te preocupes, ¿vale?
Un suspiro.
—¿Puedes decirme, por lo menos, dónde estás, Jewelry?
Ella sonrió con ironía.
— En rehabilitación.
Jewelry se despidió cariñosamente de ella y colgó el teléfono, sujetándolo mientras observaba la habitación de Alaric. Por suerte, las persianas eran oscuras, aunque le parecían distintas a la primera vez que se despertó allí. Al levantarse, descubrió un vaso de agua y unas aspirinas, sobre una servilleta, al lado del sofá-cama. Después de mirar al traslúcido vaso por unos instantes, la joven bebió su contenido de un solo trago; le pareció deliciosa, como una bocanada de aire fresco. Siempre había creído que los anuncios de agua "directamente traída de las montañas" eran una estafa, pero acababa de comprobar que no todos eran falsos.
Apenas recordaba nada de la noche anterior, aunque sí algunos fragmentos. Alguien le dijo que no tenía muy buen aspecto antes de perder la consciencia y, al recuperarla, sintió que una aguja se clavaba en su piel.
—Mira, con consentimiento o sin él, si no le ponemos la inyección ahora mismo, morirá. Ya nos preocuparemos de los detalles más tarde.
—¿Estás seguro?
— ¡Confía en mí; soy médico!
—¿De veras? Porque he oído algunos rumores que...
—¡Sshh! ¿Quieres que se despierte o qué?
Entonces, alguien le abrió los ojos y proyectó una intensa luz sobre ellos. Jewelry se abría quejado, pero se desmayó durante las siguientes horas. Al despertarse, instintivamente se llevó la mano al brazo para ver qué le había pinchado, pero sólo encontró una tirita. En ese mismo instante, escuchó ruidos de otra persona y deseó alcanzar su bolso para comprobar la hora en el móvil, pero se quedó dormida, con el brazo colgando de la cama. Treinta minutos después volvió a desvelarse, descubriendo que su brazo estaba cuidadosamente colocado bajo las sábanas.
Sin embargo, Alaric no estaba en casa. Aquello sorprendió a la chica, pues no eran ni las diez de la mañana, hasta que recordó que la gente con trabajos importantes trabajaba ocho horas diarias, desde la mañana hasta por la tarde.
Dejándose llevar por la curiosidad, apartó las sábanas de sus piernas y con ellas se cubrió el cuerpo, cogiendo el vaso vacío y la servilleta mojada en la que se había apoyado. Decidió explorar la casa, mientras deslizaba sus piernas del sofá-cama. Esa casa estaba demasiado limpia y tranquila como para no esconder algún secreto asqueroso.
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MUSA.
Romance"Mientras Jewelry Hamilton siguiera siendo su musa, no la dejaría marchar hasta haber exprimido la última gota de inspiración, de ella."