Era jueves, así que Alaric se esperaba que Sawyer y Amanda aparecieran en su puerta, en cualquier momento, con Lily vestida de exploradora. Sin embargo, sin saber por qué, su visita le molestó inexplicablemente.
—Oye, ¿dónde está Jewelry?—preguntó la pequeña, con una alegría bastante falsa, entrando en su apartamento. En la mesa del salón no había más que tres cuadernos de partituras, acompañados por un cuarto, abierto.
Alaric pestañeó despacio.
—No está aquí —dijo. En serio; se había imaginado que los cotillas de sus vecinos estarían ya al día con lo ocurrido. Tal vez las vacaciones estuvieran distrayéndolos.
—Oh— Lily puso mala cara —Bueno, pues espero que vuelva pronto...
Él la miró.
—¿Y por qué coño iba a hacerlo? —las alarmas de Sawyer y Amanda saltaron al momento y el chico le sugirió a la pequeña que se marchara de allí y los esperara en el ascensor. De mala gana, ella obedeció. Cuando estuvo a una distancia apropiada, la pareja de expertos en baloncesto se giró malhumorada a Alaric.
—¿Qué demonios te pasa? —Preguntó Sawyer —¿Por qué le has hablado así?
—El hecho de que sea una niña no significa que tengamos que decirle mentiras—respondió un desalmado Alaric, mirándolos —Y, ahora que su curiosidad ha quedado satisfecha, pueden irse.
Sawyer gruñó cabreado y se marchó de allí, siguiendo a Lily. Sin embargo, Amanda se quedó un instante más, mirando al moreno con odio en su mirada cicatrizada.
—Si le pasa algo a Jewelry por tu completa estupidez —amenazó —no te perdonaré nunca.
Alaric ni siquiera se inmutó. Esperó a que la mujer se hubiese alejado un poco para cerrar la puerta, volviendo a la mesa. Sus ojos grises se clavaron en los cuadernos llenos de notas, que había ido completando desde el martes. Era gracioso porque, desde que la Hamilton se había marchado, no había parado de escuchar la música en su cabeza. Las composiciones se sucedían en su cerebro y él las plasmaba en el papel. Todas eran preciosas, lo que demostraba que ya no necesitaba a la pelirroja. Ella ya había cumplido su propósito hacía tiempo.
Sin embargo, también resultaba molesto que la música no dejara de fluir sin interrupciones. Había estado atado al piano y al lápiz en los últimos días y, aunque tratara de relajar aquella creatividad, cada vez que tenía una idea, le aparecía otra. Era como si, en esos seis años de ausencia, su subconsciente hubiese estado ordenando las cosas para que, en ese momento, reventaran hacia afuera, como la metralla de una explosión.
En realidad no comprendía por qué la gente se comportaba como si el mundo llegase a su fin. Estaba seguro de que, estuviera donde estuviera, Hamilton estaría bien. Todos esos meses de mejoría tenían que servir de algo. Tal vez hubiese perdido el móvil y por eso no contestase a las llamadas. De cualquier modo, ya no era asunto suyo.
...
Mientras tanto, la búsqueda de Jewelry continuó por toda la ciudad. William, Kyle y Spencer decidieron colaborar buscándola por el barrio rojo, para evitar que las chicas pasaran vergüenza por allí. Max y Amanda decidieron ir a casa de Jewelry, cuando una cada vez más agitada Helen les dio su dirección. Allí pasaron un buen rato aporreando la puerta, pero nadie contestó; o estaba evitando contestar o se había marchado. Encontraron el apartamento de Kendall y trataron de ponerse en contacto con ella, pero su novia les dijo que estaría fuera todo el día.
—¿No han visto a una preciosidad llamada Jewelry Hamilton? Hmm... Yo creo que tampoco. ¿Le ha ocurrido algo? —preguntó preocupada, aunque las otras dos sólo pudieron decir que no lo sabían.
Al final del día, el grupo regresó con las manos vacías, sin pistas que seguir. Tal vez de verdad se hubiera marchado de la ciudad... Pero, ¿a dónde había ido? ¿Tenía dinero para hacerlo o prefería hacer autoestop por todo el país, ofreciendo sexo a cambio a los camioneros sudorosos? ¿O- la posibilidad más probable, que estaba volviendo loco a todo el mundo- estaba herida en alguna parte, muerta en una cuneta o secuestrada por alguien como Marcus, que se acostaría con ella, antes de meterle una bala en la cabeza?
En una ciudad de millones de habitantes podía estar en cualquier parte y, teniendo en cuenta su pasado, eso resultaba aterrador.
Fin del día tres.
Capítulo: No iré a casa sin ti.
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MUSA.
Romance"Mientras Jewelry Hamilton siguiera siendo su musa, no la dejaría marchar hasta haber exprimido la última gota de inspiración, de ella."