Leopold agarró el pomo que controlaba las marchas de su furgoneta y giró hacia el semáforo en rojo, maldiciendo a su viejo automóvil y apoyando sus manos en el volante, mientras esperaba que se pusiera de color verde. Se había pedido el día libre en el trabajo, pues no quería perder nada de tiempo buscándola. Podía haberse negado, pero seguro que Max le regañaba si lo hacía. Por desgracia, lo único que había visto fue su mirada de preocupación y tristeza, mientras la había dejado en la universidad, pocas horas antes. El semáforo se puso en verde y él arrancó, siguiendo el tráfico que lo guiaba desde Lecourt hasta distritos más poblados.
Nada. Aquélla debía de ser ya su cuarta vuelta por la zona y, a pesar de haber visto a unas pocas pelirrojas, no había ni rastro de Jewelry. Es como si hubiera desaparecido de la faz de la Tierra, dejando de existir en cuanto hubo cruzado por la puerta. Solía pensar que Alaric tenía una especie de radar interior que localizaba a la chica allí donde estuviera, pero cuando le había preguntado aquella mañana dónde estaba ella- después de asegurarse de que comiera algo, pues el pianista se había saltado el almuerzo y la cena del día de su cumpleaños- Alaric le contestó encogiéndose de hombros.
— Alaric—dijo Leopold, mientras su mejor amigo acariciaba las teclas del piano y creaba una nueva composición— Vendría bien algo de ayuda.
—No es asunto mío—contestó él, dando paso a una preciosa sucesión de notas, que por un momento distrajo a Leopold de su cometido.
Le costó bastante hacerlo, pero, mientras se comía la barrita de cereal que conformaba todo su desayuno, Alaric le contó a Leopold que él y Jewelry habían tenido un conflicto de intereses. Habían discutido un poco y, al final, decidieron dejar de vivir juntos y ella acabó marchándose por propia voluntad. No había motivo para asustarse, para buscarla. Estaba bien. Una chica fuerte como ella no iba a desmoronarse por haber tenido una pequeña pelea.
Sin embargo, el tono neutral y desentendido de las palabras de Alaric disparó la ansiedad de Leopold. Si así había ocurrido todo, ¿por qué no contestaba al teléfono? Si no quería hablar con ellos, podía haberlo apagado o puesto el buzón de voz. Pero incluso en ese momento, sentado en el asiento del conductor, con el teléfono contra la oreja, sonó el tono una y otra vez... pero nadie contestó.
Las calles estaban repletas de gente ocupada, comprando los regalos de Navidad y disfrutando de sus almuerzos, caminando cuidadosamente entre bloques de hielo y nieve medio derretida. Leopold apagó el teléfono y lo dejó a un lado, clavando la vista en el cristal. Estuvo medio tentado de ir a la policía y denunciar su desaparición, pero... no podía hacerlo. Aún no. Aún quedaba toda una ciudad por donde buscar. Además, Alaric probablemente lo mataría... o lo haría Jewelry, si no le había pasado nada. A mediodía Max lo llamó, desesperada por saber si había hecho algún progreso.
—Te habría mandado un mensaje, si hubiera podido —dijo él en francés, a punto de golpear la parte trasera del coche que tenía delante. Nota mental: no hablar mientras conduces.
En el campus, Max estaba sentada fuera de uno de los edificios de la residencia, observando las ramas del árbol que había encima de su cabeza, sin haber dado bocado a su comida.
—¿Has ido al restaurante? —le preguntó a Leopold, sobresaltándose por el bocinazo que escuchó—Tal vez Helen sepa algo...
—Tal vez—murmuró Leopold, con un suspiro. La joven percibió que se pasaba una mano por el cabello, como siempre hacía cuando estaba estresado. Y, aunque no quisiera preocuparlo más, no pudo dejar de pensar en la pregunta que estuvo todo el día dándole vueltas a la cabeza.
—Amor —susurró cariñosamente —¿Dónde crees que puede haber ido Jewelry...?
Otro insulto a la persona que estaba delante de él, fuera quien fuera.

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MUSA.
Romance"Mientras Jewelry Hamilton siguiera siendo su musa, no la dejaría marchar hasta haber exprimido la última gota de inspiración, de ella."