Capítulo 29.

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No iré a casa sin ti.

Jewelry volvió a sentirse como Wonder Woman, sonriendo tontamente mientras miraba sus manos, con incredulidad. ¿Cómo podía mover los brazos e incluso caminar, cuando sus miembros parecían pesar cien kilos más? Súper poderes, ésa era la única explicación posible, concluyó, mientras se acomodaba sobre el regazo del hombre que la acompañaba y buscaba la botella de cerveza. Había dejado atrás su humanidad y se había convertido en un ser todopoderoso. Sí, pensó, por poco cayéndose de los pies del hombre. Un ser todopoderoso y sensible, que sólo podía sentir lo que ella quisiera.

Había tardado un par de día, pero al fin lo había conseguido: había vencido al dolor. ¿Cómo? Le estaba costando recordarlo y, de pronto, empezó a sentirse muy cansada. Quiso echarse una siesta, pero tenía trabajo que hacer. La siesta podía esperar. ¿En qué estaba pensando? Ah, sí, en el dolor. Lo había vencido, aunque no del todo. Aún podía sentirlo, así que eso podía significar que había fracasado, pero no tenía por qué ser consciente de él. Ésa era la parte buena. Si quería, podía no prestarle atención. Pero, ¿cómo lo había hecho?

Le dio dos tragos a su cerveza, vaciándola. No había sido eso. No, eso no había hecho una mierda, pensó, lanzando la botella al suelo en un ataque de ira, sonriendo cuando se hizo mil pedazos. Eso era todo lo que había hecho el miércoles y seguramente también hubiese llorado, pero no lo recordaba bien. Kendall había estado con ella y habían hablado de muchas cosas. Jewelry había estado bebiendo sin parar, hasta prácticamente echarlo todo. Eso no le había gustado. Tampoco quiso llorar, porque se había ordenado a sí misma no hacerlo, pero terminó haciéndolo. Jaja, era una mentirosa, igual que Alaric. Estaban hechos el uno para el otro.

Oh, pero él no la quería. Había roto todas sus reglas; incluso la del cigarrillo- aquélla fue la primera- pero eso no le ayudó. Dios, nada le había ayudado... ni siquiera el dolor físico. Miró a su mano de nuevo, a la venda que le apretaba fuertemente la palma. ¿Qué había pasado ahí? Eh... Estaba cortando algo, pero tenía resaca y estaba mareada, así que acabó cortándose ella. Y estaba tan cabreada y frustrada- recordaba los gritos que había pegado la noche anterior, que cogió el cuchillo por el mango y lo apretó una y otra vez, hasta que consiguió sacarlo de su piel. Pero ni siquiera el dolor y la sangre le hicieron sentirse mejor y la estúpida herida se infectó, así que tuvo que cubrir el corte con alcohol. Se suponía que eso curaba las cosas, ¿no? Ella también se llenó de alcohol, esperando que la herida que estaba infestando su corazón también sanara pronto, pero no lo logró. Maldita cerveza.

El tabaco hizo que oliera mal y que sus pulmones ardieran. No quería fumar más. Era asqueroso. Seguramente, por eso se negó a fumar lo que aquel chico le había ofrecido aquella mañana... ¡Sí, exacto, era eso! Eso fue lo que consiguió por fin que el dolor se fuera, aunque le dijo que no quería fumarlo. Entonces, él le dio una jeringuilla. Tampoco le gustaban las jeringuillas, pero ésa no tenía mal aspecto. Era muy fina. Era como vacunarse. Él le dio la medicina para que se sintiera mejor, ¡y lo había conseguido! Era increíble. Qué medicina tan buena. ¿Por qué no se la habría comprado antes? Desde entonces, no había dejado de sonreír, algo que no había hecho en días. Estaba bien sonreír. Estaba bien existir.

¿Qué más le haría sentirse bien? Ese chico, pensó, que la agarraba de la cintura y se reía, bamboleándose contra su hombro. Si Alaric podía hacer que se sintiera mejor con sólo besarla, ¿por qué él no iba a hacer lo mismo? Tal vez hubiera estado "encerrada" en algún sitio y, cuando volviera a tener sexo, sentiría el más salvaje, loco e increíble placer del mundo. Aquél era el primer trabajo que tenía desde que se había marchado de Las Noches y sólo por doscientos tristes dólares, pero le daba igual. Sólo quería sentir. Habría aceptado hacerlo a cambio de cincuenta centavos, si a cambio dejaba de sentir ese maldito dolor en el pecho.

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