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Las doce del mediodía y yo aún seguía en la clase de castellano. El profesor se centraba en explicarnos lo que era un lexema, pero parecía imposible. Sólo prestábamos atención a sus explicaciones Laura, Lucía, Marta y yo. Marta y Lucía eran dos buenas compañeras de clase, pero Laura y yo realmente éramos amigas. Lo éramos desde el colegio, y aún en cuarto de la ESO (casi bachiller) lo seguíamos siendo.

Laura era de las típicas chicas que no necesitan empezar a hablar a los chicos, porque los chicos llegan solos. Tenía un pelo largo y rubio, los ojos muy oscuros y siempre iba impecable. Además, en su cara no había ni un solo grano, ni una imperfección. Esas cualidades y que además, era extrovertida como ella sola, hacían que los chicos no tardaran en pedirle una cita. Además no era creída, ella no pensaba que tuviera nada especial y se extrañaba cada vez que un chico le hablaba.  

Yo era todo lo contrario a ella: pelo oscuro y rizado, ojos azules (que se disimulaban tras unas gafas negras de pasta gruesa), y solía vestir con lo primero que veía. Además, mi carácter no ayudaba demasiado en el ámbito de ligoteo. Antipática, seca y seria. Eso sí, si me caías bien, no podía impedir que saliera a la luz mi humor sarcástico, divertido y un poco tonto, quizá. 

Laura y Marta estaban sentadas a mi lado. Una a la derecha, y una a la izquierda. En primera fila. 

El profesor seguía hablando y nosotras tomábamos apuntes como locas.  

Sonó el timbre y con ello finalizó la clase. El profesor, aún así, seguía explicando con tecnicismos que ni él comprendía bien, y toda la clase (excepto nosotras, claro) se levantó y se marchó al siguiente aula. 

-¿Qué toca ahora? -Le pregunté a Laura. 

-Creo que historia. ¡Este día no se va a acabar nunca! 

Entramos a la clase y el profesor ya estaba sentado en su escritorio, preparando una presentación del 'Mundo Contemporáneo', es decir, una hora de diapositivas sosas, blancas y negras en las que sólo hay texto que no entrará para el examen. 

Nos sentamos en última fila, porque era nuestra única hora del día en la que descansar por completo, ya que todo lo que se explique, no nos valdría absolutamente nada. 

Por fin volvió a sonar el timbre, y con ello, las luces del aula se encendieron y a la siguiente clase. Todos los días lo mismo. 

A la hora de salir, cogimos nuestras bicicletas y nos fuimos para casa.  

Una vez allí, siempre se repetía la rutina.  

Me dirigí al comedor, donde mi hermana Victoria, su novio Héctor, mi padre y mi madre me esperaban para empezar a comer. 

Me senté y comenzó el interrogatorio rutinario. "¿Qué has hecho hoy? ¿Qué has dado en clase? ¿Te han dado alguna nota? ¿Qué te llevaste para almorzar?"  

Yo me limité a responder "sí" y a seguir comiéndome mi sopa. 

Directa a la habitación, a estudiar y hacer deberes. Y así pasaba un día tras otro, sin el menor cambio de rutina.

A la mañana siguiente, convencida de que sería un día normal como otro cualquiera, me dirigí a clase con mi bicicleta azul. Una sudadera, unos pantalones y unas Converse quizá fuesen muy desarreglados, pero nunca me importó eso. 

Al entrar a clase de música, en lugar de Susana, nuestra profesora preferida, estaba nuestro tutor. Un hombre calvo y sin gracia ninguna, que se paseaba los por los rincones sin saber nunca qué hacer.  

Tenía al lado a un chico nuevo, que jamás había visto antes. Tendría un año más que yo e iba vestido como los típicos macarras a los que odiaba. 

Llevaba el casco de la moto en su brazo, mascaba chicle y en su camiseta ponía "School Sucks". Era guapo, pero no quise tener nada que ver con él, y supuse que él tampoco conmigo. 

-A ver clase, silencio -dijo Mario, el profesor, con los ojos semicerrados- aún que es mitad de curso, y ya sabéis que las incorporaciones se suelen hacer a principios de curso, tenemos a un alumno nuevo. Se llama Marcos y viene del IES Puerto Bravo. Recordad ser amables con él. Tiene dos años más que la mayoría de vosotros así que os conviene no meteros con el chaval. Puedes sentarte donde quieras, Marcos. Yo me voy a la cafet... a la sala de profesores. Espero que no haya ningún problema. 

Todos dijeron un 'no' al unísono y Marcos se sentó en la última fila.  

Cuando acabó la hora, y ya estábamos a punto de guardar nuestros instrumentos, Marcos vino hacia Laura y hacia mí.  

"Laura ya tiene a otro en el bote, genial" pensé para mis adentros.  

-¿Cómo te llamas? -Preguntó. 

-Laura. -Contestó ella, dándose por aludida. 

-No, tú no, princesa. Tú. -Me dijo señalándome con la cabeza.  

-¿Yo? -Me puse nerviosa, y me salió el lado más antipático- Noteimporta y de apellido quemeolvides. 

Marcos rió y yo me alejé con Laura para guardar los tambores. 

Entonces, Laura me hizo la pregunta que yo misma me estaba haciendo: 

-Te gusta Marcos, ¿verdad? 

-¡NO! -Dije yo - ¿Cómo me va a gustar? No lo conozco, y lo poco que conozco de él es que es un chico arrogante, creído e insufrible. 

-Pero te parece guapo, ¿no? -Me preguntó insaciable. 

-Bueno, guapo es... pero no voy a estar con un chico sólo porque sea guapo, ¿verdad? A parte, ni siquiera tengo la opción de salir con ese chico. No me ha dicho gran cosa, sólo me ha preguntado mi nombre. 

-Bueno, pero ¿y si te lo pidiera? 

-Pues evidentemente -paré de hablar porque Sara, una chica de clase, entró en la sala a dejar un par de flautas, en cuanto salió seguí hablando - no. Como te he dicho, no lo conozco. Y no tengo ningún interés en salir con un macarra como ese. 

-Entonces no te importará que me lo ligue, ¿verdad? 

Aunque sabía que mi amiga estaba de guasa, tras esa pregunta vacilé. Era el primer chico que mostraba interés por mí en mucho tiempo, y ella me lo iba a quitar como siempre. No quería nada con él, pero aún que suene egoísta, tampoco quería que Laura estuviese con el macarra. 

-Pues no, no me importaría en absoluto. -Mentí. 

-Genial, porque lo voy a invitar a salir con nosotras el viernes. 

-¿Cómo? Yo no voy. No cuentes conmigo. 

-Sí, sí que cuento. Si no, saldríamos los dos solos y suena como una cita. Ya sabes que odio las citas. 

Se puso muy pesada hasta la hora de la salida, donde finalmente cedí. 

-Está bien, está bien... iré con vosotros. Pero si me noto incómoda, me voy.  

-¡Gracias! Eres genial...

Otra historia de amor adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora