OUT P.O.V
Carmen, la madre de Andrea estaba en su club de mujeres de más de treinta, el LC30AM20, cuando su teléfono comenzó a sonar.
-Carmen. -Dijo Ramón, su marido, a través de la línea- Acabo de pasar por el instituto de Andrea.
No era algo raro, el hombre pasaba por allí cada medio día, justo cuando Andrea salía del instituto para irse a comer.
-Sigue cariño, te escucho. -Decía ella sin preocuparse mientras alimentaba a un montón de peces de colores.
-Pues que estaba con un chico mayor que ella.
-¿Quién estaba con el chico ese?
-Pues Andrea, ¡coño! -Dijo el hombre alterado.
-A ver, cari, tranquilo. ¿Has visto algo malo? Da igual que sea mayor...
-Qué no, Carmen, que el chaval ese tenía muy malas pintas. Iba con una chupa de esas de macarra, un casco de moto,... no tenía pinta de ser trigo limpio.
-¿Y no te has parado a pensar que quizá era solo un compañero de clase? No te enerves, cariño, que enervas en seguida. -Intentó tranquilizarlo.
-Carmen... ¿y si es su novio?-Preguntó Ramón, verdaderamente preocupado.
-Pues si es su novio ya nos lo dirá ella, que pareces tonto a veces, chico. -Dijo Carmen cariñosamente- No te preocupes más.
-¡Carmen, te necesito! -Gritó Julián, el compañero homosexual del club donde Carmen era partícipe.
-Cariño, te tengo que dejar, Julián tiene problemas con el filtro de la pecera. Estamos cuidando a los peces de colores.
-Ese era el fluripuri, ¿no? -Dijo el hombre, refiriéndose a la homosexualidad de Julián.
-Te he dicho mil veces que no lo llames así.
-Es de forma cariñosa. -Sentenció él.
Ramón no era homófobo, de hecho, Julián era un gran amigo de la familia. Solo lo llamaba así para picar a su mujer, quien no aceptaba de buen grado las bromas de su marido.
-Bueno, ¿era solo eso?
-Sí, sigo preocupado, Carmen. Hablaré con ella en casa.
-No la agobies, ¿vale? Yo llegaré a las siete o así, hoy toca bordar.
Ambos se despidieron cariñosamente y colgaron los teléfonos. Lo que Ramón no sabía era que lo que su hija hacía con ese macarra, era consolarle.
ANDREA P.O.V
Al escuchar ese alarido de dolor, Laura y yo corrimos pensando que el herido sería Marcos, pero en realidad vimos a través de la valla a Terminator en el suelo, y Marcos se ensañaba con él. No parecía el chico con el que había estado hablando durante una semana. En sus ojos se apreciaba una ira que nunca antes había visto. Sabía que Marcos podía ser peligroso, pero no pensaba que tanto.
Sin embargo, algo pareció hacerle "clic" en la cabeza, se apartó y corrió al interior del instituto, abriéndose paso en la multitud que aún estaba en estado de shock.
En el resto de clases no hubo rastro de Marcos por ningún lado. Todos hablaban de que se había marchado, de que se cambiaría de instituto,... y con los rumores que corrían acerca de ese macarra estúpido e insensato, mi garganta se hizo un nudo.
Pretendía separarme de él, pero no creía que fuera el mejor momento. Debía saber lo que había pasado, ser un apoyo y no hundirle más.
Sonó el timbre que anunciaba el fin de las clases, y al bajar a la planta baja, vi de nuevo a una aglomeración al rededor de la puerta de baños de chicos.
Me acerqué a ver lo que pasaba, estaba segura de que tenía que ver algo con Marcos. Ese chico jamás pensaba en las consecuencias de sus actos.
No había un silencio sepulcral, se escuchaba un murmullo alto que impedía saber de lo que hablaban unos o de lo que hablaban otros. Vi de pronto a Marta, una de las amigas de mi clase y decidí preguntarle que a qué se debía ese jaleo.
-Es Marcos, se ve que se metió después de la bulla y no quiere salir, ni deja entrar a nadie. Nunca había reaccionado así, dicen. Esto es un agobio, yo me voy, ¿vale? -Asentí con la cabeza, pero mis piernas reaccionaron antes que mi cerebro.
Con fuerza me abrí paso entre el barullo y llegué a la puerta del baño, en ese momento se habían callado todos. Nadie sabía qué hacía la empollona de clase allí, ni por qué se preocupaba por el macarra del insituto. Seguramente pensaban que había ido hasta allí para cortarle el rollo a todos o dar una charla sobre la moralidad como seres humanos.
Toqué la puerta con los nudillos, sin demasiada fuerza, pero ese <<toc, toc, toc>> retumbó en mis oídos. ¿Qué estaba haciendo?
-Marcos, soy yo. Ábreme, por favor. Quiero ayudarte.
Y sin previo aviso, la puerta se abrió. Y vi a un Marcos dulce e inocente, que nunca había visto antes. Con los ojos rojos e hinchados de llorar. Ese chico alto, fuerte, musculoso, me abrazó ante la sorpresa de todo el mundo, incluída la mía.
-Gracias. -Susurró en mi oído a mitad del abrazo.
ESTÁS LEYENDO
Otra historia de amor adolescente
Teen Fiction-Te aviso de que yo no quiero las típicas historias de amor de los libros. -Dije. -No, nena, los libros escribirán historias de nosotros.