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ANDREA P.O.V

No sabía bien qué decir. En parte estaba deseando soltar lo que sentía, pero ni siquiera yo sabía lo que estaba experimentando. Podría decir "eres un genial amigo", pero se quedaría corto. Porque ambos sabíamos que no éramos solo amigos. Pero tampoco podía soltarle un "te quiero" porque eran palabras mayores, y tampoco estaba segura de sentir tanto por él. 

-Marcos, estamos jugando a verdad o atrevimiento. -Empecé- Y me han retado a decirte lo que siento por ti en teléfono...

Noté como a Marcos se le erizaba la piel, se le abrieron los ojos como platos y casi se podría decir que sudaba. De repente se me ocurrió algo que decir, algo ambiguo, algo distinto, algo que no se esperaran. Porque sabía que esperaban un "te quiero" o un "te odio". Algo pasteloso o algo que lo hiciera llorar.

-Dime. -Dijo él entrecortado.

Lo miré fijamente, ya no parecía el macarra con el que me encontré a mediados de curso. No parecía el macarra que se metió en una pelea con terminator ni tampoco el que dijo ser mi novio ante su madre. No se parecía a todos ellos. Se parecía más bien al Marcos asustado. Al que ayudó a Laura cuando pasó lo de Miguel, al que lloró en el baño del instituto, al que sacó más nota que yo en matemáticas... se parecía al Marcos de verdad. Tenía dos caras, y tanto Laura como yo habíamos logrado ver la capa más interna. Habíamos dejado de lado sus falsos testimonios, las peleas, las amenazas... y habíamos aprendido que no siempre alguien es como dice ser. Y que Marcos se escondía en una máscara. 

-Marquitos... eres mi macarra favorito. -Dije. Y sonreí, sonreí mucho y la tensión desapareció del ambiente. Mis amigas rieron también, y en la cara de Marcos apareció una mueca parecida a una sonrisa.

-Andrea... ¿puedes salir un momento? Quiero hablar contigo. 

-Claro. -Las chicas silbaron por detrás, pero no me importó. Marcos estaba muy raro, y definitivamente necesitaba hablar conmigo. Pero ¿de qué?

Salimos al patio delantero. Lo adornaban varias flores de colores, y algunas abejas y mariposas rondaban por el aire caliente que comenzaba a apretar, aunque una brisa aparecía y desaparecía. Estaba anocheciendo, aunque aun quedaban unos minutos de sol por delante, y casi una hora corta. 

-Adelante, dime eso tan importante. 

Él se tocó la frente, se rascó la nuca, se colocó bien la camiseta, se acarició la oreja y se pasó la mano por el pelo, pero aun no había contestado.

-Es que nunca he tenido que decir esto... 

Miraba sus ojos verdes fijamente, pero no lograba adivinar lo que pensaba. Quizá se estaba intentando... ¿¡declarar!? No, no... imposible. No nos conocíamos desde hace tantísimo tiempo. Además, no había que obviar la idea de que él era muy distinto a mí. Por mucho que hubiera logrado ver su capa más interior, aun era malicioso, sucio, despiadado y no le importaba dar dos hostias a quien pasara por delante. A parte, si se declaraba, ¿cómo respondería yo? ¿sí? ¿no? Nunca había pensado tan a fondo lo que sentía por él como ese día. No nos veía juntos, saliendo, empalagosos, era una idea absurda. Pero tampoco quería ser solo su amiga, quería algo más, quería estar más tiempo con él, que él no estuviera con nadie más, que me sonriera solo a mí, pasar las navidades a su lado, conocer más a fondo a sus padres adoptivos, y que me contara más de los biológicos... 

-Andrea... yo... yo te...-Pero algo lo interrumpió.

-¡¡Aaaah!! -Un grito desde el patio trasero nos hizo correr hasta la piscina, donde estaba Laura tumbada en el suelo y todas rodeándola.

-¿Qué ha pasado? -Pregunté y me arrodillé junto a ella, como las demás.

-De repente ha dicho que se mareaba y ha caído al fondo de la piscina. La hemos sacado a fuerza y por eso tiene esos arañazos por las piernas.  -Explicó Roberta.

-¿Un golpe de calor? -Murmuró el Macarra- Es raro, ya casi está anocheciendo. Traed coca-cola, hielos y una toalla.

Pero yo no me pude mover como las demás, yo solo veía a mi amiga tumbada en el suelo, sudando y con los ojos cerrados. Parecía casi dormida. 

En seguida llegaron de nuevo las demás con todo lo que les había pedido Marcos. Mojaron la toalla en la piscina y la rellenaron de hielos, se la colocaron cuidadosamente en la frente y le dieron unos golpes en la mejilla para que se despertara.

Tras pocos intentos, abrió los ojos y consiguió beber algo de Coca-Cola. Intentaron explicarle lo que había pasado, y ella solo podía recordar que estando en la piscina empezó a verlo todo negro, negro...

Después del susto, solo tenía ganas de volver a casa. Y acompañando a Laura, Marcos y yo empezamos a emprender camino. 

-Nunca podemos hablar... -Me susurró en la oreja Marcos, sonriendo-Oye Laura, ¿ya estás mejor? 

Y era cierto... nunca podíamos hablar de lo que de verdad importaba. Ya sea porque él se iba, o porque yo me dormía, o porque sufríamos un mareo.

Otra historia de amor adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora