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ANDREA P.O.V

¿Qué necesidad había? Ninguna. No había por qué tirar una mesa haciendo vibrar el suelo, ni tampoco salir huyendo de golpe, saltando por las escaleras y dejándolo todo a manos de Laura. Entendía que fueran amigos, pero él solito debería de acarrear con las responsabilidades de sus actos. Me quedé divagando en el por qué de esas reacciones tan repentinas de Marcos... Esos cambios de humor, esas respuestas tajantes, esas charlas infinitas por mensajes,... Y entonces me di cuenta de que no sabía nada de él. Sabía en parte cómo era, pero no sabía nada en absoluto de su pasado, ni de su familia (excepto lo de su abuela), tampoco tenía mucha idea de por qué lo habían echado de los otros institutos ni por qué ese afán por meterse en líos. No lo conocía realmente. Así que nada más regresar a casa, cogí mi movil y escribí en el buscador "Marcos Papillot..." ¿Cuál era su segundo apellido? Ni siquiera sabía eso...

Cliqué a enter con la poca información que tenía, sólo su nombre y su primer apellido. Como no era muy específica la búsqueda, di con más de dos mil resultados de facebook, twitter, tuenti, y todas esas redes sociales. Cliqué en un par de resultados, pero ninguno tenía una fotografía que se correspondiera al macarra de dieciocho años que conocía. Seguí mirando, pero no encontré nada. Era como si en la red existieran todos los Marcos Papillot excepto él. Entonces se me ocurrió clicar en el apartado 'imágenes'. Salieron millones de fotografías de extraños, algunos hombres mexicanos con bigote, algún que otro costariqueño... Hasta que di con una foto que me sorprendió: era una especie de casa enorme, pintada de amarillo huevo y con un tejado antiguo. Encima de la puerta, se leía un cartel enorme "Casa de acogida Vida Nueva". No entendía qué relación podía tener esa casa de acogida con Marcos, pero por preguntarle no pasaría nada.

Abrí su perfil de whatsapp, y justo cuando fui a escribir la primera interrogación, recibí un mensaje suyo.

MARCOS: Nena, tienes algo que hacer esta tarde??

Bueno, quizá fuera mejor preguntarle en persona... y no tenía muchas cosas que hacer, ahora que las vacaciones estaban a la vuelta de la esquina.

ANDREA: No mucho, ¿por?

Esperé unos instantes que me parecieron demasiado largos, mientras esperaba a que me respondiera, me entretenía con ese letrero pequeño que ponía "escribiendo..." ¿Qué diablos estaba escribiendo para tardar tanto tiempo?

MARCOS: No, por si te apetecía ir a tomar un helado... como ya hace calor...

¿Qué si me apetecía? ¡Me moría de curiosidad por saber si él tenía algo que ver con esa dichosa casa de acogida! ¡Me moría por tener una excusa para conocerlo mejor! Así que sin más dilación le dije que sí, cogí la rebeca y salí fuera a esperarlo. Una suerte que no hubiera nadie en casa.

-¡Hola pequeña! ¿Qué haces aquí fuera con lo que pica el sol? -Preguntó Héctor con el coche recién aparcado.

-Oh, nada. Esperar a... eh... a Laura. Bueno, me viene a recoger su hermano. -Mientras hablaba iba soltando las mentiras que se me ocurrían -Porque ella está muy enferma. Un resfriado primaveral, ya se sabe.

-Pero si Laura no tenía hermanos... ¿no?

-Sí que tiene. Pero estaba estudiando en Canadá, volvió ayer y se encontró con el percal de su hermana resfriada y todo eso.

-Ah. ¿Sabe tu madre que sales, o le aviso?

-Sí, dile que voy a casa de Laura y que volveré a las siete o así. -¿En serio se lo estaba creyendo? Guau, debía ser la mejor mentirosa del mundo.

-¿Y le digo que tienes novio o mejor esa parte me la callo? -Sonrió, pero yo me mantuve seria.

-No tengo novio, no digas eso. -Héctor me revolvió el pelo y entró a la casa, seguía creyéndose que tenía novio.

Otra historia de amor adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora