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Andrea P.O.V

Quedé con Laura a las cinco de la tarde para irnos juntas en autobús. Yo intentaba no pensar mucho en las cosas de familia –que por otra parte tampoco eran problemas en sí- o en esa sensación que la existencia de María me proporcionaba. Una tensión continua. Además, Laura me preguntaba a cerca de la prima de Marcos todo el rato.

            -Y ¿no sabes cómo es?

            -Pues no, no la conozco.

            - ¿Cuántos años tiene? ¿Es prima biológica? ¿Vive en casa de Marquitos?

No me dio tiempo a responder que no sabía nada porque ya los vimos a la lejanía. María lo cogía del brazo y él no parecía sentirse incómodo.

Llegamos a su lado y nos presentó. Dijo ser el “primastro” de María, por lo que no eran biológicos. Y comentó que desde los siete años no se habían visto, sin embargo, parecían estar muy unidos. Sobretodo ella, que no lo había soltado ni para saludarnos. Era un año más pequeña que nosotras y se le notaba. Vestía como las chicas de clase: pantalones que dejan que se te vea el culo y top cortísimo. Aunque en seguida nos explicaron que era la ropa que había en la maleta que no era suya.

Emprendimos camino hacia la tienda que más nos gustaba para comprarle los vestidos a María. Laura iba delante, al lado de María. Aunque le había costado, se había separado del lado de Marcos. Así que el macarra y yo íbamos detrás.

            -¿Qué tal estás, nena?

            -Bueno, bien. –Dije sonriendo-no tengo motivos reales para estar mal. ¿No?

            -La verdad es que no, un bebé siempre es buena noticia. –Soltó una de esas sonrisas radiantes que lo acompañaban siempre-Oh, ¡mira!-Señaló al escaparate de una librería enorme.

            -Vidas Secretas, ¿no? –sonreí al recordar la primera vez que hablamos de ese libro, en el que él decía que la víctima era el malo.

            -Sí. ¿Entramos? Parece que aquellas dos se llevan bien. –Acepté sin dudarlo.

Las paredes y suelos de la librería estaban recubiertos de una madera clara y suave que retumbaba al pisarla y hacía el efecto de casa antigua, aunque la librería era muy reciente.

Miré cómo Marcos sujetaba ese querido libro entre sus manos, acariciaba la portada de la más antigua de las ediciones, olía las páginas que rebosaban antigüedad. Y sin pensarlo, me acerqué por detrás y lo abracé, como él tantas veces había hecho conmigo.   

            -Las historias de amor de los libros suelen acabar bien, y ser muy románticas. –Dije-Pero no cuentan lo que pasa después del “fin”.

El macarra se giró y me miró fijamente, no hasta el punto de incomodarme, pero si hasta sentir la calidez de sus ojos clavada en mí.

            -Después de la palabra “fin” es cuando todo se desmorona. Yo quiero un amor de libro. Lo que te quería decir el otro día era que…

Y cuando todo parecía que por fin volvía a sus cauces, escuché la resonante y alegre voz de Laura, como llamándonos la atención.

Nos giramos y vimos a María justo a nuestro lado, siquiera la habíamos oído llegar. Y Laura estaba a unos metros de distancia, como convenciéndola de que nos dejara solos. Pero la prima de Marcos no lo hizo, y agarró a Marcos del hombro llevándoselo fuera de la librería.

            -Esta niña me cae muy mal, eh… no sé yo si vamos a poder soportarla un mes entero. –Me dijo Laura.

Yo le sonreí como compadeciéndome, pero en realidad yo sentía lo mismo que ella. Cuanto más lejos estuviera de esa prima, mejor. Notaba que tenía intenciones maléficas con Marcos… que no me gustaban en absoluto.

MARCOS P.O.V

No lo entendía, parecía que el mundo y el universo se habían puesto de acuerdo para que no pudiera decirle a Andrea lo que sentía por ella. Entre desmayos y primas a las que hacía mil que no veía,  se me estaba haciendo imposible. Y aunque no había estado planeado, la declaración en la librería sería muy romántica. Rodeada de libros, de historias de amor, con ‘Vidas Secretas’ de testigo, y con un “sí” que resonara en toda la librería, con mucha gente rodeándonos y aplaudiéndonos, como en las películas de bajo presupuesto que hacen por la tarde en la televisión.

Pero no.

Ya no.

La llegada de María había supuesto un caos desde el principio, y no lograba descifrar cómo acabaría esta historia. Me encantaba esa chica, era un torbellino y rebosaba alegría y felicidad, pero también se tomaba unas confianzas de las que realmente carecíamos. No podía pensar que tendríamos la misma relación que a los diez años desde el primer día. Además se notaba que Andrea no estaba totalmente cómoda con la presencia de María.

El día acabó, y la semana, y solamente quedaban dos días para acabar junio. El tiempo volaba en verano, parecía que hacía dos días había intentado declararme a Andrea. Pero en realidad había pasado casi un mes y solamente la había visto unas seis veces. Hablábamos por teléfono, claro, sin embargo la cosa no era igual que antes. Y las cosas con María estaban muy tensas. Me decía cosas fuera de lugar, como que era muy guapo, o muy listo, o muy musculoso. Que le gustaría tener un novio como yo, o que Andrea era muy afortunada por tenerme.

Estaba sentado en la piscina nadando cuando apareció, como otras decenas de veces, María. Se tumbó en una tumbona, tomando el sol. Yo salí porque intentaba evitarla lo más que pudiera, pero me llamó la atención justo cuando me estaba secando.

            -Primito, quería decirte una cosa… ¿por qué estás con Andrea? –Se acercó a mí para poder conversar.

            -¿Cómo que por qué estoy con Andrea? Pues porque me gusta, y punto. No entiendo qué quieres decir.

No respondió, porque simplemente se me lanzó y me besó en los labios. Yo me separé de ella casi dándole un empujón y volví corriendo a la casa. No entendía qué podía estar pensando en ese momento.

Otra historia de amor adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora