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ANDREA P.O.V

Lleguamos a casa de mi abuela más rápido que a la ida. Le eché un vistazo rápido a Marcos.

Guau... realmente era uno de esos chicos que no necesitaban ayuda de nadie para saber que son atractivos. Este macarra me daba cada vez mejor espina, no podía decir que estuviera enamorada de él porque lo conocía de prácticamente un fin de semana. Sin embargo, los momentos que pasaba con él eran mejores que con cualquier otro chico de esta edad.

Aunque, ¡qué tontería! Si era el primer chico de mi edad con el que salía por ahí.

Entré al salón y vi a mi hermana y a mi cuñado haciéndose cosquillitas. Eran muy empalagosos  cuando se lo proponían...

-Oh, peque, recoge las cosas. Papá vendrá enseguida. -Me dijo mi hermana.

-Podrías haberlas recogido tú, no creo que te hicieras una esguince...

-Sí, claro... y en tu culo un futbolín.-Dijo irónica- Va, que si no lo hará la pobre yaya.

-Eres una plasta. -Dije yo, yéndome a hacer lo que Victoria me había ordenado.

Sonó el timbre y al poco tiempo subió mi padre, azorado.

Tenía la cara roja y los ojos cristalinos. Traía consigo una carpeta negra llena de papeles arrugados.

-Chicas, nos vamos. -Dijo él intentando que no se le notara la preocupación.

Me fui rápidamente a darle dos besos a mi abuela mientras Victoria le preguntaba a mi padre qué le pasaba. "Nada" Contestó él y bajamos los cuatro.

Mi cuñado me preguntó dónde había estado, y recordando la excusa que le puso el macarra a mi abuela, les aseguré que había estado haciendo un trabajo para el instituto.

-¿De qué asignatura?- Me preguntó Victoria.

Pensé en la asignatura que peor se le daba a mi hermana.

-Mmmh... Geografía. Había que hacer las rutas de los...

-Vale, vale-me interrumpió- Calla que me está empezando a doler la cabeza.

Llegamos a casa y en seguida me puse a estudiar. Dentro de dos días tenía un exámen de matemáticas y ni había empezado.

Me dormí mientras intentaba solucionar una de esas progresiones aritméticas imposibles.

Esa noche soñé con números, con el profesor cascarrabias de física y con un delicioso picnic en la playa.

El despertador sonó a las siete en punto pero me quedé remoloneando hasta y media. Mi capacidad de levantarme temprano los días de clase estaba completamente averiada.

Bajé a desayunar una taza de café mientras acababa de ponerme las botas. Cuando acabé con mi desayuno, subí a peinarme al aseo. Mis rizos estaban imposibles aquella mañana, así que me pasé.la mano por los enredos y acepté con resignación mi estado capilar.

Cogí un abrigo enorme, la mochila y justo antes de salir de casa un paraguas. Estaba diluviando.

Corrí hasta llegar al instituto pero llegué toda mojada y mi pelo estaba aún peor que nada más levantarme.

Sonó el timbre que nos avisa del comienzo de las clases casi de inmediato, y subí al aula 105. ¿Valenciano a primera hora? Este lunes cada vez pintaba mejor.

Me senté en primera fila pero esta vez al lado de Daniela, debido a que nos obligaban a sentarnos por orden alfabético.

La profesora intentaba captar la atención de sus alumnos, pero la mayoría parecían más atentos a la lluvia que a la clase misma.

Laura me miró y fingió un bostezo. Le sonreí mientras la pesada de Daniela intentaba llamar mi atención contándome sus aventuras del fin de semana.

Yo fingía que estaba muy interesada en lo que me contaba, pero lo estaba mucho más en la clase. Tomaba apuntes de todo y deseaba que esos ejercicios tan fáciles fueran los que saldrían en el examen.

-¡MARCOS! Ya está bien, ¡a dirección! en el examen no te va a hacer tanta gracia. -Le regañó la profesora al macarra en un perfecto valenciano.

Pasó enfrente de mi mesa y me sonrió. Y le sonreí. Y Daniela no entendía nada.

La clase acabó y yo estaba en serio riesgo de dormirme.

Rescaté a Laura de dos babosos y nos dirigimos a la siguiente clase: teatro.

Una asignatura genial si no fuera por el profesor... inaguantable, como casi todos.

En el trayecto me contó lo maravilloso que era el chico de la librería, que era majo, cariñoso y que le había dado su número de teléfono.

-¿Y te ha mandado algún whatsapp? -Pregunté.

-¿Bromeas? Hemos estado toooda la noche hablando. Si no, estas ojeras ¿de qué?

-Y... ¿de qué hablais?

-De todo... instituto, trabajo, inquietudes, bromas... ¡Es genial!

Yo estaba anonadada imaginándome cómo alguien puede "enamorarse" de esa forma en dos días.

Pero no me dio tiempo a decirle nada porque el profesor ya estaba gritando y poniendo amonestaciones.

Otra historia de amor adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora