1 abril del 2000 10:00pm, Guayas - Guayaquil.

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Oigo ruidos detrás de la puerta de mi habitación, mi mamá está gritando tan fuerte que me estremezco, cada noche es igual, escucho como la golpea, como ella llora y como yo estoy aquí sin poder hacer nada para ayudarla.

Recojo mi cobija que contiene un oso enorme en el medio y la llevo hasta la cuna de mi hermana que está al otro lado de la habitación. Escalo las pequeñas maderas que recubren su cama, luego que he llegado me recuesto a su lado. La arropo, porque está haciendo frío y ella está llorando, la abrazo tan fuerte como puedo, para darle a saber que estoy con ella y que no dejaré que nada le pase. Las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos, limpio las primeras gotas, coloco mis manos en mis ojos tratando de detener las lágrimas que vienen en camino. No quiero ser débil, quiero ser fuerte, pero no puedo. Lloro pensando que uno de estos días mi mamá ya no podría estar, ahora ambas estamos llorando.

Oigo a papá gritándole a mamá diciendo que se irá de casa y que nunca más regresará, eso me entristece y al mismo tiempo me alegra, al saber que ya no habrá más noches ruidosas. Lo escucho acercarse a nuestra habitación, el miedo me invade y comienzo a temblar, de repente la puerta de mi habitación se abre de un solo golpe, mamá lo sostiene de un brazo y le dice llorando que a nosotras no nos lastime. Hoy él luce peor que las últimas noches, su cabello castaño está mojado, sus ojos están rojos, tiene una cosa roja en una parte de su camisa, se parece mucho a la mancha que un día me hice en mi blusa cuando me corté el dedo y toda su ropa está empapada en sudor, me da asco, al menos esa es la palabra que mamá utiliza para darle significado a las cosas que le desagradan.

Comienzo a gritar:

—¡Mamá, mamá! —Una y otra vez.

Papá está viendo a Tory de forma en que me hace temer lo que pueda suceder, así que abrazo a mi hermana tanto como puedo, le susurro al oído que la quiero, parto por la mitad el collar de corazón que me regaló mi mamá, le pongo una mitad del corazón en su pequeña manito, tengo la horrible sensación de que lo necesitará. Papá llega, la está sacando de mis brazos; lloro y oro, mientras mamá está de rodillas en el suelo sosteniendo una de sus piernas suplicándole que la deje. Él se suelta de ella. Veo con lágrimas en los ojos como la mitad de mi corazón se aleja de mí, escucho como la puerta principal de la casa se abre y luego se cierra de un golpe; es ahí cuando muere una parte de mí.

ImparableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora