Suena la alarma de mi celular. Permanezco en la cama esperando que todo mi cuerpo reaccione. No lo hace. Intento conseguir fuerzas del más allá para levantarme, pero la flojera que tengo es más grande que las ganas de ir a clases. La alarma sigue sonando y el pitido se vuelve irritante, incluso así me quedo metida entre las sábanas, tratando de digerir el hecho de que si no me levanto ahora la señora Griffin no me dejará entrar.
—Vamos, vamos, Addy. Llegaremos tarde —me dice una voz, volviéndome a la realidad.
Recubro mi cabeza con la cobija que contiene un oso en el centro. La misma que utilizaba cuando era niña, la bendita manta es tan suave que no he podido deshacerme de ella.
—Cinco minutos más... Ally —me quejo, reconociendo la voz de mi hermana.
De repente el sonido de la alarma desaparece y siento como las sábanas son jaladas, mi cuerpo queda a expensas del helado aire de la habitación.
—Lo siento, tienes que dejarme en el colegio. Mamá salió, la llamaron del trabajo, necesitaban que tomara un turno antes del suyo.
¿Cómo es que mi hermana menor sabe esas cosas y yo no?
Odio la idea de levantarme, pero aun así obligo a mi cuerpo a reaccionar y suelto una queja:
—¡Rayos! —digo—. ¿Qué hora es?
—Las ocho de la mañana, Addy y entro a las nueve.
—¿Qué? —grito, recordando que también entro a las nueve.
Me levanto de un solo golpe, agarro mi toalla que está en el respaldar de mi cama y me meto al baño.
Cepillo mis dientes lo más rápido que puedo, me meto a la ducha y en cinco minutos o más estoy fuera. Me coloco un capri de color marrón, una blusa negra, unos zapatos balerinas color beige, luego me pongo la chaqueta que lleva dos días sobre mi escritorio y me roció con generosidad un poco de aroma de vainilla. Agarro mi bolso y salgo corriendo hasta la cocina, tomo un brownie que quedo ayer de la candy dinner y grito:
—¡Ally, te quedas si no bajas ahora!
—No grites, aquí estoy —gruñe, formando una L con sus dedos.
—Deja de hacer eso.
—Te lo mereces, llegaré tarde por tu culpa.
No respondo, solo salimos de la casa y nos subimos al auto. Veo mi muñeca izquierda, la cual porta el pequeño reloj que tía Margot me regaló cuando cumplí dieciocho y reflejan las ocho y treinta de la mañana.
Enciendo el auto y salgo del estacionamiento a toda velocidad.
—No quiero morir sin conocer varón —grita Ally, cuando esquivo un automóvil que casi impacta con nosotras.
La observo de reojo algo confundida mientras paso varias calles. —¿De dónde aprendes esas palabras, no es mejor decir que no quieres morir virgen?
—No, eso suena raro —es lanzada hacia atrás cuando doy un frenazo—, además deberías de leer la biblia. —Se acomoda en su asiento y agarra el sujetador que esta por la ventana.
—Estás completamente loca y no, no leeré eso.
—Como quieras.
Estaciono el auto afuera del colegio. Ally se queda mirándome con nerviosismo. Esa mirada, me recuerda a la mirada que mamá ponía cuando no sabía cómo contarle algo nuevo a papá, por miedo a la reacción de él.
Me está poniendo nerviosa así que le pregunto—: ¿Que tienes?, cuando quieras puedes bajarte.
—Es que...creo que tienes que darme la bendición —me dice, sonriendo nerviosamente.
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Imparable
RomanceAudrey ha sido marcada por una tragedia familiar. Enfrentando el abuso y la pérdida. Esto lleva a Audrey a reconstruir su vida en Texas, dejando atrás un pasado oscuro. La trama se desarrolla entre recuerdos de su dolorosa infancia y la incertidumb...