Capítulo Trece

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Esperaban a ser recibidos por el señor del castillo, porque aquello era un castillo y además enorme. El impacto que causaba al verlo aparecer tras salir del bosque cercano era impresionante. Elevado sobre una colina era fácil imaginarse las batallas y muertes que aquellas viejas piedras habrían presenciado.

Damon había insistido en acompañarlo, aunque Gabe no se lo habría impedido por nada del mundo, alegando que después de todo el tiempo que habían dedicado a buscar una pista que los llevara hasta allí no se libraría de él tan fácilmente. Gabriel había aceptado con gusto y ahora tras varias semanas de búsqueda, después de llegar a Edimburgo, por fin podrían saber algo.

Al principio pensó que sería imposible encontrarlas porque aunque ellas hubieran viajado hasta allí, no significaba que la familia para la que trabajara viviera en esa ciudad o que, tras más de diez años, siguieran en el mismo sitio.

Nada más llegar contrataron a un investigador privado al que sólo pudieron dar el nombre, más bien el apellido, McKenzie, de la dama en cuestión y el dato de que era bastante rica. Eso junto con el nombre de su madre era todo lo que tenían.

Demasiado poco.

Él se había puesto un plazo de espera de dos meses tras los cuales volvería a Londres y esperaría noticias allí. No podía ausentarse eternamente,pero parecía que la suerte estaba de su lado porque sólo cinco semanas después, Allan Wolf, el detective contratado, había dado con el paradero de la anciana señora aunque, por desgracia, había fallecido hacía poco, así que habían concertado una cita con el único familiar vivo, su nieto Robert McKenzie.

Pero Wolf también le había llevado malas noticias.

Tanto su madre como su hermana no se encontraban allí.

Se levantó inquieto al pensar lo cerca que había estado de encontrarlas después de tantos años separados y ahora tendría que empezar de nuevo. Esperaba que Robert McKenzie pudiera darle alguna pista sobre donde podían haberse dirigido tras abandonar su propiedad.

Miró alrededor con ojo crítico. Las paredes de oscura piedra estaban cubiertas por tapices que evitaba que el frío calara hasta los huesos. El mobiliario era pesado pero elegante y se apreciaba en los candelabros de plata y las mullidas alfombras que el dinero no era problema para aquella familia escocesa.

Damon se encontraba sentado cómodamente junto al fuego, de la enorme chimenea que dominaba la habitación, con la cabeza apoyada en el alto respaldo y los ojos cerrados. Gabe pensó que estaba intentando descansar un poco tras los excesos de la noche anterior.

Lo había escuchado reír a carcajadas a altas horas de la noche y cuando por la mañana fue a despertarlo a su habitación, porque pensaba que no podría levantarse aunque se declarara un incendio en el edificio, se lo encontró despidiendo con un golpe en el trasero y un ardiente beso a dos hermanas gemelas. Por lo visto la diversión había sido doble en esa ocasión.

Sonrió ante el recuerdo porque su amigo parecía no tener problema alguno con tener a cuanta mujer se le antojara. Era un hombre de fuertes y variados apetitos y la mujer que terminara siendo su esposa tendría que asumir ese hecho.

Pensó en Marion y si estaría dispuesta a soportarlo pero deshechó la idea al momento.

Marion no se casaría con Damon.

Él no lo permitiría.

Escucharon pasos que se acercaban resonando por el pasillo y Arlington se incorporó ajustándose la chaqueta.

- Ya lo tenemos aquí. A todo un lord escoces.- Le escuchó decir entre dientes Gabe.

El hombre que apareció tras la puerta no era lo que había esperado. Era más bien bajo pero robusto y el rostro parecía cincelado con prisas. Nariz grande, boca grande,......todo grande.

Saga Londres 2 " Rebelde Rendición "Donde viven las historias. Descúbrelo ahora