•Prólogo•

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El fresco aire de la madrugada abrazaba todo mi cuerpo haciéndome sentir un ligero escalofrío

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El fresco aire de la madrugada abrazaba todo mi cuerpo haciéndome sentir un ligero escalofrío. Las cortinas de la ventana hondeaban violentamente debido a las fuertes ráfagas de viento al igual que las ramas de los árboles cuyas sombras se reflejaban en el espejo del tocador. Seguramente se acercaba una tormenta.

Toqué mi frente y noté una leve capa de sudor frío. Giré a hacia mi derecha para que el aire diera contra mi cara y secara el molesto sudor que se había formado gracias al calor infernal de las noches de verano. Volví a cerrar mis ojos tratando de quedar dormida por enésima vez.

Di vueltas y más vueltas tratando de encontrar un lugar cómodo para poder dormir y cuando por fin lo había logrado, cuando por fin sentía los parpados tan pesados comencé a sentir gotas de agua en mi cuerpo. Apenas y como pude me levanté a cerrar la ventana y después volví a acostarme. Gracias al ruido de las finas gotas de lluvia golpeando por toda la casa logré quedarme dormida.

Después de un rato comencé a sentir un dolor punzante en mi cuello, abrí mis ojos un poco y lo único que veía era oscuridad, giré mi cabeza hacia el reloj el cual marcaba la 1:30 de la mañana. Quería mover mis brazos pero no podía, moví mi cabeza y vi a una mujer por el pequeño rayo de luz de las farolas que entraba por mi ventana. Me sobresalté y quise gritar pero la voz simplemente no salía. Ni mis brazos, ni mis piernas me respondían. No podía ver su cara pero si lo que sostenía en la mano.

—¿Qué...qué haces? —dije en un hilo de voz.

—No te preocupes, esto pronto terminará —contestó y encajó la aguja que llevaba en su mano en mi pierna. Sentí recorrer el dolor de mi pie hasta la columna. Mi cabeza comenzó a dar mil vueltas haciendo que ya no viera a una sola mujer, sino a dos.

—¿Por qué me haces esto? —susurré.

Mis ojos se cerraron no sin antes ver a tres mujeres en total.

—¡NO! —Me levanté de golpe sudando y con la respiración agitada.

Aún era de madrugada, la luz de la farola atravesaba las cortinas, las gotas de lluvia chocaban contra la ventana y el reloj marcaba las 2 a.m.

Rápidamente fui hasta el tocador y levanté mi pelo dejando al descubierto mi cuello recordando el horrible dolor que había sentido anteriormente... Nada, no había nada. Miré mi pierna y tampoco había señales de algún pinchazo. Suspiré. Estaba realmente aliviada de que todo había sido una pesadilla, sin embargo no pude volver a pegar un ojo en toda la noche.

Que ingenua fui al no saber separar la realidad de los sueños... 


•Sobrevivir O Morir•  TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora