¿Qué escogerías tú en medio de un catástrofe global?
Alía Collins no supo separar la realidad de los sueños. Le hicieron daño y le mintieron. Ahora ella tendrá que enfrentarse a los hechos catastróficos de un proyecto saboteado de la corporación de...
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Rain.
Este definitivamente no era el momento para ir por Alía. Cameron estaba lastimado y debilitado, no podía llevarlo conmigo pero tampoco podía dejarlo solo. Tenía que buscar ayuda primero.
—Tenemos que ir por Alía —mencionó Cameron.
—No ahora, estás lastimado, en cualquier momento podrían capturarnos.
—Rain, por favor...
—Cameron, Alía no ira a ningún lado. Tenemos que buscar a los demás, ¿recuerdas en dónde están?
—Sí, pero dudo que sigan ahí.
—Bueno, habrá que averiguarlo, vamos.
Caminamos hasta el muro en donde, por suerte, aún se encontraba la soga. Tomé la mochila que me había arrebatado Ian y me la colgué. Jalé la cuerda y comencé a escalar.
—Rain, espera —dijo Cameron—. No podemos ir caminando. Ellos están en Woodlost, nosotros estamos en Treedale, en cualquier momento la niebla podría atraparnos.
—No podemos quedarnos aquí, Cam...
—No te estoy diciendo que nos quedemos aquí. —Entrecerré los ojos—. Tomemos una de las camionetas del lugar.
Abrí los ojos completamente y salté de la cuerda haciendo un sonido sordo el césped.
—¡Excelente idea! ¿Cómo es posible que no se me hubiera ocurrido a mí?
—Es obvio, yo soy el más inteligente. —Rodeé los ojos ante su comentario.
Caminé pero después paré en seco. No podíamos ir a la parte delantera del edificio. Posiblemente estaba repleta de oficiales, además de que había que desactivar la alarma y abrir la compuerta, cosa que no sabía hacer.
—¿Qué pasa, por qué te detienes?
—Houston, tenemos un problema. —Cameron se quedó perplejo—. Hay que desactivar el sistema de seguridad, además de que allá adelante —señalé con la cabeza— está lleno de oficiales.
—¿Qué?, ¿es enserio? —Asentí—. ¿Y ahora qué?
Tal vez si volvía a subirme a la barda y llegar a la torre de vigilancia... No, faltaba poco para el amanecer, me verían fácilmente los oficiales y reclutados.
Suspiré.
«Mierda. Mierda. Mierda. Mierda. Mierda».
—Ian nos ayudará —pronuncié con dificultad.
—¡¿Qué?!
—¡Vamos, no tenemos mucho tiempo!
Corrimos de nuevo hasta el cobertizo. Definitivamente no estaba nada segura de lo que iba a hacer, sin embargo no me quedaba otra opción.
