Clarisse

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Al fin, tras ocho días de viaje, gracias a las pausas que tuvimos que hacer para enseñarles lo básico a Aria y Sarel, llegamos a la última colina antes de entrar al pueblo de Sarte. Lo bueno era que ahora ya pueden controlar su magia un poco mejor, pero el manejo de la espada sigue básico, hablando, claro, de Aria, pues Sarel ya había estudiado un poco de esgrima antes, solo le faltaba controlar bien su energía mágica.

Aunque, en realidad no soy nadie para juzgar ya que yo nunca me instruir bien, pero bueno...

—¡Hill! —grito Aria, quien fue la primera en llegar a la cima de la colina—. ¡Es... es hermoso!

Algo escéptico, continúe el ascenso. Como un preludio a lo que encontraríamos, una familia de pequeñas bestias, con orejas de conejo, pero cuerpo de pato y pico de tortuga, se interpuso en mi camino.

Era una madre y seis crías.

Una familia. Tras dejarlos pasar llegue a donde estaba Aria y yo también me quedé sin aliento.

Definitivamente me gustaría vivir ahí.

El pueblo de Sarte estaba ubicado a la orilla del río de la doncella, un cuerpo de agua que cruzaba todo el reino. Iniciaba su viaje en las montañas del sureste, pasaba por la antigua prisión-fortaleza de Nilbest y se desvía a a este pueblo, continuando hacia la capital, tras lo cual desemboca a finalmente en el mar.

Aunque no era lo suficientemente ancho como para que algo como un barco pudiera navegar en él, si era bastante profundo, por lo que se podían conseguir una cantidad considerable de especies comestibles, desde peces hasta monstruos con forma de rana gigante, lo que hacía que los pueblos y ciudades a su orilla prosperaran considerablemente. Y Sarte no era una excepción.

El pueblo se encontraba en una planicie, rodeado de verdes y hermosas colinas. Estaba conformado por unas quinientas casas, todas bastante pintorescas, parecidas a las de la campiña inglesa e inclusive se podía ver un templo con aires a iglesia medieval con campanario incluido.

No sé, slgo me dice que un reencarnado metió mano aquí.

Debido a que parecía que estaban preparando una fiesta, el pueblo estaba lleno de actividad, algunas penosas acarreaban leñas para una gran fogata, mientras que otras colocaban mesas en medio de un terreno apartado, junto a un par de árboles frutales. Los niños también ayudaban, llevando a señoras con cazos peses que algunos hombres sacaban del río.

Cerca de la entrada se podia observar un campamento con varias mesas llenas de comida en el centro. Ahí, comiendo, se hallaba un hombre de buen aspecto, vestido con un traje llamativo color azul eléctrico, posiblemente hecho con piel de Baeil. A su alrededor se podían ver otras diez personas, aunque ellas vestían ropajes más sencillos y todas exhibían un collar plateado en el cuello. Lo más probable era que ellos fueran esclavos y el hombre de vestimenta llamativa era quien comerciaba con ellos.

Bueno, aunque me incomodar un poco, yo no soy nadie para juzgar. Pero no podía apartar la mirada, ya que alguien llamó mi atención.

En medio de los esclavos se encontraba una joven de unos diecisiete años, quien comía con desgana. Sus cabellos eran rojos y mostraba una tez blanca, nada normal para alguien que debió estar mucho tiempo en el sol. Su rostro, surcado de pecas, poseía una nariz era pequeña y respingada, labios rosados y unos preciosos ojos almendrados. En definitiva era una de las personas más bellas que había visto jamás.

Pero eso no era que me llamo la atención de ella. Lo que hizo que sobresaliera fue el espacio que la rodeaba, que parecía borroso, como si estuviera deformándose. Era un espectáculo impresionante y me sorprendía que nadie se percatara, pues solo yo parecía estar mirándola.

Theria Volumen 1: Un Nuevo Mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora