Tyna
La única forma de entrar a La Isla de los Emperadores era a través de un teletranportador en la base de la torre, en el centro de la ciudad, que también servía como proveedor de energia para mantenerlo en el cielo. Pero antes de subir teníamos que esperar en una sala contigua a la habitación del transportador. Eramos casi los últimos debido a que tuvimos que esperar a nuestro turno, ya que solo eramos representantes y no el duque en si.
Tenia muchas preguntas y dudas, sin embargo no se me permitía hablar, ni sentarme. No solo a mi, a nadie se le permitía, no importaba el rango, por respeto al rey. Las reglas de este lugar eran simplemente estúpidas. Prefiero las fiestas de los plebeyos, ahí la menos no te cortan la cabeza si alguien se ofendía.
Al fin toco nuestro turno, Sarel y su hermano, como representantes de la familia, se colocaron frente a mi y a la otra acompañante, que, para sorpresa mía, era diferente a la chica que bajó de la carroza con él ayer. Lucia enfermiza y pálida, además de que parecía estar mas ahí como obligación que por voluntad, sin embargo poseía una mirada fría que provocaba escalofríos, algo muy extraño.
El transportador era una habitación hecha de piedra azulada, bastante amplia, en ella se podían acomodar fácilmente unas cuarenta personas. Momentos después de ingresar una luz cálida nos envolvió, cuando se desvaneció nos encontrábamos parados sobre un enorme circulo de color ámbar, en medio de un patio. Frente a nosotros se hallaba el castillo, una mole imponente de un tamaño que se podría juzgar como exagerado, necesitaba alzar la vista para ver su altura completa. Bien se podría acomodar media ciudad dentro de el. Miles de pequeños cristales flotaban a su alrededor, envolviéndolo en una especie de esfera extraña.
Sin esperarnos, el hermano de Sarel tomo a su pareja y marchó por un amplio camino de color miel hacia unas puertas de lo que me pareció roble. Sarel tono mi mano y comenzamos a avanzar, un poco mas despacio. Intente hablar, ya que el me había explicado que se permitía una vez llegar aquí, pero me faltaba el aire, casi no podía respirar.
Cuando Zif y aquella chica se acercaron a la puerta esta se abrió y los cristales que se hallaban frente a ella se hicieron a un lado, dejando el paso abierto. Los seguimos, pero en cuanto entraron la puerta se cerro de nuevo y los cristales volvieron a su lugar, dejándonos fuera mucho tiempo hasta que dejaron el paso libre nuevamente. En cuanto entramos no pude evitar jadear por la falta de aire, gracias al cielo que dentro el ambiente parece normal.
Estábamos en un largo pasillo, poco iluminado y decorado con retratos y pinturas, que llevaba hasta otras puertas mas adelante, en ese momento siendo abiertas por Zif y dejando a la vista una sala donde ya estaban reunidos casi todos.
-Es el efecto de la altura, lo siento por no avisarte antes -Sarel se disculpo mientras me sostenía, pues el drástico cambio me había mareado.
-¿Que acaso tu estas acostumbrado? -el no parecía muy afectado, si bien sí algo mas pálido.
-Toda mi vida me han instruido para estas cosas, al igual que al resto de mis hermanos -me contesto, encogiéndose de hombros.
-Dejando eso de lado ¿Porque tardó más en abrirse el paso para nosotros?
-Porque costó que me reconocieran como miembro de la casa de mi padre, ya que estoy a punto de cumplir la mayoría de edad. Además tu eres una plebeya. Fue una suerte que nos dejaran entrar, habitualmente no lo harían y moriríamos fuera, pero Zif entro antes y tenemos la misma sangre.
-¿No qué él es segundo hijo?
-Pero viene en representación de la casa, eso tiene peso. Algunos de los que vienen al baile son segundos en la linea sucesora. Es normal pues algunos primogénitos se quedan en sus territorios para gestionar el trabajo.
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Theria Volumen 1: Un Nuevo Mundo.
AdventureDavid es un hombre que ha estado solo toda su vida, un día muere de manera extraña. Sin embargo despierta en un lugar desconocido con el cuerpo de un bebé, es entonces que se da cuenta de que ha reencarnado. Pero su nueva vida parece transcurrir de...