Solo un sueño.

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De un momento a otro me encontraba frente a unos ojos de piedra, que aun perteneciendo a un ser inanimado parecían mirarme fijamente.

Pertenecían a la estatua de algo muy parecido a un dragón oriental. Era enorme, ocupaba casi todo el espacio de la sala donde nos encontrábamos, una habitación tan grande como un estadio de fútbol. Incluso más, llena de objetos extraños, que en algún tiempo debieron considerarse tesoros, tales como espadas oxidadas o monedas negras que pudieron ser de plata.

Pero no era la única estatua ahí, se podían aprecian otras dos, cada una a un lado del dragón. Aunque diferían un poco de la imagen que se tenía de ellos, el de la izquierda lucia como una mariposa mientras que el de la derecha era claramente un murciélago.

Y justo bajo el dragón, como siendo protegida por él, se encontraba la figura de una mujer.

Bueno, en fin, dejemos de lado eso y concentrémonos en lo importante, ¿dónde estoy?

Recordaba haberme ido a dormir, pero nada más. Era probable que solo se tratara de un sueño, aunque lucia demasiado realista para mi gusto.

—¿Puedes verme? —preguntó de pronto una voz ronca y cavernosa, pero con un tono muy bajo, casi inaudible.

De inmediato me fije de nuevo en los ojos de la estatua. Ya no eran de piedra, sino de un color azul intenso.

Asentí con algo de miedo, ante lo cual la estatua comenzó a moverse lentamente hasta que su cabeza quedo exactamente a mi altura. Sus ojos se iluminaron de un brillo azul, lo que los hacían parecer dos enormes zafiros.

—Interesante —murmuró—. No pensé que funcionaria. Tú alma esta despegada de tu cuerpo... un cuerpo de alguien que no debería existir... no eres normal, pero tampoco especial... Aun así, aquí estas, hablando con este anciano en un tiempo donde no deberías estar.

—¿De qué...?

—Destino, una palabra fuerte que puede afectar a una vida y llevarla por un camino de dolor —me interrumpió la estatua volviendo a su posición original. De repente alzó su tono hasta casi ser un grito. Aterrador—. ¡Muy bien, humano! ¡Da tu nombre!

—Hi... Hill Fell...

—Xarlios —dijo una voz detrás de mí, que también parecía asustada.

Sobresaltado me di la vuelta y retrocedí unos pasos ante lo que me encontré. Justo donde me hallaba hasta hace un momento se encontraba un hombre de aspecto rudo, con una barba descuidada de varios días y elegantes ropajes, desgarrados en algunas partes. Al parecer estuvimos sobrepuestos sin que me diera cuenta.

Me pareció que los ojos de la estatua me seguían mientras me movía, pero debió ser mi imaginación, por que al mirarlo bien me di cuenta que estos seguían fijos en aquel hombre.

Por un momento me asusto, creí que hablaba conmigo.

—Da tu verdadero nombre. —La estatua no lo transmitía, pero por su tono uno se daba cuenta de que se estaba molestando.

—Zaniry —dijo el hombre, cayendo de rodillas ante la estatua. Al parecer esa figura era alguien importante.

Me parecía haber escuchado de eso, pero no podía recordar dónde. Debía agradecerlo a mi mala memoria, aunque el ambiente tan pesado que había en la habitación no ayudaba.

Muy bien. Hill, cálmate un momento y piensa. Exactamente ¿dónde estás? ¿Es un sueño o algo así? Eso parece. Mi último recuerdo es el de irme a acostar después de repartir el botín. Por cierto, lo que me dijo Yunei era cierto, esa elfa es una avariciosa, creo que incluso más que yo. Estuvimos horas discutiendo que porcentaje nos tocaba a cada uno, la discusión llego a tanto que la pobre de Sarah tuvo que intervenir. Para disculparnos le dimos la mayoría. No puedo contra ella.

Theria Volumen 1: Un Nuevo Mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora