Me agarró de la mano para obligarme a salir de la habitación, me encontraba ahora en un pasillo de paredes de cemento, a la izquierda había varios interruptores. Miré en el suelo dos maletas, metió toda mi ropa en una de ellas.
-Toma.- me la dio y la agarré con la mano.
Él cogió la otra y se fue por el pasillo a paso rápido, intenté no perderlo de vista. Hizo una llamada mientras yo intentaba alcanzarlo, cuando colgó, yo ya le pisaba los talones.
-¿Cómo te llamas?- miró hacia atrás y puso una sonrisa, como solía hacer cada vez que me miraba a los ojos y no estaba enfadado.
-Pensé que nunca me lo preguntarías.- respondió volviendo a mirar hacia a delante.- Me llamo Justin, pero a partir de ahora soy John, ¿vale?- hice una mueca al no entenderlo.
-¿Porqué John?-Pregunté confusa
-Tengo varios carnets falsos, para este viaje utilizaré ese.- asentí como si fuéramos cómplices.
-Justin, yo no tengo carnet, está en mi casa.- le avisé.
-Mentira.- me entregó un carnet.
Lo miré detenidamente, era el mío, con mi nombre real, con mi firma y con mi foto de los dieciocho años.
Ya miraba la luz del sol a lo lejos, seguía preguntándome donde nos encontrábamos, perecía una casa, pero sin acabar, entonces, cuando salimos por una puerta que daba a la calle, miré hacia atrás y comprobé que estábamos en una vivienda en construcción.
-¿Cómo se os ocurre traerme aquí?
-Hace meses que la dejaron así.
A pesar de que estábamos en la calle, seguía sin situarme. Cogimos un taxi para ir directos al aeropuerto. Estaba segura de que Justin guardaba a mano aquella pistola, por eso no se me pasó por la cabeza bajo ningún concepto pedir ayuda.
Durante el recorrido no me dejaba de ver, desconfiado. Acercó sus labios a mi oído para susurrarme unas palabras, me mantuve firme ante su acercamiento.
-¿Estás pensando en si tu madre ya se dio cuenta?- dijo con una voz tan suave que me dejó atontada durante unos segundos.
Lo miré para poder responderle, giré la cabeza y tan solo me encontraba a unos centímetros de su cara, no quería que el taxista nos escuchara.
-Supongo que cuando denuncie mi desaparición, los policías ya no me encontrarán. Y en Francia es imposible que se enteren de la noticia, yo no soy tan famosa como mi padre para que todos se interesen por mí.
-¿Sabes francés?- preguntó cambiando de tema rápidamente.
-Un poco.- contesté insegura.
No volvió a decir nada más. Llegamos al aeropuerto y allí nos encontramos con unos amigos de Justin, pronto caí en la cuenta de que eran los dos individuos que me desnudaron, los miré con desprecio a ambos, al gordete y alto de ojos castaños y pelo larguito que me miraba de nuevo de forma lasciva y al otro, quien no parecía mostrarme tanta atención y tan solo me miraba de reojo con sus ojos verdes, este era mucho mas delgado pero igual de alto.
-¿Trajisteis lo que os mandé?- preguntó Justin.
-Aquí tienes.- el gordo sacó de su pantalón dos billetes de ida para Francia.
-Bien echo.- respondió con una fría voz.- Os avisaré cuando llegue de nuevo.- volvió a mentir.
-De acuerdo, te esperaremos.-Respondieron asintiendo.
Cogió los billetes que nos llevaría a nuestro destino y nos fuimos con las maletas en las manos. Entramos por una gran puerta que se abría automáticamente a la terminal de pasajeros, miles de personas hablaban, cogían billetes y esperaban a que familiares o amigos llegaran en cualquier momento en avión.
Una voz femenina hablaba por megáfono anunciando la llegada de algunos aviones en varios idiomas, pero la gente no prestaba atención.
Volvimos a salir de allí y esta vez nos encontramos delante de la pista de aterrizaje, nos acercamos inseguros a uno de los aviones que aún no despejara, bastante grande.
Justin ojeó de nuevo los billetes y asintió. Me arrastró por las escaleras que conducían al interior del avión.
En la entrada un señor nos paró para ver los billetes y entramos por fin dentro. Dejamos las dos maletas encima de nuestros asientos y nos acomodamos perfectamente en ellos.
Mientras esperábamos que el avión se llenase, Justin fue al baño y yo miraba la pantalla de la televisión que había a lo alto, una mujer
que vestía una chaqueta de visón que le llegaba hasta las rodillas y unas botas negras se paró en el pasillo para poder verme
detenidamente.
Me fijé en todas las joyas que llevaba encima y esta al darse cuenta, la muy descarada me saludó.
-Perdone por ser tan indiscreta, pero, ¿usted es la hija de James Charles?- me sorprendí al escuchar el famoso nombre de mi padre.
-Yo...- no sabía que contestar, Justin no estaba, era mi única oportunidad de escarpar, ¿por qué no lo hacía?- Ayúdeme...- dije esta vez susurrando.
-¿Qué le pasa?- preguntó asustada.
-Unos chicos me...- frené en seco al ver a ver la cara de Justin a tan solo un par de metros de mí.
Había tan poca gente y tanto silencio que temí que él me escuchase. Apreté los ojos muy fuerte y los volví a abrir sin saber que hacer.
-Disculpe.- la mujer se apartó para dejar al secuestrador sentarse a mi lado, cerca de la ventana.
-¿Qué me contaba?- volvió a preguntar la mujer.
-Nada, olvídelo.- dije asustada.
-¿Entonces eres hija de James?
No me atreví a mirar a Justin, entonces tragué saliva y tan solo negué con la cabeza. La mujer elevó la mano para taparse la boca y reírse pícaramente.
-Lo siento, querida. La verdad es que te pareces mucho a él.
-No se quien es.- me dispuse a mentir para que fuera más creíble.
-Cariño, deberías conocerlo, él crea joyas exclusivamente para mí y para otras personas.- me mostró uno de los anillos que llevaba en el dedo índice.- Somos íntimos amigos, iré a darle una visita a París.- alardeaba sin pensar ni si quiera lo que decía.- Bueno, voy a tomar el aire mientras el avión no despegue.
Salió por la puerta, sabía que esa mujer acabara de cometer un grave error, ella misma era la clave para llegar hasta la nueva casa de mi padre.
-Más fácil de lo que pensaba.- puntuó con una sonrisa Justin.- La seguiremos.- suspiré de alivio, él no me había escuchado.
-Maldita suerte...- me quejé por lo bajo.
-¿No creerás que no te escuché?
-¿De que hablas?- me hice la inocente y lo miré detenidamente con una cara de póquer.
-Unos chicos me...- imitó mi voz tal cual, volví a tragar saliva y pensé rápido.- Ibas a delatarme, ¿verdad? Te aseguro que esto tiene un castigo.
-No puedes matarme. Si lo haces ya no podrás utilizarme para cogerle todo el dinero a mi padre y los guardias te mandaran directo a España de una patada.
-Tranquila, me refiero a otro tipo de castigo...- mi corazón empezó a acelerarse y temí que él mismo lo escuchase latir.