Frenó un coche en frente nuestra y un minuto más tarde otro igual aparcó a nuestro lado.
-Bueno, este es mi taxi.- dijo Bella.- Au revoir.- se metió dentro y cerró la puerta, estaba tan concentrada mirando donde ponía las botas de piel de cocodrilo
de los chinos por si se caía, que ni se dio cuenta del otro taxi que había detrás. Arrancaron y nosotros nos metimos rápidamente en el otro, entonces Justin
pronunció una de las frases que siempre quise decir.
-¡Sigue a ese coche!- dijo con energía, oliendo ya los millones de euros que ganaría.
Estaba tan excitado que ni se dio cuenta de que le hablaba en español, el viejo nos miró extrañado y arrancó el coche, para nuestra sorpresa sabía español.
Obedeció las órdenes de Justin, no perdimos de vista el moño de Bella que se podía ver por el cristal de atrás. Era tan estúpida que no se daba cuenta de que
estaba siendo perseguida.
-¿Qué tal dormiste?-Preguntó, lo miré y volví a girar la cabeza para evitar su sonrisa.
-Que te jodan Justin.
-No decías eso por la noche, y si mal me recuerdo no dejabas de gritar para que siguiera.
-No quiero que me vuelvas a hablar sobre lo sucedido, ¿entendido?- puntué avergonzada.
-¿Y que pasa si lo hago?- me callé al no tener ninguna amenaza en mente.
Perdí la noción al no saber donde carajo estábamos, tan solo fuera una vez a París para ir a las atracciones de Disney Land y a ver la famosa torre, por la
noche sin duda era preciosa. Me tranquilicé al ver algún cartel.
El taxi paró en frente de lo que parecía un bazar chino, Justin y yo nos miramos haciendo una mueca, eleve los hombros. Nuestro taxi también frenó, pero un
poco más lejos para no dar tanto el cante.
-¿Pero que coño hace esta mujer?- preguntó Justin enfadado.- Voy a seguirla, tú quédate aquí.
Abrió la puerta y se fue. Crucé los brazos y miré por el retrovisor la cara de indiferencia del conductor. Él también lo miró y nos quedamos callados con los
ojos fijos.
-¿Usted sabe español?- pregunté para romper el hielo.
-Un poquito.- dijo con un acento extraño que me hacía gracia.
Debería de tener como mucho cincuenta y cinco años, su pelo color gris no lograba cubrir del todo la cabeza, estaba medio calvo. Sus ojos eran pequeños y
marrones, tenía unas gafas redondas. Su camisa blanca parecía que estaba a punto de reventar y romperse.
-¿Eres de aquí?- volví a cuestionar, él asintió.
-¿Para que perseguir a mujer?- dijo aparentemente preocupado.
Claro que tenía que estar preocupado, dos desconocidos persiguiendo a una mujer aparentemente millonaria, si yo fuera él creería que estaba siendo
cómplice de un robo o incluso algo peor.
Pero después del “castigo” que Justin me hizo por intentar decirle a Bella que me tenían secuestrada no me atrevía a meter la pata de nuevo, tenía que
mentirle.
-Nada malo.- intenté tranquilizarlo.- Tan solo la seguimos para que nos lleve a la casa de mi padre.- dije aun que pareció no entenderme.
Nos quedamos callados al ver a Justin volver mucho más enfadado de lo que estaba antes, abrió la puerta y me miró.
-Está comprando ropa por cinco y diez euros, ¿verdad?- pregunté.
-No me lo puedo creer, ¿esa mujer de verdad conoce a tu padre o solo lo dijo para hacerse la interesante?
-Me temo que nos engañó.
-Esperaremos a que acabe su compra y la seguiremos de nuevo, quizás esté comprando ropa para donársela a niños pobres.- dijo con alguna esperanza.
-Ya, ¿y que más?- susurré sabiendo que esa mujer solo nos estaba haciendo perder el tiempo.
-No sería la primera vez que miro a una millonaria hacerlo.
-Tú sabrás lo que haces.- puntué dudando al cien por cien de su teoría.
No sé exactamente cuanto tiempo tardó en salir, pero para mí fue casi una eternidad. Pusimos de nuevo el taxi en marcha.
El bazar chino fue su primera parada, la segunda un restaurante en donde se tomó un café con leche y un croissant, la tercera parada fue otro comercio en
rebajas y así hasta la una y media del mediodía.
Bella era una maldita impostora, con joyas falsas y ropa de dos euros, tan solo pretendía hacerse la interesante.
-Te digo que es una impostora.- le dije a Justin, que estaba a punto de suicidarse.
-Déjenos en cualquier hotel.- lo reconoció al fin.
Este cambió de dirección dejando atrás el taxi de Bella, aquella maldita señora que no nos sirvió para nada. Yo también estaba furiosa, quería que esto
acabara de una vez y por culpa de aquella impostora asquerosa tardaríamos un par de años más.
-Nos quedaremos aquí hasta que descubra dónde vive tu padre.- dijo Justin pagándole un montón de dinero al taxista.
Bajamos del coche y nos despedimos del taxista, Justin me miró y suspiró de estrés, yo también lo hice. Antes de entrar me fijé en las letras doradas que había
encima de la gran puerta de cristal por la que íbamos a pasar. En grande se podía leer: Balladines. Entramos y volvimos a repetir el mismo proceso que en el
primer hotel. Conseguimos, gracias a Dios, una habitación con dos camas, pero no fue porque Justin lo pidiera, si no porque no quedaban habitaciones con
camas de matrimonio, se lo agradecí al recepcionista.
Antes de entrar en el ascensor para dejar en nuestra habitación las maletas, Justin se fijó en un montón de revistas que había en una estantería.
Casi como si Dios lo quisiera, ocurrió un milagro. En la pila de revistas, la primera trataba sobre joyas y otros complementos, el nombre y apellidos de mi
padre salía en la portada, lo suficientemente grande para que Justin se diera cuenta.
La cogió y se la llevó, en el ascensor estuvo hojeándola y sonrió maliciosamente.
-Ya sé dónde encontrar a tu padre.
Me enseñó la revista y fue entonces cuando supe que mi padre iría a una exposición de joyas, en un gran centro comercial.
-¡Es hoy!- grité.
-A las siete de la tarde.- concluyó con una sonrisa