Narra Justin:
Estaba sumido en mis pensamientos, mi mente recreaba una y otra vez la discusión que tuve con John ayer, aquel que llevaba años sin ver, mi único
hermano. Intenté olvidarme del tema, a si que cogí un periódico actual y empecé a buscar un trabajo decente en las últimas páginas de este.
Estaba claro que el padre de Sara no me iba a dar un empleo. Sonreí al recordar a Sara.
Sonó el timbre, suspiré y dejé el periódico sobre la mesa de la cocina. ¿Quién sería? Solo había dos posibilidades, la primera era Sara, la segunda,
John. Abrí la puerta, tan solo llevaba puesto un pantalón de pijama, a si que esperaba que no fuera la vecina.
-Hola.- dijo John aparentemente triste.
Lo observé con una mirada fría, inexpresiva. Me daba igual que ahora estuviera arrepentido, lo que hizo era imperdonable, daba igual que hiciéramos
las paces, nunca lo trataría de la misma manera que lo trataba cuando éramos niños.
-Pasa.- entró dentro después de mi orden y cerré la puerta rápidamente.
Lo conduje hasta la cocina, a pesar de que él conocía perfectamente la casa. Nos sentamos al lado de la mesa, esperando aclarar las cosas sin gritos.
-Tu novia tiene muy mala leche.- dijo John para romper el hielo.
-¿Qué?- cuestioné confuso.
-Ayer me encontré con tu novia, parecía tener mucha prisa, pero se paró y me dijo que me obligaba a arreglar las cosas contigo, luego se fue.- me dio
la risa al escucharlo.
-Ahora hablemos en serio.- puntué impaciente.- ¿Por qué vuelves ahora?- se rascó la nunca y miró hacia el techo para no encontrarse con mis ojos.
-Si te soy sincero... os echaba de menos, a ti y a papá.- apreté mi puño con fuerza.
-¿Y porqué no viniste mucho antes?- pregunté intentando que no se notara mi enfado.
-Mi orgullo no me lo permitía, ya sabes como soy.
-Pues llegaste tarde, papá padece una enfermedad muy grave y poco común.
-¿Acaso no tiene cura?
-Seguramente si, pero te aseguro que hasta que no la investiguen no la van a conseguir.
-Necesito verlo.- dijo apoyando las dos manos en la mesa para levantarse del asiento.
-Mañana voy a visitarlo, puedes acompañarme...- sabía que papá no era para nada rencoroso u orgulloso, seguramente, al verlo, se pondría muy
contento, a pesar de que él le hiciera mucho daño.
-Justin... lo siento, lo siento mucho. Nunca creí que papá se pondría así.
-Si te preocuparas un poco por nosotros, y nos llamaras para saber por lo menos como estábamos... ¿Dónde estuviste estos años?
-La idea de que me escapara de casa fue de un amigo mío, me dijo que me dejaría vivir con él. Estuve en su piso, y ahora trabajo en un bar para poder
ayudarle a pagar, nada más.
-¿Tú sabes cuanto sufrí para poder pagar esta maldita casa? Ahora papá ya no puede trabajar, ¿sabes?
-Lo siento...
-Ya da igual que lo sientas, nada va a cambiar.
-¡Puedo volver y ayudarte!- dijo resignado.- Ya no quiero sentirme culpable de todo esto, necesito ayudarte. ¡Por favor, déjame volver!- se arrodilló
en el suelo para suplicarme.
Lo miré de nuevo a los ojos, él era el mayor y se sentía inferior. No podría perdonarlo nunca, aún así, me daba pena, él de verdad lo sentía.
Agarré su mano para levantarlo del suelo.
-Está bien.
Él tan solo me abrazó, conteniendo las ganas de llorar. Siempre fue a si, a veces, cuando estaba enfadado se mostraba fuerte, por otro lado, cuando
algo le dolía o se sentía culpable, tan solo sabía llorar, daba igual cuantos años tuviera.
-Hoy mismo traeré mis cosas.- comentó impaciente.
-Te esperaré.
Nos despedimos y se fue. Por un lado me sentía feliz, pero por otro, sabía que nada volvería a ser como antes. Volví a la cocina y miré el periódico,
yo también necesitaba un trabajo, seguiría buscando.
Pero antes de nada, tenía que llamar a Sara, a si que cogí mi móvil y la llamé. Aún eran las once de la mañana.
-¿Si?- era su voz, pero notaba algo diferente en ella.
-No me digas que estabas durmiendo... aún.- iba a preguntárselo, pero lo acabé afirmando.
-¿Justin? Lo siento... ni si quiera me di cuenta de que me llamabas tú.
-Si quieres te llamo mas tarde.
-¡No! Da igual, ahora ya estoy despierta.- gritó alarmada. - ¿Qué querías?
-Pues a parte de escuchar tu voz... quería decirte que vino mi hermano hoy.
-¿Si? ¿Que te dijo?
-Pues al parecer, más o menos ya arreglamos las cosas. Insistió en que quería ayudarme con el tema de pagar la casa y todo esto, a si que va a volver
a vivir conmigo.
-¡Que bien! Me alegro mucho por los dos.
-Ya, bueno... quería pedirte un favor...
-Dime.
-Mañana vamos a visitar a mi padre, quiero que vengas. Ya se que es un poco raro que conozcas a mi padre en el hospital, pero quiero que te
conozca antes de que...
El silencio fue absoluto, no pensaba pronunciar la palabra “muerte”.
-Estoy deseando conocerlo.- dijo ella con alegría después de unos segundos de silencio que se hicieron eternos.
-Bien, mañana pasa por mi casa a las cinco.
-De acuerdo. ¡Ah! Antes de que se me olvide, tengo una mala noticia.
-Tu padre no quiere darme trabajo, ¿verdad?- no dijo nada.- Da igual, ya buscaré uno. Gracias de todos modos por intentarlo.
-Seguiré suplicándoselo hasta que ceda.- sonreí.
-¿Sabes cuanto te quiero?- pregunté sin poder evitarlo.
-¿Mucho?
-No te lo puedes imaginar.- suspiré.- Dios... no se que haría sin ti.-Ni yo... creo que esperar un día para verte va a ser mucho, y aún por encima, ayer....
nos interrumpieron dos veces seguidas.- dijo con timidez.
-Dicen que a la tercera va la vencida.
-Me voy, tengo que darme una ducha.
-Vale, mañana nos vemos.
-Te quiero.