Narra Sara:
Escuché a mi madre hablar con alguien, tenía el volumen de la radio a tope, y por eso no podía escuchar casi nada. La apagué por curiosidad, y mi corazón
se aceleró al escuchar la tierna voz de Justin. Sequé mis lágrimas, me había pasado un buen rato llorando, y bajé las escaleras rápidamente.
-No pasamos tantos días amándonos, conociéndonos, para que ahora la alejéis de mi. ¡No podéis hacernos esto!- escuché decir a Justin, conteniéndose.
Bajé el último escalón que faltaba, y aún nerviosa me puse al lado de mi madre, interrumpiendo su conversación.
-¿Qué es lo que pasa?- miré a Jus con tristeza.
-¿No pensabas decírmelo nunca?- contestó él con otra pregunta.
-No se puede confiar en John...- susurré al tiempo que negaba con la cabeza.- ¡Claro que te lo iba a decir! Pero... cuando mi madre me lo dijo, fui incapaz de
decirte nada.
Mi madre nos miraba a ambos atentamente, parecía sorprendida y no sabía que decir o hacer ante tal situación. Hubo un silencio incómodo.
-Prefería esperar.- añadí intentando explicárselo.- Quería intentar convencer a mi madre o a mi padre antes de decirte que iba a irme.
Justin miró a mi madre apenado y apretó el puño. Suspiró ruidosamente, intentando organizar su mente y aclarar sus pensamientos.
-¿Acaso nunca estuviste enamorada?- le preguntó a mi madre, yo me sorprendí ante tal pregunta.- ¿Acaso nunca quisiste tanto a una persona que darías
hasta tu vida por ella?- insistió.
Mi madre miró a un punto fijo y pensó, parecía que estaba retrocediendo en el tiempo para poder contestar. Más tarde sonrió.
-Claro... siempre quise a mi marido, desde que lo conocí, cuando tan solo tenía veinte años.
-Entonces deberías entender...- aseguró con firmeza.- Deberías comprendernos. Amo a tu hija, siempre la amaré. Y lo peor que podríais hacer... es alejarla
de mí para siempre.
Mi madre parecía tener los ojos brillantes, llorosos; no me lo podía creer, estaba a punto de llorar. Ella no era la única, mis ojos comenzaban a inundarse de
lágrimas al ver atónita la escena, corrí para abrazar a Justin, él me agarró fuerte, pero sin llegar a hacerme daño.
Entonces sentí aquel cálido sentimiento, aquella sensación de estar protegida, de pensar que nada malo puede pasar si estás a su lado. No podía rendirme.
-Mamá... puedes irte con papá a Francia.- comenté comenzando a llorar.- Sé que para él es muy importante... pero yo... yo quiero quedarme aquí.
¡Ya tengo dieciocho años! ¡Puedo aprender a vivir sola! Estaré bien... aun que os extrañaré, pero yo no quiero moverme de aquí.
-Yo... no sé que decir.- puntuó mi madre.
-Quiero que se lo digas a papá, quiero que él comprenda lo importante que es para mí estar al lado de Justin.
-Por favor...- suplicó finalmente él.
Mi madre se lo pensó, primero me miraba a mí, luego a Justin, y así consecutivamente. Resopló, y con media sonrisa dijo:
-Está bien... Tan solo prométeme que cuidarás de ella.- le dijo a Justin.
Justin asintió y solté su mano para poder abrazar a mi madre, feliz. ¿Lo habíamos conseguido? ¿Habíamos logrado convencerla?
Lloré esta vez de la felicidad, no podía dejar de darle besos a Justin, saltar, dar vueltas, abrazar a mi madre, volver a besar a Justin y abrazarlo.
¡Estaba tan feliz!
-Eres la mejor.- puntué feliz.
Más tarde pudimos hablar con mi padre tranquilamente, él nunca se dejaba convencer fácilmente, pero esta vez, hizo una excepción.
Y logró entender, al igual que mamá, que Justin y yo nos queríamos de verdad, y que yo, ya no era una niña pequeña.
Y de nuevo, volvimos a ganar nosotros...
[…]
Me encontraba en el aeropuerto, Justin me daba la mano y me sonreía de vez en cuando, intentando tranquilizarme. Cuando la voz de una chica anunció
bien alto la salida del siguiente avión, miré a mis padres con varias maletas en cada mano. Evité por unos momentos las ganas de empezar a llorar.
-Mámá, papá...- dije viéndolos a ambos.- Os quiero muchísimo.- y entonces, ya no pude contenerme.
Los tres nos abrazamos mientras Justin miraba la escena con alegría. Permanecimos juntos durante un par de minutos, pero tuvimos que interrumpir el
buen momento por miedo a que el avión despegara sin ellos.
-Cariño, te echaremos un montón de menos.- aseguró mi madre.
-Vendremos a visitaros lo antes posible.- comunicó mi padre con una sonrisa.- Aún no sé como me habéis convencido para tal locura...- murmuró.
-Papá, estaré bien con Justin.
-Mejor me voy antes de que me arrepienta.- bromeó con una sonrisa de oreja a oreja.
Volví a abrazarlos, y más tarde, se perdieron entre la multitud. Yo aún no me lo podía creer, ¡iba a vivir con Justin! Si no fuera por la partida de mis padres,
habría sido el día más feliz de mi vida.
Justin y yo quedamos observando como el avión despegaba y se alejaba hasta tocar las nubes y sobrevolarlas, me despedí con la mano, aún sabiendo que
no me mirarían.
-Bueno... Colorín colorado, este cuento se ha acabado.- dijo Justin pasados unos minutos.
Lo miré con una sonrisa, intentando creer por fin que iba a poder estar con él para siempre.
-Mentira, esto no es un final... es el principio de una historia.
-De una bonita historia, ¿no?
-Exacto.- sonreí y me acerqué a él para darle un beso.
-¿Qué te parece si celebramos esto?- preguntó mientras salíamos del aeropuerto.
-¡Si!- respondí entusiasmada.- ¿Qué tal si vamos a un buen restaurante?
-Yo... tenía pensado celebrarlo en mi cama, pero bueno, esa idea también está bien.
-Eres un ninfómano.- lo acusé dándole un codazo.
-Por tu culpa.- confesó con una sonrisa pícara.
-Te amo, idiota.- susurré.
-Y yo mucho más.- agarró mi mentón para que lo mirase y besó mis labios como nunca lo había echo.
Empezó siendo un extraño secuestrador pervertido, y acabó siendo la persona más importante en mi vida. El primer día que miré a esos ojos pensé de todo,
pero nunca imaginé que él robaría mi corazón.