capitulo 23.

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Narra Justin:

Cuando volví a despertarme eran las doce, pronto salí de mi cuarto y entré en la cocina dispuesto a desayunar algo, allí estaba John, mirándome con una 

cara triste.

-¡Eh, idiota! ¿A que viene esa cara?- pregunté abriendo la nevera y cogiendo zumo de manzana.

-A nada... supongo...- contestó, y bajó la mirada al sudoku que tenía en la mesa.

-¿Como que supongo?- dije, y después bebí un poco de zumo.- Joder, Sara y tú estáis más raros... Un día os tengo que gravar o algo.

-Si supieras lo que nos pasa.- dijo en un suspiro un tanto cómico, y al instante se tapó la boca como si acabase de decir algo prohibido.

Me acerqué a él con una mirada acusadora, esperé a que me mirase para cuestionar como si se tratase de un interrogatorio:

-¿Y que se supone que os pasa?-pregunté intrigado.

Tragó saliva mientras yo cogía una silla y me sentaba a su lado con una sonrisa perversa, él y Sara ocultaban algo, y John me lo acabaría contando por las 

buenas o por las malas.

Volvió a mirarme triste, cerró los ojos y dijo para si mismo: Lo siento Sara, pero tengo que contárselo.

Lo observé ahora serio, a pesar que me lo estaba tomando en broma, las expresiones de John decían todo lo contrario sobre el tema, presentía que algo 

malo iba a pasar, y el que tragaba ahora saliva, era yo.

-Los padres de Sara van a irse a París.- lo miré confuso, esperando que me explicase algo más, algún que otro detalle, pero no dijo nada.

-¿A París?- pregunté rompiendo el hielo y evitando un silencio incómodo para ambos.

-Si, para siempre.

-¿Me estás diciendo que Sara también se va a ir?- él tan solo asintió, y entonces tuve que dar marcha atrás, hasta el momento en el que la madre de Sara 

la llamó al teléfono por la mañana, el momento en el que me había parecido ver una lágrima recorrer su mejilla, algo al que no le di importancia cuando 

ella me dijo que estaba bien, que no le pasaba nada.

-Me dijo que no te lo dijera... pero no pude aguantar mas.

En ese momento lo habría llamado bocazas, idiota o miles de insultos que se me ocurrieran, pero estaba serio, triste, confuso... muchas emociones y tan 

poca información, mi cabeza daba vueltas. No entendía nada, pero necesitaba verla de nuevo.

-Voy a verla.- puntué de súpeto.

Cogí la cazadora que colgaba del pomo de la puerta de la cocina, miré a mi hermano y él permanecía quieto, mirándome con sorpresa.

-¿Vas a quedarte ahí o me vas a llevar hasta su casa? Haz algo bueno en tu vida.- dije de broma para animarlo a pesar de que yo estaba mucho mas afectado.

Se levantó con torpeza mientras murmuraba algo de que ahora era el choffer de la casa, no le hice mucho caso y nos metimos en el coche con rapidez, 

como si fuésemos a atracar un banco, ágiles, sutiles...

-¡Arranca ya!- grité desesperado.

Se colocó el cinturón y por fin pisó el acelerador.

-Bien, ¿vas a contarme todo lo que te dijo?

-A ver... ella me dijo que su madre la llamara por la mañana y le dijo que iban a irse a París porque le dieran trabajo a su padre allí. Yo le dije que lo mejor 

era que te lo dijese lo antes posible, pero me dijo que no era capaz.

-¡Me cago en Dios!- grité dándole un golpe a la ventanilla.

-¡Eh! No rompas el coche.

-¡Es que no sé que ostia hacer para que no se vaya! ¡No puede irse!

-Puedes... convencer a sus padres.- propuso John sin dejar de ver la carretera.

-Convencer a sus padres... ¿cómo voy a hacer eso?

-Ni idea...

-Esto va a estar jodido, muy jodido.- suspiré y cerré los ojos.

Justo cuando llegamos mi corazón empezó a latir con fuerza, supongo que por lo nervioso que estaba en ese momento. Le pedí a John que esperase en el 

coche, que sería mejor que no se metiese mucho en este asunto, y él obedeció sin rechistar.

Me acerqué a la puerta y llamé al timbre sin temor alguno, y entonces apareció su madre, que me miró con una sonrisa al reconocer mi cara.

-Hola... ¿Justin?- me saludó con confianza.

-Hola. Venía porque me enteré de que os ibais a ir a Francia.- dije llendo directamente al grano.

-¡Si! En menos de una semana ya estaremos allí.- contestó con alegría.

-Por favor, no podéis iros.- rogué cortándole el rollo.- No podéis hacernos esto.- dije esta vez pensando en los dos.

Su madre quitó repentinamente aquella sonrisa de oreja a oreja, se puso seria, después parecía haberse puesto triste.

-¿Qué?

El secuestro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora