capitulo 11.

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Vestí mi mejor conjunto para la primera cita que tendría con Justin. Mi madre me obligó a decirle con quien iba a pasear, no me atreví a mentirle, ya que no funcionaría. Ahora si que cree que somos novios, es más, no se lo negué. 

Eran las cinco menos cinco minutos y daba vueltas alrededor de la casa bastante nerviosa e impaciente, hasta que sonó el timbre.

-¡Mamá! Me voy... llegaré por la noche.

-¿A que hora?- preguntó desde su habitación.

-¿Diez?- dije suplicándoselo.

-Si vas a llegar más tarde, llámame. 

¿Mi madre dejándome hasta más de las nueve con un chico? Oh Dios... pues si que le cayó bien. Si estuviera papá estoy segura de que no se confiaría tanto. 

Abrí la puerta con una sonrisa, pero cuando no miré a nadie me extrañé. Di dos pasos para salir al exterior y averiguar quien fuera el gracioso o graciosa que le diera al timbre. 

Entonces, a mi derecha pude verlo a él, al mismo chico que ayudó a Justin a secuestrarme. Lo miré asustada cuando me hizo una señal para que no gritase y sacó una navaja como amenaza. Cerró la puerta de mi casa y me agarró del brazo con fuerza, para arrastrarme hasta un coche negro que había aparcado en frente. Ahora entendía porque mi padre se sentía vigilado. 

Forcejeé, pero dejé de hacerlo al ver la navaja a tan solo unos milímetros de mi cuello. Me metió en el coche sin que nadie nos viera, tenía la mala suerte de vivir en un sitio tranquilo por donde no pasaban muchos coches y la gente solo salía en días soleados. 

El conductor del coche, como esperaba, era el otro chico, el delgado, al contrario que su compañero. Ya me olvidé de ellos, pero en el fondo, sabía que algo malo acabaría pasando, Justin prometió compartir el dinero y no había cumplido su promesa. 

-A si que Justin te dejó con vida, ¿eh?- empezó a decir el gordo.- Menudo blandengue está echo. 

-Ya.- siguió el conductor.- Lo más bonito es que te quiere.

-¿Qué?- fue lo único que pude decir.

-Si, os estuvimos espiando desde que llegasteis de Francia. 

-Ese cabrón no cumplió lo acordado.- masculló sintiéndose traicionado. 

-Vamos, arranca.

Lo obedeció y pronto se escuchó el motor. Los miré entre enfurecida y asustada, pensando que todo esto tan solo era una pesadilla. 

-Más le vale a ese idiota darnos el dinero si no quieres morir. 

-¡Vamos! Dame tu móvil, seguro que tienes el número de ese ignorante.- al ver que no se lo daba, el mismo metió la mano en mi chaqueta para cogerlo.

Buscó su número y al encontrarlo no dudó en llamarlo al instante. 

-No, no soy Sara.- dijo mientras yo me angustiaba ante la idea de ver a Justin preocupado por mi vida.

-...

El gordo se rió. 

-No sirven de nada tus insultos. ¿Pensabas que íbamos a dejar pasar por alto lo que nos hiciste? 

-...

-Ahora trae el dinero, ya sabes a donde tienes que ir. Y si no lo sabes... pues olvídate de ver a Sara de nuevo.- se rió como un idiota.

-...

-Tienes que deducir a dónde vamos a llevar a tu querida, tan solo piensa, aun que creo que de eso no sabes mucho. Si no traes el dinero antes de las cinco y media... adiós Sara.- colgó de repente.

Empecé a llorar como no lo había echo antes, de nuevo secuestrada, ¿qué tipo de vida tenía? Por favor, esto tiene que ser una maldita pesadilla. 

Permanecí callada durante el camino, sumida en mis pensamientos. 

Minutos mas tarde, el coche frenó, por fin acabáramos el trayecto. 

-Ya llegamos, levántate zorra. 

Me sacó del coche con la misma brusquedad de antes, el lugar donde nos encontrábamos era sin duda la casa a medio construir donde me llevaron la primera vez que me secuestraron. 

Me metieron en aquella habitación sin ventanas, me tiraron al suelo y me ataron las muñecas con unas cuerdas que sacaron de una mochila.

Mientras el tiempo pasaba y yo lloraba, los dos idiotas susurraban cosas que no podía entender, y de vez en cuando me miraban de forma lasciva, acompañada de una sonrisa maliciosa y pervertida. Cada minuto que pasaba se me hacía eterno.

Uno de ellos miró la hora en su reloj.

-Brayan, ¿miras a alguien por aquí?- preguntó el gordo a su amigo con una sonrisa.

-No, ¿tú?

-Yo tampoco... y ya son las cinco y media...-ambos se acercaron a mí lentamente.

-¿Sabes lo que significa eso?- cuestionó el llamado Brayan mirándome.

Tragué saliva cuando volví a ver la navaja. Comencé a temblar e intenté no llorar. No, no les volvería a dar el placer de verme así.

-¿Y si antes de matarla...?- susurró las últimas palabras para que no lo escuchase. 

-¡No, no, no!- grité automáticamente haciéndome una idea.- ¡Sois crueles! ¿Acaso estáis trastornados? 

-Bueno, un poco.- los dos rieron malvadamente. 

-Da igual que os riáis, estoy segura de que Justin vendrá en cualquier momento.- dije lo más segura posible.

-Nena, ¿aún crees que vendrá? 

-Otra ilusa... 

-Él no nos va a dar su dinero porque le das igual, no le importas.

-¡Eso no es cierto!- grité eufórica.

-No vendrá.- volvieron a repetir.

Brayan se agachó y su amigo hizo lo mismo segundos después. Ambos intercambiaron miradas.

-¿Quieres quitarte la ropa o lo hacemos nosotros por ti? 

“Por favor, ven pronto”, era lo único que podía pensar, no respondí, tampoco era capaz de hacerlo, cerré los ojos deseando que todo acabase, ignoré sus palabras. Intentaba pensar en cualquier cosa menos en ellos. 

Por un lado estaba segura de que Justin no me podía fallar, pero por otro, no podía evitar pensar: “¿Y si no viene ?”. Justin, confío en ti, pero es imposible que no me sienta asustada por lo que pueda pasar. 

Me violarían... me matarían...

El secuestro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora