Cuando estuvieron a punto de deshacerse de mi ropa, la puerta de la habitación se abrió con un fuerte golpe. ¡Lo sabía! ¡Sabía que me salvaría!
-¡Ni la toquéis!- gritó enfurecido.
Justin agarraba una bolsa negra con fuerza, supuse que allí estaría guardado todo el dinero. Apretó el puño para contenerse. Los dos idiotas se
levantaron con la misma sonrisa de antes.
-Menuda sorpresa...- puntuó Brayan.- Bien, ahora entréganos el dinero.
-No, antes debéis dármela, soltarla.
-Esta bien.- el gordo se puso a mis espaldas para deshacer el nudo de la cuerda, que empezaba a hacerme daño.
Corrí a los brazos de Justin alegre, lo admiraba, ahora era mi héroe. Me abrazó después de tirarles la bolsa.
-Bien, ya estamos en paz, ¿no?- preguntó Justin mientras ellos comprobaban que el dinero no era falso.
-Eres un idiota. Si no te hubieras enamorado de ella, tu plan de quedarte con todo el dinero funcionaría.
-Vosotros no lo entenderíais nunca.- dijo con una media sonrisa.- Esta chica, me hace mas feliz que el dinero.
-¡Venga ya!- gritó Brayan.- Tío, ¿desde cuando eres así?
-Te vamos a dar una oportunidad de que vuelvas con nosotros, juntos seríamos capaces de atracar un banco, y lo sabes.
-El que os tendría que dar una oportunidad soy yo, sin mí, seréis los mismos cobardes de siempre, aceptadlo.- me miró intensamente.- Allá vosotros,
yo ya no volveré a robar.
-¿¡Qué!?- gritaron ambos.
-No volveré a robar.- repitió.- Ya me da igual si tengo que buscar un trabajo para ganar dinero, me importa una mierda lo que cueste.
-En un trabajo cualquiera no podrás ganar tanto dinero como para seguir pagando la casa de tu padre, el coche y todos esos gastos inútiles.
-Eso es cosa mía. Y ahora, ya no volváis a molestarnos.
Me dio la mano y salimos por la puerta hacia el exterior. Ahora comprendía perfectamente la razón por la que robaba, y yo tan solo pensaba que lo
hacía por diversión. Permanecí callada durante el camino.
-Debería habértelo contado antes.- rompió el silencio mientras caminábamos.
-Gracias.- fue lo único que pude decir.- Gracias por todo.
-Todo esto fue culpa mía, no merezco que me lo agradezcas.
-Si que te lo mereces, te agradezco que me salvaras, que me quieras, que ahora... dejes de robar.-contesté con dificultad.
Pasamos por delante de un parque, ahora ya era capaz de situarme. No sabía donde estaba aquella casa abandonada, porque nunca fuera por aquella
calle, pero ahora que lleváramos un buen rato caminando, sabía dónde estábamos.
-¿Quieres sentarte en este banco?- me preguntó señalándolo.
Asentí y nos acomodamos, escuchando a los niños que reían y jugaban allí.
-El otro día me dijiste que querías saber más de mí, ¿no?- me miró a los ojos.- Llevo robando dos años, desde que tenía diecinueve. Mi madre murió
cuando yo era pequeño, y mi padre, empezó a sentirse débil hace un par de años, tenía que estar en la cama casi todo el día. Días después ya no era
capaz de mantenerse en pie, tenía dificultades al hablar, entre otras cosas. Ahora, está en el hospital, aun que me dijeron que era una enfermedad
poco común, sin cura, que se producía por algún error en el sistema nervioso. Nosotros, ya éramos una familia sin mucho dinero, teníamos lo justo
para cada mes, pero cuando mi padre ya no podía ir a trabajar por esa enfermedad, empezaron los problemas. No pude ir a la Universidad, tenía que
ganarme la vida para poder pagar todas las facturas que llegaban a casa, ningún familiar nos podía ayudar. Intenté encontrar trabajo, pero ninguno
me agradaba, siempre pensaba: “¿Acaso me merezco esta mierda de trabajo?”, me imaginaba treinta años después en una hamburguesería,
amargado, esforzándome día a día para ganar una miseria. Fue entonces cuando empecé a robar, a veces incluso me divertía, ya pasaran un año y
medio y era uno de los ladrones más buscados... Ahora me doy cuenta de que eso si que es una mierda, robar... eso si que no me lo merecía.
Me quedé destrozada, mientras yo tenía unos padres sanos, que me querían, y todo el dinero del mundo, él... él no tenía nada. Ahora podía
ponerme en su piel, entender perfectamente sus sentimientos.
-Lo siento mucho...- dije en voz baja.
-Pero ahora me siento feliz.- contestó con una sonrisa.
Lo abracé, no pude evitar que me saltaran un par de lágrimas. Justin pareció sorprendido ante mi reacción. También me abrazó y frotó lentamente
mi espalda con sus manos. Lo quería, lo quería, lo quería...
-Lo siento, supongo que esta cita no era como la que esperabas.- me susurró al oído.
-No importa.
-Pero aún son las seis... podíamos seguir con lo planeado, como si no hubiera pasado nada.
Me levanté y tiré de su mano para que él también lo hiciera.
-¿Sabes? Podía convencer a mi padre para que te diera un trabajo.- le dije mientras caminábamos hacia un bar.
-No creo que deje a cualquiera trabajar allí.- me puse en frente de él impidiéndole que siguiera caminando.
-Tú no eres uno cualquiera, ellos saben que estoy saliendo contigo.- sonreí.- Lo que quiere decir... que podría convencerlo fácilmente.
-Si supiera que soy un ladrón.- se rió.
-Creo que te mataría.
-Yo también lo creo.- ambos reímos.