NARRA JUSTIN:
Allí estaba, en frente de su casa, mirando la ventana de su habitación como un idiota, en medio de la calle, del frío, atrayendo las
miradas de todos los que pasaban por allí. Era tan gilipollas que no me atrevía a llamar a la puerta o simplemente tocar el timbre.
Tenía la maravillosa oportunidad de volver a ver su sonrisa, sus ojos marrones, su cabello suave, simplemente podía volver a verla; pero
no era capaz de dar un paso hacia adelante.
-Vamos idiota, ¿que coño te pasa?- dije en voz alta atrayendo la mirada de una anciana, que seguidamente, aceleró el paso asustada.
Abrí el portal silenciosamente, no había vuelta atrás. Ahora estaba en frente de la puerta, era un obstáculo mas que tenía que superar.
Suspiré y presioné el timbre haciendo que sonara, pude ver por el cristal de la puerta como una mujer se acercaba para abrirme la
puerta.
-Hola, ¿quién eres?- preguntó con una sonrisa, sin duda, era su madre.
-Soy un amigo de Sara, ¿está en casa?- negó con la cabeza.
-Mierda...- susurré por lo bajo.- ¿Sabes a que hora llegará?
-Dentro de poco, si quieres puedes esperarla dentro.- sonreí tímidamente, necesitaba hacerme el bueno y ganarme la confianza de
aquella mujer.
-Muchísimas gracias.
Entré dentro de la casa y me ofreció asiento en una de las sillas de la cocina. Era la primera vez que entraba en su casa con el
permiso de alguien.
-¿Quieres agua?- la miré con una botella en la mano.
-No, gracias.
-Por cierto, no me presenté. Me llamo Anne. ¿Tú eres...?
-Justin.
Si, acababa de decir mi nombre real, ¿que mas daba? Era imposible que me reconociera. Ahora solo rezaba para que Sara no le
hubiera contado nada sobre mí a su madre y a su padre.
-¡Oh, que nombre mas bonito!
Bajé la guardia al ver de nuevo como sonreía dulcemente.
-Gracias. Espero que venga pronto, tan solo vine para darle una visita, hace tiempo que no la veo.
-Ah, ¿si? Pues a ver si le alegras el día, hace una semana que está un poco triste.
-¿Desde que nos dejamos de ver?- pensé horrorizado.- Pobre...
-Intenté ser comprensiva con ella... pero desde lo sucedido no hablamos mucho.- ni ella se diera cuenta de que estaba hablando mas
de la cuenta, hasta que pregunté:
-¿Desde lo sucedido?- sabía, estaba seguro, de que se refería al secuestro, pero tenía que hacerme el tonto, ¿no?
-Nada, nada...- dejó el baso de agua sobre el mármol después de beber.- ¿Vives por aquí cerca?- preguntó intentando cambiar el tema
lo más rápido posible.
Estuve a punto de contestar, pero la puerta principal se cerró de repente, mi corazón se aceleró ante la idea de que alguien acabara
de entrar, seguramente Sara.
Su madre se puso de puntillas para intentar ver a su hija por el pasillo.
-Mamá, ya no quedaban esas galletas que tanto te gustan...- murmuraba mientras se adentraba en la cocina observando la bolsa de la
compra.
Su tono de voz no era el mismo, siempre sonaba energética, su voz nunca fue tan apagada como la de ahora, que irónico es decir
nunca... como si la conociera de toda la vida.
-Cariño, vino un amigo a visitarte.- dejó de ver la bolsa blanca y elevó la vista hasta clavarse en mis ojos.
Estaba de piedra, no dijo nada, no habló, no sonrió, no pestañeó, no se movió, estuvo diez segundos así hasta que por fin reaccionó.
Yo me levanté con cuidado de la silla, ella dejó caer la bolsa de la compra en el suelo.
-¡Justin!- gritó mi nombre y de nuevo volví a escuchar su verdadera voz.
Me abrazó mientras que su madre se escapaba de la cocina con una sonrisa que no sabría definir. Agarré a Sara lo mas fuerte posible,
cerré los ojos sintiendo su respiración cerca de mi oído, quería que el tiempo se parase, quería que estuviéramos así para siempre.
-Cuanto tiempo sin verte.- le susurré intentando no parecer muy emocionado.
Se separó y pude ver como una lágrima recorría su mejilla, ¿acaso estaba llorando de alegría? Sonreí, sequé aquella gota con mi dedo
y froté sus mejillas.
-Idiota, pensé que nunca vendrías.- dijo sincera con un hilo de voz.
-Antes de venir... tenía que solucionar un par de cosas.- intenté aclararle, pero tan solo logré confundirla más de lo que
estaba.-Nada importante...- la tranquilicé.
-Justin... estaba deseando que llegara este momento para poder hablar seriamente sobre...- la miré impaciente al ver que no
terminaba la frase.-...sobre nosotros.
Tardé en reaccionar.
-Entonces sería mejor que fuéramos a dar una vuelta.
Asintió y me hizo unas señas para que la siguiera. Fue hacia el pasillo y llamó a su madre casi gritando, ella salió de una habitación
con la misma sonrisa de antes.
-Vamos a salir un momento, regresaré pronto.
-Bien, no tardes.
La seguí hasta llegar a la acera donde estaba antes observando su casa. Empezamos a andar lentamente, ninguno de los dos se atrevía
a hablar.