Estuvimos más de media hora en un bar muy conocido. Los dos tomamos un refresco, él me escuchaba
atentamente sin dejar de mirarme. A veces me perdía en sus ojos y no sabía ni lo que estaba diciendo. Salimos de allí porque el sol empezaba a
desaparecer y cada vez las calles estaba mas oscuras.
Él quiso enseñarme su casa, a si que comenzamos a caminar hacia allí. Llegamos pronto, tenía una casa bastante grande. Dejó que entrara y me
ayudó a quitar mi chaqueta para luego colgarla en el perchero.
-A si que esta es tu casa...- dije observando todos los muebles, cuadros y objetos.
-Así es.
Entramos en la cocina.
-¿Quieres tomar algo?- preguntó abriendo la nevera y sacando una botella de agua.
-Eh... no.
Él se sirvió mientras yo seguía analizando la casa, bueno, esta vez la cocina, era algo que simplemente no podía evitar.
-¿Y bien?- preguntó.
Lo miré confusa sin saber a que se refería.
-¿Qué te parece la casa?- volvió a cuestionar haciendo que sonriera.
-Me encanta, es mas grande de lo que me imaginaba.- él rió.
-¿Pensabas que vivía de bajo de un puente o algo así?- agité los brazos y negué con la cabeza para que no lo interpretase mal.
-No, no, no... no quería decir eso.
-Ya lo sé, era broma.- volvió a reírse y yo también lo hice.- ¿Quieres ver mi habitación?
-Vale.-sonreí.
Subió unas escaleras hasta llegar al segundo piso, donde estaban todas las habitaciones, en total eran tres y un baño. La del fondo era la suya, y
entró dentro esperando que yo también lo hiciese.
-La verdad es que hace tiempo que no cambié el decorado, sigue siendo un poco... infantil.
Por la pared blanca había pegados algunos pósteres de los Guns N Roses y Metallica, en una esquina estaba la funda de una guitarra eléctrica.
-¿Tocas la guitarra?- pregunté emocionada.
-Tocaba, cuando no tenía problemas.
-Vaya, que pena. Tu habitación no es infantil, es... ¿cómo decirlo? Es la típica habitación de adolescente.
-Pero no tengo la misma vida que tiene un adolescente.
-Eso va a cambiar, te lo prometo.
Después de recorrer toda la habitación me senté en el borde de la cama para ver atentamente una fotografía enmarcada de Justin con
aproximadamente quince años y otro chico más. Me reí.
-Cambiaste un montón.
Él se sentó a mi lado y se acercó a mí para poder observar también la fotografía.
-Estoy deseando ver una foto tuya con diez años.- puntuó.
-Te adelanto que no cambié mucho.
-Ah, ¿no?- sonrió pícaramente mientras yo dejaba la foto en su sitio sin dejar de mirarlo.- No creo que con diez años tuvieras este cuerpo.- me miró
de arriba a bajo.
Sonreí antes de que él me besara, me eché hacia atrás inconscientemente hasta que mi cabeza tocó la almohada. Justin se acomodó encima mía.
-Pervertido...- susurré antes de que nuestro labios y lenguas se volvieran a juntar.
Metió una de sus manos por de bajo de mi camisa logrando que mi corazón se acelerase, tocó mi pecho por encima de la lencería y solté un leve
gemido. La temperatura iba subiendo cada vez más hasta que escuchamos el timbre sonar. Justin me dio un último beso y se incorporó.
-¿Quién será?- se preguntó a si mismo enfadado.
Yo seguía con la respiración acelerada, me puse de rodillas sobre la cama y cuando él salió por la puerta lo seguí.
Mientras yo bajaba las escaleras, Justin ya estaba hablando con un chico al que no podía ver, me senté en una de las escaleras por si le parecía mal
que esa persona me viese en su casa. Escuché atentamente lo que parecía ser una discusión.
-¿Qué haces aquí?- gritó Justin por segunda vez.
-Es mi casa, ¿no? ¿Por qué no puedo entrar?- decía el otro.
-Hace años que te marchaste, ¿por qué coño vuelves ahora?
-Quería ver a papá.
-Papá está en el hospital, para tu información, idiota.
-¿Qué le pasa?- preguntó aparentemente sorprendido.
-No te mereces ninguna explicación.
¿Aquel chico había dicho “papá”? ¿Acaso es el hermano de Justin?
-No me merezco que tú me trates así.- contraatacó.
-¿Cómo que no? ¡Te fuiste de casa a los dieciocho años! ¡Dejaste a papá destrozado cuando se dio cuenta de que no volverías jamás! Y ahora... ahora
que está a punto de morir... ¿vuelves?
-No me eches el sermón ahora.- contestó afectado por las palabras de Justin.- Ya soy mayorcito, ya tengo treinta años, si me marché fue porque
estar en esta casa es como estar en una cárcel.
-¡Si papá te gritaba todos los días era porque eras un maldito maleducado! ¡Vete! - Justin intentó cerrarle la puerta, pero este parecía tener más
fuerza y lo evitó.
-Venga... vamos. Déjame entrar, eso ya es pasado.
-Papá no está, ya te lo dije.
-Pues por lo menos déjame entrar y hablamos tranquilamente.
-¡Vete, joder!
No le hizo caso y entró dentro de la casa, nada más hacerlo su mirada se clavó en mis ojos, yo me quedé petrificada. Sin duda, eran hermanos.
-Ya entiendo porque no querías que entrase.- mis mejillas se tiñeron de color rojo.
Se acercó a mí para coger mi mano y besarla después de hacer una reverencia, lo miré extrañado.
-Me llamo John.
Miré de reojo a Justin, parecía estar desesperado por la situación, no me atreví a decirle mi nombre.
-Ni la toques.- saltó este enfadado.