Estiro mi pierna lo más que puedo hacia atrás, en un arabesque en segunda posición. Estiro mis brazos en quinta posición, sobre mi cabeza y elevo mi pie plantado en el suelo en punta. Mi zapatilla de ballet me eleva y observo la figura en el espejo. Todo mi cuerpo tiembla por el esfuerzo, pero no me puede importar menos. Necesito perfeccionarlo, necesito hacerlo mejor que esto. Abro mi brazo en un arco limpio en tercera posición, doy un salto y caigo sobre ambas puntas, en un demi-plié, mis brazos en primera posición. Escucho la suave melodía en el piano de Yiruma, mi pieza favorita de él: River flows in you.
Camino sobre mis puntas, con el mentón alzado y la mirada fija en el mismo punto, en la pared. Intento que todos mis movimientos sean suaves y fluidos, sé la rutina de memoria y aún así no he dejado de practicarla desde hace un mes. Perfeccionándolo todo. Debo estar lo suficientemente preparada para mi audición de la compañía de ballet y nunca se está lo suficientemente lista para una audición.
Llega la parte más intensa de la música y me dejo ir. Los fouettes que tanto trabajo me habían costado ahora salen con naturalidad. Entonces, cierro mis ojos y bailo. Bailo de verdad con el corazón, porque es la única parte de la melodía en la que puedo dejar de pensar en mi próximo movimiento. Improvisar es lo que más amo hacer.
La música decae y mis movimientos se suavizan hasta que termino en aquella pose simple y suave que tanto me gusta.
Estoy sudando, mi pecho sube y baja con rapidez mientras intento acompañar mi respiración. Siento las gotas de sudor corriendo por mi rostro y por mi espalda, que está cubierta por mi leotardo negro ajustado.No hay absolutamente nadie en el estudio de danza. Me he quedado a practicar hasta muy tarde y mis músculos gritan por descanso.
Sin previo aviso, me tiro al suelo y comienzo a deshacer el nudo de mis desgastadas puntas de ballet. Cuando las retiro de mis pies, me doy cuenta de que estoy sangrando de las uñas. Ésta vez si me he excedido. Masajeo mis pies tensos y comienzo a hacer estiramientos, para que los músculos no queden como rocas por tanto esfuerzo.Cuando he terminado, me pongo mis viejas converse y mi gran sudadera. Me queda cuatro veces más grande de lo que debería, pero no me importa. Guardo dentro de mi maleta mis viejas puntas, el leotardo sudoroso y el short que traía. Me he puesto mis vaqueros y estoy lista para volver a casa.
Abro camino hasta el estacionamiento del estudio y me doy cuenta de que es bastante tarde. Deben ser alrededor de las diez de la noche. Estoy por llegar a mi auto. Escasos cinco metros me separan de él y entonces, un golpe sordo hace que me tambaleé y caiga al suelo. Todo me da vueltas, estoy aturdida y la cabeza me duele horriblemente."No. Te. Desmayes." Me regaño mentalmente mientras me obligo a intentar incorporarme.
Otro golpe en mi cráneo y mi visión se vuelve borrosa de los bordes. Me giro sobre mi espalda, intentando ver quién está golpeándome, pero no soy capaz de procesar nada con rapidez. Siento un dolor horrible en el costado y grito de dolor. Alguien me introduce un trozo de tela en la boca y la sella con cinta adhesiva, es cuando comienzo a luchar. No logro enfocar nada debido al aturdimiento, pero no puedo dejar de pelear, patalear, arañar e intentar incorporarme.
Siento dolor en el estómago y me sofoco. No puedo respirar, no puedo gritar, no puedo ver absolutamente nada y estoy entrando en pánico.
Otro golpe en la cabeza y de pronto el mundo desaparece…—¿Acaso se han vuelto locos, maldita sea? —una voz irrumpe lejanamente mi sueño. —, ¡No puedo creerlo!, ¡No puedo jodidamente creerlo!, ¡Son una maldita bola de imbéciles!
La voz se hace cada vez más presente en mi realidad y comienzo a ser consciente del olor a humedad. No puedo ver nada. Tengo algo cubriendo mis ojos. Intento mover mis manos para liberar mi vista pero no puedo mover las manos. Tampoco puedo mover los pies.
Algo roza mis muñecas con fuerza y de pronto, un horrible dolor en la cabeza me golpea. Me duele un costado, el estómago y la cabeza, horriblemente. Tengo algo en la boca y me duele la mandíbula por no poder cerrarla por completo, debido al objeto que tengo dentro.
Gimo de dolor e impotencia y la voz calla por completo.—Ha despertado —dice otra voz, más aguda e irritante.
—¿Cómo lo has adivinado, imbécil? —espeta la primera voz, con sarcasmo. —. Eres un maldito genio.
—¡Joder, J!, ¡Eres tan malditamente irritante a veces! —dijo la segunda voz.
—¡Tú eres un imbécil la mayoría del tiempo, agradece que no te golpeé fuerte en éste momento!, ¡¿En qué demonios estaban pensando!? —espetó la primera voz, aparentemente, el chico es llamado “J”.
Deduzco que es un chico, debido a que su voz no suena tan madura. Es ronca, sin embargo.
—¿Qué van a hacer con ella? —inquiere la voz de J.
—Querrás decir que VAMOS a hacer, con ella —dice otra voz, arrastrada y perezosa.
—¿Ahora también es mi maldito asunto?, no lo fue cuando decidieron secuestrarla, pero sí lo es cuando se trata de que nos joda la policía. Eso no me parece muy justo, si me lo preguntas. —dice J. Se escucha irritado.
Comienzo a gimotear para que se den cuenta de que los estoy escuchando, pero parecen ignorarme. —Tranquilo J, sólo vamos a tenerla aquí por un par de semanas, si todo sale bien —dice la segunda voz.
—¿Y si no sale bien, Pablo?, nos vamos a joder todos —espeta J.
—Es suficiente, J. Pablo y yo lo tenemos todo bajo control. —dice la tercera voz, con su tono arrastrado.
—Más les vale que así sea, Máximo, o voy a malditamente matarte si termino en la cárcel por tu culpa. —dice J.
Una risa ronca brota de Máximo. —Por ahora, vamos a darle un poco de agua y comida. Pablo, encárgate. —dice.
Pablo masculla algo que no puedo entender y escucho el azote de una puerta. Una mano retira bruscamente la cinta de mi boca y escupo el trozo de tela.
—¡AUXILIOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! —grito frenéticamente. —¡AUXILIOOOO!, ¡QUE ALGUIEN ME AYUDEEEEEEEEEEEEEE!
Un golpe en mi mejilla me hace chillar de dolor y de sorpresa. —¡Maldita sea, Máximo!, ¡No le pegues!, ¡No tienes porqué pegarle! —espeta la voz de J. Hay coraje en su voz.
—Escúchame bien, tú, pequeña perra —sisea Máximo. —. Estamos en medio de la nada. Nadie puede escucharte, mucho menos venir a salvarte, así que, si eres inteligente, deja de hacerme enfadar o voy a matarte.
Siento algo frío contra mi sien y trago duro. Estoy casi segura de que está apuntándome en la cabeza con una pistola y lo único que puedo hacer es tragarme el nudo de mi garganta. —P-Por favor, déjame ir —digo, con un hilo de voz.
—Maximo… —la voz de J destila advertencia.
—Lo haré, cariño. Lo haré. Cuando tu padre me dé un par de millones. —dijo Máximo.
—Y-Yo puedo dártelos. Y-Yo puedo conseguirlos. D-Déjame ir y t-tendrás lo que quieras —tartamudeo, aterrada.
—¿Me crees estúpido, no es así? —canturrea Máximo.
—¡Por favor! —suplico. Mi voz quebrándose por las lágrimas que estoy a punto de derramar.
—Es suficiente. Déjala en paz —dice J. Luego se dirige a mí diciendo—: Serán solo unos días.
—¿Estás loco, J?, ¡Serán más que unos jodidos días!, tenemos que hacer que la familia se vuelva loca buscándola. Que estén moviendo todas sus influencias para encontrarla. Que estén dispuestos a entregarlo todo por recuperarla. Entonces, nosotros pediremos el rescate. Serán más que unos jodidos días, ¿comprendes? —dice Máximo.
La atrocidad de sus palabras recae en mi estómago terriblemente y lágrimas pesadas caen por mis mejillas. Esto tiene que ser una maldita pesadilla.
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Encerrada
FanfictionOriana Sabatini era hija del dueño de uno de los más grandes emporios de Inglaterra. Destinada a vivir en los lujos excesivos el resto de su vida, destinada a la grandeza. Destinada a la riqueza y la comodidad y con un futuro prometedor en el ballet...