Cap 27

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*ADVERTENCIA: Éste capítulo contiene narración explícita. No me hago responsable por futuros traumas.*

Las manos de Julián se aferran a mi cintura mientras su beso ralentiza el ritmo. Sus labios son fuego derritiendo los míos y no puedo tener suficiente de él. Nunca podré tener suficiente del hombre que me sostiene entre sus brazos. Nunca podré tener suficiente del sabor de sus besos, del calor de sus manos y de su poderosa figura protectora; de su voz ronca y dulce, de su risa alegre y limpia, de su mirada penetrante y de su insana fijación por mantenerme a salvo siempre.

La puerta se cierra tras él y, sin dejar de besarme, caminamos hasta el tendido. Sin previo aviso, me levanta del suelo, haciéndome chillar de sorpresa. Una risa boba brota de su garganta mientras me deposita en el suelo con suavidad. Una sonrisa idiota se dibuja por mis labios y él detiene nuestro beso para juntar su frente con la mía.

—¿Me crees si te digo que tengo muchísimo tiempo sin hacer esto? —susurra y noto la emoción pintando su voz.

—¿Me crees si te digo que nunca he hecho esto? —mi voz es baja y temblorosa. No me doy cuenta de cuán nerviosa estoy hasta ese momento.

El asiente con rapidez y besa mi nariz. —Te creo.

Acaricio su mejilla, cepillando la fina capa de vello que cubre su mandíbula. —Y yo te creo a ti.

—Tengo mucho miedo —admite y noto el horror en su mirada.

Frunzo mi ceño en confusión y me cuesta trabajo encontrar las palabras exactas para preguntar qué es lo que le da miedo, pero él parece leer mi expresión y dice—: Tengo miedo de hacerte daño. No quiero hacerte daño. Quiero que sea agradable para ti. Quiero que tu primera vez sea agradable.

Una sonrisa triste se desliza por mis labios y siento un nudo en mi garganta —No es mi primera vez—trago duro para aminorar la sensación opresiva de mi pecho y cepillo su cabello lejos de su rostro—. Sabes que no es la primera.

Gira su cabeza hasta que sus labios tocan la parte interna de mi muñeca, depositando un beso dulce en ella. —Lo es. Es tu primera vez. No voy a permitir que pienses lo contrario sólo porque un imbécil te forzó. Quiero hacerlo especial para ti.

Mis ojos se cierran ante el peso de sus palabras y trago el nudo de mi garganta, intentando no llorar. —¿Ahora entiendes porqué estoy enamorada de ti? —mi voz es un hilo tembloroso, pero no me importa. Abro los ojos y me permito admirarlo—, nunca había sentido esto. Y ciertamente no quiero volver a sentirlo. Quiero que sea nuestro. Tuyo y mío, para siempre.

Toma una de mis manos entre una de las suyas y la guía hasta que mi palma está sobre su pecho firme —No sé cómo lo hiciste, pero estás aquí... Dentro de mí. Y quiero mantenerte aquí el resto de mi vida.

—Mantenme ahí, que soy tuya —susurro y una pequeña sonrisa se desliza por sus labios.

Mi corazón late a una velocidad impresionante y sus labios encuentran los míos. Su cuerpo dejando caer su peso sobre el mío, dejándome sin aliento un par de segundos antes de que me acostumbre a él.

—Si quieres que me detenga sólo tienes que pedirlo —dice mirándome a los ojos.

Yo asiento rápidamente y su beso se reanuda con urgencia y dulzura. Sus manos se deslizan por mis costados, acariciando la silueta de mi cuerpo con sus manos. Memorizando cada curva, cada parte blanda y firme de él, y me siento deseada. Me siento deseada y eufórica.

Sus manos calientes y grandes se deslizan por debajo del material de la playera que estoy utilizando, repitiendo el procedimiento, memorizando la calidez de mi piel bajo su toque, encendiéndome con cada suave caricia. Con cada beso y con cada suspiro de sus labios.

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