Cuando sus labios abandonan los míos me siento desorientada y al mismo tiempo, siento como si el suelo bajo mis pies hubiese desaparecido.
Sus ojos encuentran los míos y puedo ver lo oscurecida que se encuentra su mirada. Sus labios entreabiertos, mullidos y sonrojados por nuestro contacto me invitan a besarlo una vez más, pero me contengo.
—No se supone que deberíamos estar haciendo esto —dice, con la voz enronquecida.
—L-Lo sé —tartamudeo, intentando recomponerme.
Respiro profundamente, intentando regular el ritmo precipitado de mi corazón, pero parece ser inútil.
Lentamente, suelto mis manos del cuello de Julian y bajo de mis puntas, sintiéndome pequeña y vulnerable. Sintiéndome ridícula y estúpida por lo que acaba de pasar.
—¡A la mierda! —exclama Julian, y antes de que pueda procesarlo, sus labios encuentran los míos con una fiereza que me deja sin aliento.
Mis manos se enredan en su cabello y las suyas se aferran a mi cintura, levantándome del suelo. Yo enredo mis piernas en sus caderas y Julian afianza su agarre en mis piernas, sosteniéndome en mi lugar.
Soy consciente de la fuerza de su cuerpo y de la dureza de su abdomen. Soy consciente del sabor a tabaco y menta que tienen sus besos y de la calidez de sus manos.
Todo da vueltas a mí alrededor y no puedo evitar sentirme embriagada. Su lengua encuentra la mía en caricias ávidas y nada cautelosas mientras me permito explorar la firmeza de sus brazos con caricias suaves.
De pronto, se aparta de mí, de golpe. Nuestras respiraciones agitadas se mezclan un segundo y su mirada se clava en la mía, sin bajarme al suelo. —Eres hermosa —susurra, mirándome con una mezcla de anhelo y ternura.
Entonces, sus besos se ralentizan, volviéndose lentos, pausados, dulces, pero igual de apasionados. Julian comienza a avanzar hacia atrás hasta que sus rodillas golpean con el sillón y se deja caer, haciéndome chillar y reír al mismo tiempo.
Él ríe entre besos y, de pronto, me encuentro sentada a horcadas sobre él, besándolo.
Julian comienza a besar mis mejillas, mi nariz y mi frente antes de tomar mi rostro entre sus manos y besarme una vez más. Yo no puedo tener suficiente de él. Yo no puedo dejar de besarlo. No puedo permitirme desperdiciar éste momento.
~*~
Al cabo de un rato, de besos y arrumacos, Julian me arrastra a la cocina para comer algo y terminamos acurrucados en el viejo sillón, viendo películas hasta que el cielo ha oscurecido.
—Me encantaría quedarme así más tiempo —susurro, acurrucada entre sus brazos.
—A mi también —dice él, acariciando mi espalda suavemente.
El silencio abrumador nos invade y no puedo evitar pensar en cómo van a cambiar las cosas cuando Máximo y Pablo estén aquí. Cómo Julian va a cambiar su forma de ser conmigo delante de ellos y de cómo volverá a abandonarme el día entero.
—¿En qué piensas? —la voz de Julian me saca de mis cavilaciones.
—En que todo será muy diferente cuando Pablo y Máximo estén aquí. —musito en voz baja.
El silencio vuelve a extenderse entre nosotros, pero Julian no ha dejado de acariciar mi espalda.
—Oriana, soy un delincuente —dice Julian, dulcemente, pero noto la amargura escondida en el tono de su voz. —. Soy un secuestrador. Te mantengo aquí en contra de tu voluntad. No soy mejor que Máximo o que Pablo.
Sus palabras se clavan en lo más profundo de mi pecho, pero me obligo a tragarme el nudo que está formándose en mi garganta. —¿Qué significa todo esto para ti, Julian? —pregunto, porque necesito saber si sólo soy un pasatiempo o si en realidad lo que está sucediendo entre nosotros tiene un significado más profundo.
—No lo sé —dice, y el dolor de mi pecho aumenta. —. No sé qué me pasa contigo. No sé qué es lo que espero de todo esto y mucho menos sé qué es lo que va a pasar si alguien lo descubre...
—¿Soy un pasatiempo para ti, Julian? —inquiero, intentando mantener la calma.
—¡Por supuesto que no! —dice Julian y me aparta de su pecho, obligándome a mirarlo. —, no eres un pasatiempo para mí.
Yo abro la boca para replicar, pero no sé qué decir. Me limito a mirarlo un largo momento antes de susurrar—: ¿En qué nos convierte esto?
La mirada de Julian se oscurece varios tonos y su semblante cambia por completo. Es hielo puro frente a mí. —No nos convierte en nada. —dice amargamente y mi corazón se estruja dentro de mi pecho.
Yo, lentamente, bajo de su regazo y lo miro con rencor. —Así que sólo soy eso, ¿cierto?, la chica con la que puedes besarte sin atadura alguna. La chica a la que puedes buscar en su habitación cuando estás aburrido. La chica con la que eres amable para conseguir lo que quieres. Lo mismo que Máximo quería de mí, pero tú no planeas hacerlo a la fuerza. —espeto.
—No quiero eso de ti —dice y su voz es hielo puro—. No me interesa eso de ti.
—¿Ah, no?, ¿Por qué?, ¿Por qué me violaron? —espeto, sintiendo las lágrimas agolpándose en mi rostro.
—¿De qué demonios estás hablando, Oriana? —la expresión de Julian se transforma a una cargada de confusión y angustia.
Yo cierro mis ojos, intentando calmar la ira que se está apoderando de mi cuerpo. —Olvídalo. —mascullo y me dirijo escaleras arriba.
—Oriana—la voz de Julian es cansada. —, Oriana, ven aquí.
—Quiero dormir. No te molestes en ir a revisarme. Diablo sabe estar al pendiente de mí. Buenas noches, J—digo subiendo las escaleras, sin siquiera mirarlo.
Me siento humillada y denigrada. Lo único que quiero es poner cuanta distancia sea posible entre él y yo.
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Encerrada
FanfictionOriana Sabatini era hija del dueño de uno de los más grandes emporios de Inglaterra. Destinada a vivir en los lujos excesivos el resto de su vida, destinada a la grandeza. Destinada a la riqueza y la comodidad y con un futuro prometedor en el ballet...